
REVISTA ARBITRADA DE LA FACULTAD EXPERIMENTAL DE ARTE DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA.  AÑO 17  Nº 29. ENERO - JUNIO 2022
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SituArte
Lo que constituye el cine contemporáneo
Es difícil denir qué es el cine contemporáneo. 
Una vez que se intenta, la explicación parece perder sentido 
a la luz de lo que sucede inmediatamente después y el cine 
que se asocia a lo contemporáneo empieza a dejar de serlo. 
Como lo dijo Chris Fujiwara en su artículo Haber hecho con 
el cine contemporáneo,
Lo contemporáneo es una corazonada, una 
sorpresa, el placer de iluminar algo que se 
siente como si viniera de un lugar donde el 
mundo aún se mueve, algo que tiene su propia 
idea, superando nuestras propias concepciones 
(que son necesariamente antiguas), de lo que 
contemporáneo es. (2010, p. 7)
Es importante, sin embargo, tener presente que, 
como también dijo Fujiwara, “todo lo que entra dentro de 
una película pertenece a la estética; solo fuera del cine se 
produce un contacto entre el cine y lo contemporáneo” 
(2010, p. 2). Es eciente limitar nuestra discusión a las 
películas mismas, aunque incluso esto no está exento de 
desafíos. ¿Qué es una película hoy en día? “Una película 
tiene que poder ser vista y, casi siempre, escuchada” 
(Cadenas, 2011, p. 24). Pero, ¿un Documental Evolutivo, 
como llama Glorianna Davenport del Media Lab de MIT a 
los documentales que se transforman, es una película? Si es 
así, ¿dónde encuentras este tipo de películas, en Internet? 
¿Son todos los videos de YouTube películas?, ¿hay una 
diferencia? Es cada vez más difícil intentar responder estas 
preguntas sin reconocer que algunas de las respuestas aún 
son desconocidas o no se han investigado o discutido lo 
suciente, o quizás ya no sean importantes. Sin embargo, 
aparentemente está claro que el cine, tal y como lo 
conocemos, está muriendo.
El vasto mercado del entretenimiento del siglo XXI 
ahora presenta todo tipo de nuevos productos 
audiovisuales y nuevas formas de consumirlos 
(una y otra vez). Las películas, algunas de las cuales 
no son exactamente “películas”, ahora se pueden 
proyectar en pantallas en cines signicativamente 
renovadas, en hogares en televisores grandes 
y de alta resolución con conguraciones de 
entretenimiento en el hogar multicanal y con 
múltiples altavoces, en pequeñas pantallas en 
minivans y en computadoras domésticas. (Lewis, 
2001, p. 2)
Hay todavía muchas películas hechas de manera 
tradicional (la forma industrial de hacer películas) y aún 
encuentran público, pero como reconoce Fujiwara, “no 
tiene sentido (aparte de para hacer un comentario cultural) 
hablar sobre películas que necesitan campañas publicitarias 
masivas para generar la ilusión de la atemporalidad que 
perderán rápidamente” (2010, p. 6). Incluso aquellas 
películas que no reciben ninguna atención, o cuyos 
creadores no tienen los medios para promocionarlas, 
que se hacen de alguna manera imitando los modos de 
producción tradicionales de la industria cinematográca, 
en muchos aspectos ya están desactualizadas, y debemos 
dejarlas fuera de la discusión.
Una vez más, Fujiwara nos invita a permanecer en 
el ámbito del cinearte  “ya que es allí donde podemos esperar 
encontrar el más contemporáneo del cine contemporáneo” 
(2010, p. 4). Hay películas que no están hechas para estar 
en el mercado como productos en un estante y, por lo 
tanto, generalmente reciben poca atención. “(P)ulverizadas, 
privatizadas y personalizadas” (Fujiwara, 2010, p. 6). Estas 
películas tienen poca inuencia en el mundo del cine, por no 
decir en el universo del arte en general. Si su poco impacto 
fuera una cuestión de exhibición o distribución, internet 
podría ofrecer una solución al problema, pero es algo obvio 
que la red está pidiendo un tipo diferente de contenido, 
como dijo Jaron Lanier en su libro Tú no eres un gadget: 
“Si algún video gratuito de un truco tonto atraerá tantas 
miradas como el producto de un cineasta profesional... 
¿para qué pagarle a un cineasta?” (2005, p. 100). Quizás sea 
el momento de entender mejor este “nuevo cine”.
Lo que importa es lo que una película puede 
hacer por el artista, en primer lugar, y por el público. No 
debería importar si alguna obra audiovisual en la red no es 
considerada una película por un grupo de autores, debido 
a la forma en la que fue producida o cómo llegó a nosotros. 
Es lo que esta pieza está logrando lo que deberíamos estar 
estudiando. ¿Cómo hace lo que está haciendo?, y ¿por qué?, 
son preguntas mucho más interesantes.
En el caso del “Documental Evolutivo”, los 
materiales audiovisuales y la descripción del 
espacio en el que se encuentran deben ser 
escalables, y la experiencia que se le brinda 
al espectador debe ser lo sucientemente 
interesante para alentar la exploración repetida. 
(Davenport y Murtaugh, 1995, p. 4)
Hay formas más inuyentes que el documental 
evolutivo en la red. El Show de Alejandro Hernández, cuyos 
26.262 seguidores vieron sus videos 6.204.126 veces (La 
Verdad, 24 de Mayo, 2012), solo en Venezuela, un país de 
alrededor de treinta millones de habitantes, se convirtió en 
un fenómeno de audiencia y en un ritual entre los jóvenes 
que, incluso, se reunían alrededor de sus tabletas, teléfonos 
inteligentes o computadoras en sus salas de estar, cada 
vez que un nuevo episodio del show se emitía. El gobierno 
venezolano llegó a considerar a Alejandro, de veintiún años 
de edad, y a su serie de “películas”, social y políticamente 
peligrosos, debido a su contenido abiertamente irreverente 
y a su inuencia en los jóvenes, y lanzó una campaña 
mediática contra las películas y su autor, que hicieron a 
Alejandro y a sus películas más conocidos, fuera de su 
público joven.
Pero la forma en que Alejandro hizo sus piezas 
también fue diferente, comenzando una narración de la que