Universidad del Zulia (LUZ)
Revista Venezolana de Gerencia (RVG)
Año 30 No. 112, 2025, 2017-2122
Octubre-Diciembre
ISSN 1315-9984 / e-ISSN 2477-9423
Como citar: López, J. J., Vidal, A. C., y Zuleta, M. J. (2025). Modernidad líquida y factores sociofamiliares en adolescentes de Riohacha. Revista Venezolana De Gerencia, 30(112), 2017-2122. https://doi.org/10.52080/rvgluz.30.112.27
Modernidad líquida y factores sociofamiliares en adolescentes de Riohacha
López Gutiérrez, Jahina Johelis*
Vidal Gómez, Amparo Carolina**
Zuleta Pérez, Milvia José***
Resumen
Las transformaciones culturales y sociales asociadas a la globalización y la digitalización han generado nuevas formas de subjetivación juvenil, marcadas por la inestabilidad afectiva, la fragmentación identitaria y la crisis de las instituciones tradicionales. Este fenómeno se manifiesta particularmente en contextos periféricos como el distrito especial, turístico y cultural de Riohacha (Colombia), donde las tensiones entre las dinámicas modernas y los soportes socioculturales tradicionales configuran escenarios ambivalentes para los adolescentes. En este marco, el presente estudio tuvo como objetivo analizar la influencia de los factores sociofamiliares en la configuración de actitudes y comportamientos asociados a la modernidad líquida, en una muestra de 125 adolescentes entre 15 y 19 años. Se empleó un enfoque cuantitativo, de tipo descriptivo y analítico, mediante la aplicación de una encuesta estructurada con escalas tipo Likert, y análisis estadístico básico de frecuencias y correlaciones. Los resultados evidencian tensiones paradigmáticas entre el deseo de autonomía y la necesidad de contención familiar, con una identidad juvenil en proceso de construcción reflexiva pero frágil frente a las exigencias del entorno. Asimismo, se constata una deslegitimación progresiva de las instituciones parentales y educativas, un debilitamiento de las redes de apoyo social y un incremento de los riesgos psicosociales, expresados en altos niveles de vacío existencial, depresión y conflicto multisistémico. No obstante, emerge el valor adaptativo de los referentes culturales locales como factores protectores ante la volatilidad global. Se concluye que el fortalecimiento de las redes sociofamiliares y la resignificación de los vínculos comunitarios son elementos clave para enfrentar los efectos disociativos de la modernidad líquida, recomendándose su incorporación en políticas públicas de juventud con enfoque territorial.
Palabras clave: adolescencia; modernidad líquida; familia; subjetividad.
Recibido: 02.06.25 Aceptado: 04.08.25
* Magister en desarrollo social - Especialista en desarrollo familiar, Docente Universidad de La Guajira Riohacha - La Guajira, Colombia. Email: jjlopezg@uniguajira.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8602-7236
** Magister en desarrollo integral de niños y adolescentes, Especialista en gerencia de servicios de salud, Trabajadora social, Docente universidad de La Guajira Riohacha la Guajira Colombia. Email: Acvg@uniguajira.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9793-9556
*** Magister en Bioética, Especialista en Gerencia de los Servicios de Salud, Trabajadora Social. Docente Universidad de La Guajira Riohacha - La Guajira, Colombia. E-mail: mjzuleta@uniguajira.edu.co ORCID https://orcid.org/0000-0001-5771-9655
Liquid modernity and socio-family factors in adolescents in Riohacha
Abstract
The cultural and social transformations associated with globalization and digitalization have generated new forms of youth subjectivation, marked by emotional instability, identity fragmentation, and the crisis of traditional institutions. This phenomenon is particularly evident in peripheral contexts such as the special tourist and cultural district of Riohacha (Colombia), where tensions between modern dynamics and traditional sociocultural supports create ambivalent scenarios for adolescents. Within this framework, this study aimed to analyze the influence of sociofamilial factors in shaping attitudes and behaviors associated with liquid modernity in a sample of 125 adolescents between the ages of 15 and 19. A quantitative, descriptive, and analytical approach was used, through the administration of a structured survey with Likert-type scales and basic statistical analysis of frequencies and correlations. The results reveal paradigmatic tensions between the desire for autonomy and the need for family support, with a youth identity undergoing reflective construction but fragile in the face of environmental demands. Likewise, there is a progressive delegitimization of parental and educational institutions, a weakening of social support networks, and an increase in psychosocial risks, expressed in high levels of existential emptiness, depression, and multisystemic conflict. However, the adaptive value of local cultural references emerges as protective factors in the face of global volatility. It is concluded that strengthening socio-familial networks and redefining community ties are key elements for addressing the dissociative effects of liquid modernity, and their incorporation into public youth policies with a territorial focus is recommended.
