
El machismo maracucho se ha globalizado: sobre la nueva edición de “Corrector de estilo”
Luis Perozo Cervantes
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todo, ha escrito una versión de la ciudad, que cobra vida en 
cada palabra. 
Pues tanto entrenamiento actoral y suspicacia 
lectora, ya que también es licenciado en letras, más su 
don innato, lo capacitaron para, cual extranjero, poder 
radiograar una verdad que los mismos zulianos no fueron 
capaces de ver completamente: su novela “Corrector 
de estilo” es el delicado álbum de estampas morales y 
prototipos personales del machista, del maracucho, del 
irreexible intelectual tropical que agoniza en su propio 
miedo a la mediocridad y utiliza sus inseguridades para 
comprender el mundo. 
¡Ey! Pero Milton no es uno de sus personajes, 
cosa que hace más trascendente su hallazgo, observación y 
jación. Como un buen actor, logró darles alma a hombres 
muy diferentes a sí mismo, pero que cualquiera podría creer 
que son reejo de su interioridad.
Entre los novelistas contemporáneos de 
Venezuela es difícil encontrar uno que se escape, como lo 
hace Milton Quero Arévalo en “Corrector de estilo” de la 
tematología de la actualidad: todos, los que están aquí, los 
que se han ido al exilio voluntario, presentan sus novelas 
como testimonio de una época. “Corrector de estilo” es, 
si queremos usarla como testimonio de algo, la huella 
de un “modus operandi” masculino, que encontró en sus 
personajes la manera de universalizarse: Milton Quero hizo 
potable el carácter sociópata del maracucho y lo encapsuló 
en seres plurivalentes, que son capaces de enfrentarse al 
amor, a la familia, al trabajo y, nalmente, a la corrección de 
un libro inacabado, de la misma manera en que sostienen 
sus prejuicios mientras toman una cerveza helada.
Nectario, el personaje principal, logra reunir 
las características más completas de un gran personaje 
literario contemporáneo: posee contradicciones 
morales, como Raskólnikov, el protagonista de “Crimen 
y castigo”; comprende su entorno como un espacio de 
retroalimentación y nalmente se descubre víctima del 
ambiente espeso que lo rodea, como Leopoldo Bloom, 
el protagonista de Ulises o Peter Kien, el comelibros 
protagonista de “Auto de Fe”. También es sexualmente 
instintivo, como el Henry Miller de “Trópico de cáncer”, o en 
otras facetas, sexualmente introspectivo, como José Cemí, 
el protagonista de “Paradiso”. 
Todos estos atributos y muchos otros que se 
escapan, mezclados con el acento almático del maracucho, 
con la propensión delirante que tienen los que habitan 
bajo el sol de la Sultana del Lago de Maracaibo, hacen de 
Nectario Medrano Rodríguez un espécimen único. No hay 
un personaje igual en la literatura venezolana, no hay una 
novela como esta, que parece recorrer el siglo XX y XXI sin 
distinción, que encuentra puntos de anclaje cultural en 
cualquier locación caribeña, que se impregna de la esencia 
fresca de los adioses genuinos: porque este parece, al nal, 
un libro de despedidas. 
Como toda buena historia, es un viaje a través de 
la psiquis evolutiva de un personaje: nuestro protagonista, 
al concluir la novela, no es el mismo que el narrador nos 
ha presentado desde un principio. Nosotros cambiamos 
con él: es absolutamente cinematográco, aunque se salva 
del cliché rápidamente y nos impone un ritmo literario, no 
escénico, no fílmico. Hay cosas que solo pueden hacerse 
en la literatura: una historia de amor truncado por la 
realidad que, de las cenizas de su fracaso, logra reconstruir 
al personaje y al mismo tiempo denir los contrastes de la 
sociedad.
Todo lo que está mal en la ciudad es resaltado por 
los habitantes cticios que se narran en “Corrector de estilo”. 
La viciosa elocuencia que impone la conducta de hombres 
y mujeres en las páginas de la novela, puede reconocerse 
caminando por las calles de Maracaibo, pero sin duda esto 
no hace falta, porque muchos lectores se han sentido entre 
esa muchedumbre solo leyendo este libro. 
¡Puede desaparecer Maracaibo! Ya está contenida 
en este libro. Que maravilloso es poder leer una novela tan 
buena como esta.
Pero añadí todo esto de contexto para decir que, 
en los predios de la generación de cristal; en los tiempos de 
la cancelación, los linchamientos morales, la “normalización” 
y el rechazo al bullying, una editorial zuliana, llamada 
Sultana del Lago Editores, se atreve a poner en circulación 
una obra maestra que expone gloriosamente el machismo 
y, cual un monumento a la prepotencia masculina, celebra 
el ego desgarrado de los intelectuales de provincia. 
Y no es un error, porque este contraste conforma 
la verdadera potencialidad de nuestros discursos colectivos 
y dene la labor del creador literario: Milton Quero Arévalo 
ha creado un estuario imaginativo, auto-sustentado en la 
idiosincrasia de los personajes, que fortalece la dignidad 
del error y construye desde la particularidad de un dialecto 
(hasta de un idiolecto) una manera de entender el mundo. 
Ya está suelto este pequeño monstruo del 
intelecto; la aldea global debe cuidarse, porque hará una 
hendidura en el plano y aburrido presente; mostrará una 
vez más, que desde las periferias los hombres son capaces 
de crear ocios inútiles y trascendentales, que corrompen 
las certezas de su tiempo. 
Hay una buena noticia: ha vuelto “Corrector de 
estilo” de Milton Quero Arévalo. 
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quero-arevalo/
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Luis Perozo Cervantes
Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo.
Venezuela.