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transmisibles, a través de mensajes que motivan el 
menor consumo de grasas, sal, azúcares, alcohol, 
y que promueven el consumo de vegetales, frutas, 
agua, y el desarrollo de actividad física. La FAO, 
recomienda que los países desarrollen estrategias 
como campañas informativas e intervenciones que 
posibiliten la formulación de políticas y normativas 
que promuevan los hábitos y un ambiente alimen-
tario saludable (Molina, 2014). Sin embargo, en la 
población indígena que se encuestó, no existía el 
conocimiento de estas guías. Esto puede deberse 
a que las guías fueron publicadas recién en el año 
2018 y por la situación de pandemia del último año. 
El etiquetado de alimentos procesados para el 
consumo humano, denominado como semáforo de 
los alimentos, por el uso de barras de colores ver-
de, amarillo y rojo, que indican los niveles del con-
tenido de grasas, azúcares y sal, es reconocido por 
apenas el 23% de los encuestados, porcentaje bajo 
comparado con el obtenido en el estudio realizado 
por León-Flándeza 2015), donde el 41,4% lo co-
nocían.  Otro estudio, realizado en Ecuador, rerió 
que apenas el 30,7% lee las etiquetas nutricionales 
(Ramos, 2017).
Existe poco conocimiento en relación con los nu-
trientes contenidos en los alimentos, hay confusión 
en términos, y de las enfermedades que se produ-
cen por tener una inadecuada alimentación. Esta 
es una condición que se observó también en el res-
to de la población, incluso en profesores escolares, 
como lo demostró (García 2016).
El 93% de la población indígena investigada, 
considera estar en un peso normal, aun cuando el 
52,1% está con niveles de sobrepeso y obesidad, 
existiendo una falsa percepción sobre su estado 
nutricional. En un estudio realizado a población 
adulta en Costa Rica, se encontró que, más de la 
cuarta parte (27,7%) de los hombres entrevistados 
que se perciben con “peso normal”, presentaban 
sobrepeso u obesidad; situación similar ocurrió con 
el 22,5% de las mujeres, incluso un 14,3% de las 
que se percibieron con peso bajo o muy bajo pre-
sentan un IMC menor a 25 (Padilla- Vargas, 2021).
En el estudio realizado por (Pérez et al 2016), 
con mujeres mayas que tenían obesidad, más de la 
mitad de ellas se percibieron normales.  Esta per-
cepción puede permitir que no se tome conciencia 
real del problema y que se desarrollen problemas 
de enfermedades crónicas no transmisibles, o que 
ya las posean; percepción que incluso se ve apo-
yada por la creencia de “ser gordo es mejor que 
estar aco”.  Por otro lado, resulta positivo, el que 
todos los participantes deseen ser capacitados en 
temas de nutrición, considerando que se trata de un 
aspecto importante para su salud.
La alimentación de los pueblos se desarrolla en 
base a los alimentos animales y vegetales que pue-
den conseguir de su entorno de manera primaria; 
esto establece su cultura y soberanía alimentaria. 
Sin embargo, actualmente, el fenómeno de la glo-
balización alimentaria ha permitido la inclusión de 
otros alimentos, variando en determinada medida 
el consumo de insumos de estas poblaciones.  En 
el caso de los indígenas Warankas, al encontrase 
en la sierra ecuatoriana, sus alimentos de preferen-
cia son el maíz, papas y mellocos que cultivan y 
los animales que crían; muy similar a lo que ocurre 
y con los indígenas Embera colombianos, donde 
también, conviven con los animales que crían como 
los cerdos y consumen preparaciones de maíz (Ro-
sique, 2010). 
En el estudio de Peña-Venegas (2009), las co-
munidades indígenas amazónicas, al momento de 
servir las porciones de alimentos principales, la pro-
teína animal ocupaba aproximadamente el 30% de 
la ración total. Los acompañantes, generalmente 
harinas, ocupaban aproximadamente el 50% de la 
ración, mientras el consumo de frutas y verduras 
solo representaba en la porción menos del 2%; lo 
cual reveló deciencia en el consumo de vegetales. 
Los indígenas warankas investigados también con-
sumen pocos vegetales verdes y frutas. 
Se observa al igual que otros estudios, la inclu-
sión e incremento en el consumo de bebidas azu-
caradas (Pozo, 2019). La alimentación del pueblo 
waranka investigado, coincide con la de los pue-
blos indígenas de la región andina, en particular 
con pueblos como Panzaleo, Kisapincha, Chibuleo, 
Puruwá, que también, pertenecen a la nacionalidad 
Kicwa (Moya, 2010). 
Aunque el 4% respondió que realiza algún tipo 
de actividad física, esta población indígena lleva a 
cabo labores en el campo como siembra y cultivo 
de alimentos, de manera tradicional, las mismas 
que demandan de mucho esfuerzo físico; a esto 
hay que adicionar que su movilización la realizan 
mayormente a pie.  Las mismas poblaciones indí-
genas, que han migrado a las ciudades, han ad-
quirido costumbres sedentarias, lo que ha traído 
consecuencias como sobrepeso y obesidad que 
se observan en mayor porcentaje en ellos (Pozo, 
2019).