Keywords: adolescence; liquid modernity; family; subjectivity.
1. Introducción
La adolescencia representa una de las etapas más significativas del desarrollo humano, caracterizada por transformaciones físicas, cognitivas, emocionales y conductuales que definen la transición entre la niñez y la adultez (López et al., 2019). La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2015) define esta etapa como el periodo entre los 10 y los 19 años, destacándola como un momento de acelerado crecimiento y cambio. Durante este ciclo vital, el entorno familiar y social adquiere un papel determinante en la construcción de la identidad, en tanto que los adolescentes buscan autonomía y validación por parte de sus pares, mientras experimentan un distanciamiento emocional y físico de los adultos cercanos, quienes en ocasiones no cuentan con herramientas suficientes para acompañarlos adecuadamente (UNICEF, 2022).
La familia, entendida como una unidad socioemocional y cultural, influye de forma significativa en el desarrollo de sus miembros. Según Oliva (2006), esta institución opera como espacio de contención, afecto y socialización, constituyéndose en un pilar esencial para afrontar los desafíos propios de la adolescencia. Sin embargo, en el contexto contemporáneo, dicha función se ve tensionada por las transformaciones estructurales de la sociedad moderna, las cuales afectan los vínculos familiares y las posibilidades de transmisión de valores y normas. Desde la perspectiva de Bauman (2005a), la modernidad líquida alude a una condición social marcada por la inestabilidad, la volatilidad de las relaciones, la fragilidad institucional y el individualismo, generando profundas implicaciones en la vida cotidiana y, especialmente, en la juventud. La fluidez de las relaciones interpersonales, el consumo como valor predominante y la incertidumbre constante configuran un escenario complejo para el desarrollo adolescente, cuyas actitudes y comportamientos se ven influidos por esta lógica cultural efímera e inestable (Bauman y Brodoni, 2016).
Diversos estudios han evidenciado que los adolescentes enfrentan crecientes factores de riesgo, tales como el uso excesivo de tecnologías, la pérdida de referentes éticos, la exposición a violencia, drogadicción, explotación sexual y problemas de salud mental (UNICEF, 2011; 2017; OMS, 2021; CEPAL, 2014; Vidal et al., 2018). En Colombia, por ejemplo, el 35% de los jóvenes entre 13 y 15 años ha consumido alcohol en el último mes y el 17% fuma a diario, situaciones que se relacionan con contextos familiares frágiles, escasa supervisión adulta y presión de grupo (UNICEF, 2017). Además, uno de cada siete adolescentes padece algún trastorno mental, siendo la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento las principales causas de enfermedad en este grupo etario (OMS, 2021; 2022). La situación se ha agravado con los efectos de la pandemia por COVID-19, que profundizó el malestar emocional, la sensación de inseguridad y la percepción de un futuro incierto (UNICEF, 2021; OMS, 2022).
En el departamento de La Guajira y, particularmente en el distrito especial, turístico y cultural de Riohacha, se evidencian problemáticas estructurales que afectan a la población adolescente: falta de políticas públicas integrales, carencia de oportunidades, consumo de sustancias psicoactivas, violencia, exclusión educativa y altos índices de suicidio juvenil (Pacto Colombia por las Juventudes, 2021). Estas condiciones socioterritoriales complejizan aún más la experiencia adolescente en un contexto donde la modernidad líquida permea las prácticas cotidianas, redefiniendo los marcos de referencia identitarios, afectivos y normativos. De allí que surja la necesidad de comprender cómo los factores sociofamiliares actúan como filtros o catalizadores frente a las dinámicas propias de esta nueva configuración social.
En este marco, la presente investigación tiene como objetivo analizar la influencia de los factores sociofamiliares en la configuración de actitudes y comportamientos asociados a la modernidad líquida en adolescentes del distrito especial, turístico y cultural de Riohacha.
Este estudio se justifica por la necesidad de generar conocimiento contextualizado sobre los efectos que los procesos de modernización acelerada, junto con los cambios en las estructuras familiares, ejercen sobre el desarrollo psicosocial de la adolescencia. Se reconoce, además, que esta etapa no solo representa vulnerabilidad, sino también una oportunidad para la transformación social, siempre que existan condiciones adecuadas de acompañamiento, protección y participación (Papalia, 2005; Quiroz del Valle et al., 2007).
Desde una perspectiva crítica e interdisciplinaria, se propone identificar los elementos de la modernidad líquida que inciden en el comportamiento adolescente, así como examinar el papel de la familia, la escuela y el entorno social como mediadores o amplificadores de dichos procesos. La investigación se enmarca en la línea de desarrollo humano y familia caribeña de la Universidad de La Guajira, desarrollada entre enero de 2019 y agosto de 2022, con la participación de 125 adolescentes escolarizados de instituciones educativas de Riohacha. El estudio responde a una necesidad urgente de intervención social y educativa, al tiempo que busca aportar herramientas teóricas y prácticas que favorezcan estrategias de acompañamiento y prevención, contribuyendo al fortalecimiento de la familia, la cohesión comunitaria y el bienestar adolescente.
2. Entre vínculos líquidos y raíces frágiles: fundamentos teóricos sobre adolescencia, modernidad y familia
La comprensión de los procesos psicosociales que atraviesan los adolescentes en el contexto de la modernidad líquida exige una aproximación teórica que articule dinámicas culturales, estructuras familiares y transformaciones identitarias. El presente trabajo se apoya en la teoría de la modernidad líquida propuesta por Bauman (2003a, 2004, 2005c, 2007a, 2013a, 2014), la cual constituye el eje interpretativo central para analizar las actitudes y comportamientos juveniles en un entorno social caracterizado por la inestabilidad, el individualismo y la volatilidad de los vínculos humanos. Esta teoría, a su vez, se entrelaza con estudios sobre socialización familiar, búsqueda de identidad y condiciones socioeconómicas que afectan directamente a los adolescentes del distrito especial, turístico y cultural de Riohacha.
Desde Bauman (2005c), la metáfora de la liquidez describe la disolución de las estructuras sólidas que en épocas anteriores ofrecían a los individuos marcos estables de referencia: familia, trabajo, comunidad, e incluso identidad. En este contexto, los adolescentes crecen inmersos en relaciones marcadas por la transitoriedad, la superficialidad afectiva y la multiplicidad de estímulos. La emergencia de un “amor flotante”, la pérdida del vínculo con el otro, y la “decadencia del Estado de bienestar” (Vázquez, 2008), son indicadores de una cultura donde lo efímero sustituye lo duradero. En este escenario, los adolescentes deben navegar una realidad social sin certezas ni trayectorias fijas, lo que afecta directamente su desarrollo psicoemocional y social.
Uno de los conceptos centrales derivados de este marco es la emancipación juvenil, entendida no solo como salida física del hogar, sino como un proceso simbólico de desvinculación progresiva (Vázquez, 2008; Hernández, 2003; Gaviria, 2007). Sin embargo, en contextos líquidos, esta emancipación tiende a ser ambigua: los jóvenes adquieren libertades de elección en aspectos como relaciones, ocio o estudios, pero permanecen infantilizados frente a las responsabilidades estructurales de la adultez (Ballesteros, Megías y Rodríguez, 2012). La fragmentación del sentido de ciudadanía, la precariedad emocional y la “individualidad colectiva” (Bauman, 2003b) dan lugar a una generación que oscila entre el deseo de autonomía y la inseguridad ontológica.
Este fenómeno afecta la configuración identitaria. La identidad, como “obra de arte moldeada con la materia dúctil de la vida” (Bauman, 2010, p. 89), deja de ser un núcleo estable y se convierte en un proceso fluido, en constante reconstrucción. Sierra, Reyes y Córdoba (2010) destacan que el adolescente experimenta una separación emocional del contexto familiar para refugiarse en sus pares o en los medios de comunicación, buscando un sentido de pertenencia que se le niega en las instituciones tradicionales. La obra de García y Villar (2022) confirma que la exploración identitaria se realiza a través de dimensiones como la profesión, el ocio y lo social, en las que se evidencian compromisos efímeros y reversibles, características de la vida líquida.
A pesar del protagonismo de los pares y las redes digitales, la familia sigue siendo el agente socializador primordial, aunque con menor influencia en contextos posmodernos (Donas, 2001; Palacios & Palacios, 2002). El vínculo sociofamiliar configura el entorno afectivo y normativo desde el cual los adolescentes interpretan su realidad. Estudios como los de Chen & Kaplan (2001), Oliva (2006) demuestran que la calidad de las relaciones parentales incide en el desarrollo emocional, el rendimiento académico y la prevención de conductas de riesgo. No obstante, la reducción del tiempo compartido en familia por razones laborales y económicas (Verdugo et al., 2014; Mendizábal & Anzures, 1999) debilita su función contenedora y de supervisión, exacerbando la exposición a dinámicas antisociales.
La disciplina parental, como mecanismo de regulación social, también ha sido afectada por las tensiones de la modernidad líquida. García et al. (2009) sostienen que su eficacia radica en estrategias reconstructivas más que punitivas. Sin embargo, las discrepancias generacionales y culturales han limitado la efectividad de estas medidas en un entorno donde el adolescente se encuentra expuesto a múltiples discursos normativos contradictorios. Por su parte, Parra & Oliva (2006) sugieren que la conflictividad familiar durante la adolescencia forma parte de un proceso de reajuste que, en condiciones saludables, puede reforzar la autonomía juvenil; pero en contextos de exclusión o pobreza, puede derivar en comportamientos disruptivos y perpetuar ciclos de marginalidad (Martínez, 2012; Mazza et al., 2009; Melendro et al., 2017; Torrecilla, 2022).
La tensión entre estructura familiar y entorno líquido también se refleja en el ámbito escolar. Según Díaz (2006), los adolescentes son etiquetados bajo parámetros homogéneos, lo cual ignora su diversidad y complejidad subjetiva. Las respuestas a esta falta de reconocimiento pueden variar desde la apatía hasta la rebeldía, dependiendo del contexto (Echeverría, 2011). La escuela, al igual que la familia, pierde centralidad como institución normativa, dejando a los adolescentes expuestos a un “vacío de sentido” que, en palabras de Frankl (2003), puede derivar en depresión, desesperanza y comportamientos de riesgo (Martínez y Castellanos, 2013; Armas, 2015).
En este panorama, las relaciones con pares emergen como una fuente alternativa de apoyo psicosocial (Estévez et al., 2009; Rojas et al., 2018). No obstante, en la sociedad líquida, la fragilidad de estos vínculos impide que sustituyan efectivamente la función estructurante de la familia o la escuela. El individualismo imperante dificulta la construcción de identidades colectivas, promoviendo una subjetividad marcada por la ansiedad, la comparación permanente y la necesidad de validación externa. Esta realidad incrementa la incidencia de rechazo social, baja autoestima y dificultades en la socialización (Dodge et al., 2003; Cava y Musitu, 2000), elementos que condicionan el bienestar emocional de los adolescentes.
La adolescencia en contextos de modernidad líquida (Bauman, 2007a) se configura como un periodo crítico donde las estructuras tradicionales de socialización —familia, escuela y comunidad— pierden centralidad ante la emergencia de dinámicas globalizadas, individualistas y volátiles (Rivera-González, 2013). En el Distrito Especial de Riohacha, esta transición adquiere matices particulares debido a su condición turística y multicultural, la cual intensifica la tensión entre identidades locales y presiones globales (Garcés-Pérez & Alarcón-Muñoz, 2022). Estudios recientes evidencian que los adolescentes en la región enfrentan desafíos únicos, como la precarización de los vínculos familiares por migración laboral (Cámara de comercio de la Guajira, 2024; Ministerio de Salud y Protección Social [MinSalud], 2024) y la búsqueda de referentes identitarios en espacios digitales o grupos de pares (Gamboa, 2019).
Por otro lado, el rol de la familia como agente socializador primario se ha reconfigurado, pero no desaparecido, en el Caribe colombiano. Investigaciones como las de Manjarrés-Zambrano et al. (2024) demuestran que, pese a la reducción del tiempo de convivencia parental por factores económicos, la calidad de las interacciones familiares sigue siendo un predictor clave del ajuste psicosocial adolescente. No obstante, en contextos como Riohacha, donde el turismo y la informalidad laboral predominan, esta función se ve comprometida por la exposición temprana a riesgos como el trabajo infantil o la deserción escolar (MinSalud, 2024).
El análisis de la modernidad líquida y su relación con los factores sociofamiliares revela una compleja red de tensiones que inciden directamente en la configuración de actitudes y comportamientos adolescentes. La familia, pese a sus transformaciones, continúa siendo un nodo fundamental en la socialización juvenil, aunque su influencia está condicionada por factores estructurales, culturales y económicos. La modernidad líquida no solo redefine las formas de vinculación, sino que también impone a los jóvenes el reto de construir identidades flexibles y proyectos de vida en contextos inciertos. Comprender esta interacción es esencial para interpretar las dinámicas subjetivas y sociales de los adolescentes de Riohacha, y plantea la necesidad de modelos teóricos que integren tanto la dimensión estructural como la agencia individual en un mundo cambiante.
3. Diseño cuantitativo para el análisis de vínculos líquidos y estructuras familiares en adolescentes
El presente estudio se enmarca en un enfoque cuantitativo de tipo descriptivo, con un diseño no experimental y transeccional. En esta modalidad, la recolección de datos se efectúa en un solo momento temporal y sin manipulación de las variables, permitiendo así la observación directa de la realidad investigada (Hernández, 2018). Esta estrategia metodológica resulta idónea para analizar la influencia de los factores sociofamiliares en las actitudes y comportamientos asociados a la modernidad líquida en adolescentes, proporcionando una visión estática de las relaciones entre variables tal como se manifiestan en un contexto determinado.
La elección del diseño descriptivo responde a la necesidad de caracterizar, cuantitativamente, las condiciones socioculturales, familiares y actitudinales presentes en los adolescentes del distrito especial, turístico y cultural de Riohacha. Como señala Hernández (2018), este tipo de investigación permite emplear instrumentos como encuestas o escalas para recoger datos empíricos que facilitan la identificación de patrones y relaciones entre variables, sin alterar su curso natural. Para tal propósito, se diseñó un cuestionario estructurado de elaboración propia, compuesto por 40 ítems distribuidos conforme a las variables, dimensiones e indicadores definidos en el estudio, asegurando su congruencia con los objetivos planteados. La encuesta, entendida como un conjunto sistemático de preguntas orientadas a medir una o más variables (Hernández et al., 2017), fue aplicada directamente a la muestra objetivo.
La población de estudio estuvo constituida por adolescentes inmersos en el sistema educativo del distrito de Riohacha, específicamente estudiantes de grado undécimo. Siguiendo a Arias (2016), la población se concibe como un conjunto de elementos con características comunes sobre los cuales se extienden las conclusiones del estudio, delimitada por el problema y los objetivos de investigación. En este caso, el universo se estableció en 186 adolescentes, de los cuales se extrajo una muestra representativa. Para la determinación del tamaño muestral, se utilizó una fórmula estadística clásica de muestreo aleatorio simple, considerando un nivel de confianza del 95% (Z = 1.96), una probabilidad de éxito y fracaso de 0.5 respectivamente (P = Q = 0.5), y un margen de error del 5% (e = 0.05). La aplicación de esta fórmula arrojó un tamaño muestral de 125 adolescentes, cifra que garantiza la validez estadística del estudio:
Para el tratamiento de los datos, se aplicaron técnicas de análisis propias de la estadística descriptiva. En primera instancia, se organizaron los datos en tablas de frecuencias absolutas y relativas (porcentuales), las cuales permitieron identificar la distribución de las respuestas según los indicadores y dimensiones analizados. Posteriormente, se emplearon medidas de tendencia central (media aritmética) y de dispersión (desviación estándar), con el objetivo de interpretar el grado de variabilidad en las actitudes y comportamientos manifestados por los adolescentes encuestados, en relación con sus condiciones sociofamiliares. En este sentido, se utilizó la tabulación sistemática de los datos, seguida de su representación gráfica, lo cual facilitó su interpretación y permitió responder a la pregunta de investigación con mayor claridad.
Asimismo, se utilizaron tablas de contingencia, herramienta fundamental en el análisis bivariado, que permite visualizar las relaciones entre distintas categorías de las variables en estudio. Estas tablas, según Cárdenas (2018), son esenciales para analizar la distribución conjunta de los datos y explorar posibles patrones de asociación entre los factores familiares y las manifestaciones conductuales o actitudinales de los adolescentes, enmarcadas en la lógica de la modernidad líquida.
4. Configuración de actitudes y comportamientos adolescentes en la modernidad líquida: entre la autonomía emergente y la fragilidad de los soportes sociofamiliares
Los resultados obtenidos de una muestra de 125 adolescentes (55.2% femenino, 44.8% masculino; 15-19 años) del distrito de Riohacha revelan tensiones paradigmáticas entre la búsqueda de autonomía característica de la modernidad líquida (Bauman, 2007a) y la persistente necesidad de soportes sociofamiliares. En cuanto a la emancipación, mientras el 32% rechaza categóricamente la independencia en sus acciones (Tabla 1), el 46% admite dificultades para considerar a otros en sus decisiones, reflejando la paradoja de una generación que simultáneamente anhela autonomía, pero resiste sus responsabilidades (Ballesteros et al., 2012). Este hallazgo expresa una forma de emancipación incompleta o ambivalente, donde el deseo de autodeterminación convive con una dependencia emocional o estructural de las figuras parentales, lo que limita la consolidación de trayectorias vitales autónomas.
Tabla 1
Considera usted que sus acciones son independientes
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Respuestas |
Datos |
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Totalmente de acuerdo |
22 |
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Parcialmente de acuerdo |
15 |
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Neutro |
18 |
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Parcialmente en desacuerdo |
30 |
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Totalmente en desacuerdo |
40 |
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Total |
125 |
La construcción identitaria muestra contradicciones similares: el 47% se percibe como “personas valiosas” (Tabla 2), pero solo el 33% confía en su capacidad para enfrentar adversidades, confirmando la hipótesis de la identidad como “proyecto reflexivo” en entornos inciertos (Giddens, 1991). Esta brecha evidencia que los procesos de autovaloración no siempre se traducen en autoeficacia, lo que refuerza la tesis de que en contextos de modernidad líquida la identidad se torna frágil, fragmentada y sujeta a constantes reformulaciones frente a los desafíos sociales y personales.
Tabla 2
Me siento una persona valiosa
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Respuestas |
Datos |
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Totalmente de acuerdo |
59 |
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Parcialmente de acuerdo |
17 |
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Neutro |
4 |
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Parcialmente en desacuerdo |
23 |
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Totalmente en desacuerdo |
22 |
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Total |
125 |
El análisis de las instituciones tradicionales evidencia su creciente deslegitimación. El 52% de los adolescentes se siente controlado por normas parentales, y el 47% niega la existencia de reglas claras en sus hogares (Tabla 3), lo que coincide con hallazgos sobre la erosión de la autoridad parental en contextos líquidos (García et al., 2009). Esta ambivalencia normativa sugiere un debilitamiento del modelo disciplinario clásico, donde las normas no solo pierden su función reguladora, sino que generan confusión e inestabilidad emocional.
Tabla 3
Existen roles, reglas y límites claros y flexibles en la familia
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Respuestas |
Datos |
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Totalmente de acuerdo |
21 |
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Parcialmente de acuerdo |
18 |
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Neutro |
4 |
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Parcialmente en desacuerdo |
23 |
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Totalmente en desacuerdo |
59 |
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Total |
125 |
La escuela tampoco escapa a esta crisis: el 35% considera que no contribuye a sus proyectos vitales, y el 34% cuestiona el impacto positivo de la convivencia escolar, validando la tesis de Díaz (2006) sobre la pérdida de centralidad educativa. Así, tanto el hogar como la institución educativa aparecen como escenarios en disputa, donde el control simbólico tradicional se ve rebasado por dinámicas emergentes que no siempre ofrecen referentes consistentes para la socialización juvenil.
Las relaciones sociales ilustran esta volatilidad: el 38% carece de amistades estables, y el 56% reconoce conductas hostiles, fenómeno que Dodge et al. (2003) vinculan al rechazo social como estresor clave. Esta fragilidad relacional constituye un síntoma de la inseguridad afectiva propia de los vínculos líquidos, caracterizados por su inmediatez, superficialidad y escasa proyección a largo plazo. La dificultad para construir lazos duraderos repercute no solo en el bienestar emocional, sino también en el desarrollo de habilidades sociales fundamentales para la vida colectiva.
En este contexto, los riesgos psicosociales emergen con claridad: el 61% experimenta vacío existencial, el 53% depresión ante cambios sociales, y el 54% conflictos multisistémicos, corroborando los planteamientos de Frankl (2003); Martínez y Castellanos (2013) sobre la salud mental en entornos desestructurados. Estos indicadores dan cuenta de una profunda crisis del sentido, en la que los adolescentes enfrentan incertidumbre, ansiedad y desesperanza, producto de un entorno que no les ofrece referentes sólidos ni horizontes estables de futuro (Lucio et al., 2004). Esta situación puede propiciar la adopción de comportamientos autodestructivos, el aislamiento social o el abandono escolar como formas de respuesta a una realidad percibida como incoherente y adversa (López et al., 2009).
Contrariamente a lo esperado, el 66% valora su cultura como factor adaptativo, sugiriendo que los referentes locales pueden amortiguar la liquidez global (Guerra-Curvelo, 2018). Este hallazgo abre una ventana de oportunidad para revalorizar las prácticas culturales propias, las formas comunitarias de vida y los saberes ancestrales como fuentes de resiliencia identitaria. En este sentido, la cultura local podría convertirse en un anclaje simbólico frente a la volatilidad global, articulando elementos de pertenencia, cohesión y sentido colectivo.
Estos hallazgos exigen estrategias que, desde la Política Nacional de Infancia (2018-2030), fortalezcan redes de apoyo comunitarias y resignifiquen el rol de las instituciones en la construcción de proyectos vitales significativos. Es necesario promover modelos de intervención que reconozcan la complejidad de la subjetividad juvenil en la era líquida, y que integren enfoques interdisciplinarios centrados en el bienestar psicosocial, el fortalecimiento del tejido familiar, el empoderamiento identitario y la revitalización cultural como ejes para el desarrollo humano sostenible.
En la etapa de la adolescencia se forjan cambios significativos que marcan la transición hacia la vida adulta. Es un periodo caracterizado por confusión, conflictos y redefinición de la identidad, donde los factores sociofamiliares y el entorno social juegan un papel determinante. A este panorama se suma el impacto de la llamada modernidad líquida, término acuñado por Bauman (2003b), el cual describe una sociedad caracterizada por la fluidez, la incertidumbre y la fragilidad de los vínculos humanos. Los adolescentes del distrito especial, turístico y cultural de Riohacha presentan comportamientos y actitudes alineadas con los rasgos de la modernidad líquida. Se observa, por ejemplo, una tendencia hacia la independencia en la toma de decisiones, una marcada valoración de la autonomía personal y un cierto desapego hacia las figuras de autoridad tradicionales como los padres o maestros. Esta emancipación, sin embargo, no siempre viene acompañada de la madurez emocional necesaria, lo cual genera tensiones tanto en el núcleo familiar como en la escuela.
Los resultados muestran que los adolescentes manifiestan seguridad en sí mismos y una buena valoración personal, pero también expresan sentir restricciones por las normas familiares. Esto coincide con la perspectiva de Sierra, Reyes y Córdoba (2010), quienes afirman que, durante esta etapa, los jóvenes luchan por su autodeterminación y suelen distanciarse emocionalmente de sus familias. Se encontró además una percepción ambivalente frente a los valores éticos y morales: mientras un grupo los considera fundamentales para su actuar, otro los desestima, situación que puede derivar en actitudes de riesgo. Este hallazgo se relaciona con la crítica de Bauman (2005a) a la moral individualizada y desvinculada del otro.
Las relaciones afectivas también están marcadas por la liquidez. Se identificó miedo al compromiso, inestabilidad emocional y preferencia por relaciones efímeras, en sintonía con el concepto de “amor líquido” de Bauman (2005b). Igualmente, los adolescentes expresan aspiraciones globales y desean experimentar diferentes culturas y trabajos, lo cual refuerza su rechazo a vínculos laborales o emocionales duraderos. Respecto a la educación, muchos adolescentes no la consideran una vía segura para acceder al empleo, lo que genera desmotivación y cuestionamientos sobre su utilidad. Este fenómeno refleja lo planteado por Bauman (2007b), quien señala que el sistema educativo no ha sabido adaptarse a las nuevas exigencias del mercado laboral. El consumismo emerge como una constante entre los participantes. El deseo de comprar artículos por moda y status revela una interiorización de los patrones de la sociedad de consumo, descritos por Bauman (2007c) como una búsqueda ansiosa de satisfacción momentánea.
Sobre el rol de la familia y la escuela, se evidencia un debilitamiento en las pautas de crianza y en la autoridad tradicional. Aunque algunos adolescentes valoran los procesos educativos, otros los consideran poco funcionales para sus metas. En relación a esto, Palacios y Palacios (2002) advierten que la adolescencia representa una crisis para la familia, especialmente cuando no hay coherencia en el ejercicio de la autoridad. En el entorno social más amplio, los adolescentes perciben desigualdad, falta de apoyo estatal y desconfianza en las instituciones, pero también muestran capacidad de adaptación. Las amistades juegan un papel ambiguo: mientras que se reconoce su importancia, también se percibe escasez de vínculos sinceros.
Por último, se identificaron factores de riesgo emocionales como inestabilidad, rechazo social y pérdida del sentido de vida. Esto refleja lo advertido por Castro (2019), quien sostiene que la ausencia de orientación adecuada ante los cambios modernos puede derivar en conflictos como motor de cambio asi como problemáticas personales y sociales.
5. Reflexiones finales
El análisis de los factores sociofamiliares y su influencia en la configuración de subjetividades dentro del marco de la modernidad líquida revela una profunda transformación en las dinámicas de socialización primaria y secundaria, así como en los procesos de construcción identitaria de los adolescentes del Distrito Especial, Turístico y Cultural de Riohacha. Los hallazgos de esta investigación evidencian cómo las instituciones tradicionales de socialización —particularmente la familia y la escuela—, históricamente consideradas pilares fundamentales del desarrollo integral, muestran fisuras significativas en su capacidad para orientar y contener a los jóvenes ante los complejos desafíos que plantea la sociedad contemporánea.
Los resultados de este estudio cuali-cuantitativo reflejan una juventud paradójica: empoderada en sus aspiraciones individuales y segura de sus derechos, pero simultáneamente vulnerable frente a grandes desafíos emocionales, éticos y sociales. Esta paradoja se manifiesta en diversas dimensiones: desde el miedo al compromiso afectivo hasta el desapego en las relaciones interpersonales; desde la incertidumbre vocacional hasta la presión del consumo; y desde la omnipresencia de la tecnología hasta la búsqueda de sentido existencial. Este complejo panorama exige, con urgencia, el diseño e implementación de intervenciones pedagógicas, familiares e institucionales más pertinentes, flexibles y sensibles a las particularidades del contexto actual.
Frente a este escenario, se hacen evidentes tres líneas estratégicas de acción. Primero, resulta imperativo fortalecer los procesos de orientación y acompañamiento desde el núcleo familiar, promoviendo estilos parentales que equilibren autonomía y contención. Segundo, se requiere fomentar el diálogo intergeneracional genuino que permita tender puentes entre las experiencias adultas y las visiones juveniles. Tercero, es fundamental repensar la educación desde un enfoque crítico y significativo, que trascienda la mera transmisión de contenidos para convertirse en un espacio de construcción de proyectos de vida. Todo ello debe complementarse con el fortalecimiento de espacios escolares verdaderamente democráticos, capaces de acoger y potenciar las nuevas subjetividades juveniles que emergen en este contexto de modernidad líquida.
Finalmente, comprender la adolescencia desde la óptica de la modernidad líquida no debe llevarnos a un fatalismo paralizante, sino más bien a una acción transformadora informada y comprometida. Los adolescentes riohacheros no son meros receptores pasivos de las condiciones sociales actuales, sino agentes activos capaces de negociar, resistir y recrear significados. Cuando cuentan con los acompañamientos adecuados —que respeten su autonomía pero provean contención—, estos jóvenes demuestran una notable capacidad para construir nuevas formas de convivencia, participación ciudadana y sentido de vida, incluso en medio de las adversidades propias de su contexto regional. El desafío para las políticas públicas, las instituciones educativas y las familias reside precisamente en crear las condiciones para que este potencial emancipatorio pueda florecer.
Referencias
Anthony, G. (1991). Modernity and self-identity: Self and society in the late modern age. Polity Press.
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