* Doctorado en Ciencia Política, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad del Zulia.
Correo:
lisstello@gmail.com
;.ORCID:
https://orcid.org/0009-0006-6804-1759
** Departamento de Ciencias Humanas, Facultad Experimental de Ciencias, Universidad del Zulia.
Doctorado en Ciencia Política, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad del Zulia. Co
-
rreo:
jacquelinevilchezfaria@gmail.com
ORCID:
https://orcid.org/0009-0006-6804-1759
Opción
: Revista de Ciencias Humanas y Sociales.
Año 40 N° 104 (mayo-agosto 2024). pp. 85-105
Universidad del Zulia. Facultad Experimental de Ciencias
ISSN 1012-1587 / ISSNe: 2477-9385
Recibido: 10/12/2023
Aceptado: 10/03/2024
Crisis, clivaje y volatilidad: Un análisis
de las elecciones presidenciales de
2018 en Costa Rica
Lissett Tello*,
Jacqueline Vílchez Faría**
RESUMEN
Costa Rica es uno de los países latinoamericanos mejor visualizados por sus 68 años
de vida electoral y democrática. Sin embargo, los procesos electorales del 2014 y 2018
representan importantes puntos de infexión en una nación que cambia rápidamente,
sujeta a las presiones y riesgos implícitos en las condiciones de exclusión, desigualdad,
inequidad, inseguridad, globalización y corrupción pública comunes en el continente
y que impulsan las salidas de fuerza o el populismo totalitario. Este artículo analiza
la elección presidencial del 2018 a la luz de las propuestas teórico-metodológicas del
comportamiento político y electoral. Se concluye que los índices de abstención, frag
-
mentación partidista y volatilidad del voto, ya presentes en la anterior contienda, se
incrementan. La espacialidad del voto se acentúa, confgurando un clivaje geoespacial
y se presenta un fenómeno inédito: un clivaje ideológico-religioso que polarizó el voto
entre las medidas más liberales de la tendencia globalista y el ascenso al poder de las
corrientes cristianas más ortodoxas.
Palabras clave:
Elecciones Costa Rica, Comportamiento electoral, clivaje electoral,
Política latinoamericana, Volatilidad electoral.
Crisis, Cleavage, and Volatility: An Analysis of the
2018 Presidential Elections in Costa Rica
ABSTRACT
Costa Rica is one of the Latin American countries most favorably regarded for its 68
years of electoral and democratic life. However, the electoral processes of 2014 and
2018 represent signifcant turning points in a nation undergoing rapid change, sub
-
ject to the pressures and risks inherent in conditions of exclusion, inequality, inequity,
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insecurity, globalization, and public corruption common across the continent—fac
-
tors that fuel authoritarian exits or totalitarian populism. Tis article analyzes the 2018
presidential election through the lens of theoretical and methodological proposals
from political and electoral behavior studies. It concludes that indicators already pres
-
ent in the previous contest—regarding voter abstention, party fragmentation, and elec
-
toral volatility—have increased. Te spatiality of the vote has intensifed, confguring a
geospatial cleavage, and an unprecedented phenomenon has emerged: an ideological-
religious cleavage that polarized the vote between the most liberal measures of the glo
-
balist trend and the rise to power of the most orthodox Christian currents.
Keywords:
Costa Rica elections, Electoral behavior, Electoral cleavage, Latin Ameri
-
can politics, Electoral volatility.
INTRODUCCIÓN
Dentro del espectro político latinoamericano, Costa Rica ha sido tradicio
-
nalmente considerada un referente de estabilidad democrática en América Lati
-
na con casi siete décadas electorales ininterrumpidas. Sin embargo, este artículo
analiza las elecciones del 2018 y argumenta que los ciclos electorales de 2014
y 2018 representan puntos de infexión críticos que desafían esa imagen tra
-
dicional. Estos procesos revelaron profundas fracturas sociales y una creciente
vulnerabilidad a las presiones que afectan al resto del continente, entre algunas
como la desigualdad, la corrupción y la inseguridad que erosionaron el sistema
de partidos tradicionales y reconfguraron el escenario político, acercándolo a
las dinámicas de polarización y conficto que caracterizan a la región y refejando
una realidad interna sujeta a cambios drásticos que erosionaron el sistema tradi
-
cional de partidos y reconfguraron el escenario político, demostrando que, lejos
de ser inmune, la nación se vio inmersa en las dinámicas de polarización que en
otros países han facilitado el ascenso de soluciones populistas, antes considera
-
das ajenas a su idiosincrasia.
1. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA Y METODOLÓGICA
Este artículo analiza la elección presidencial de 2018 en Costa Rica desde las
propuestas de la ciencia del comportamiento político y electoral. El marco de
interpretación principal integra los modelos teóricos clásicos del voto: el socio
-
lógico (Escuela de Columbia) y el socio-psicológico (Escuela de Michigan), este
último centrado en la identifcación partidista como anclaje del voto (Galais,
2019; Rodon, 2019).
Para dar cuenta de la complejidad del caso costarricense, este andamiaje se
complementa con conceptos específcos. Se recurre a Carvalho (2003) para
defnir los fenómenos de volatilidad y desalineamiento electoral. El modelo de
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racionalidad limitada, que explica el uso de heurísticos o atajos cognitivos por
parte del electorado, se analiza a partir de los trabajos de Lau y Redlawsk (2006,
como se cita en Sulmont, 2010). Finalmente, para comprender la estrategia de
las agrupaciones en un contexto de desinstitucionalización, se utiliza el postula
-
do de la elección racional, según el cual los partidos “elaboran políticas para ga
-
nar elecciones, más que ganar elecciones para formular políticas” (Downs, 1957,
como se cita en Kuschick Ramos, 2004, p. 57).
2. ESBOZO HISTÓRICO DE LAS ELECCIONES EN COSTA RICA
(1946-2018)
La trayectoria del sistema político costarricense, desde la instauración de la
Segunda República, puede dividirse en dos grandes etapas: una primera fase de
consolidación, estabilidad y alta participación (1953-1994), seguida por una de
progresiva reconfguración y desalineamiento electoral. Tras la Guerra Civil de
1948, -un evento que reconfguró las bases del poder político-, Costa Rica re
-
tomó la vía democrática en 1953, iniciando un ciclo excepcional de elecciones
periódicas y ganando reputación como una de las democracias más estables de
América Latina. Este primer período, que se extiende aproximadamente hasta
1994, se caracterizó por un sistema de partidos robusto y un electorado con altos
niveles de movilización. Durante gran parte de este tiempo, específcamente en
-
tre 1962 y 1990, el país vivió una era de “mandato fuerte”, en el que los presiden
-
tes electos gozaban de un amplio apoyo popular y, frecuentemente, de mayorías
legislativas que facilitaban la gobernabilidad (Alfaro-Redondo, 2023: 173).
Desde una perspectiva teórica, este fue un período de claro alineamiento elec
-
toral, donde existían vínculos estables entre los partidos y los distintos sectores
sociales, basados en clivajes defnidos y una fuerte identifcación partidaria, en
línea con el modelo socio-psicológico del comportamiento electoral (Sulmont,
2010). Este sistema se consolidó en un bipartidismo estable entre el Partido Li
-
beración Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) entre
1986 y 2002.
Sin embargo, a partir de las elecciones de 1994, se inicia una segunda etapa
marcada por la erosión de este modelo. La participación electoral comenzó a dis
-
minuir notablemente, iniciando una tendencia que Alfaro-Redondo (2023) en
-
marca en una fase de “mandato debilitado” (1994-2010) y, posteriormente, de
“mandato frágil” (2014-2018), caracterizada por gobiernos sin mayoría legislativa
y un bajo apoyo electoral (Alfaro-Redondo, 2023: 174). Este fenómeno es sínto
-
ma de un profundo proceso de desalineamiento electoral, que trasluce un “fuerte
y progresivo distanciamiento entre los partidos políticos y la población votante.
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Este distanciamiento, a su vez, se traduce en una “pérdida de la identidad
partidista”, impulsada por escándalos de corrupción y el desgaste de las élites
políticas. Teóricamente, este proceso puede entenderse como una desinstitucio
-
nalización del sistema de partidos, en la cual las identidades colectivas fuertes se
debilitan y el “electorado de pertenencia” da paso a un “electorado de opinión”,
más fuido y volátil, Este continuo y moderado descontento, aunque no llegó a
plantear un abandono del sistema democrático, sentó las bases para la crisis de
representación que se presentó de manera defnitiva en las elecciones de 2018.
La trayectoria democrática de Costa Rica, desde su consolidación hasta la
reciente fase de crisis de representación, ha estado profundamente moldeada
por el diseño de su sistema electoral. Esta plataforma no solo ha garantizado
la celebración de elecciones libres y transparentes, sino que ha infuido directa
-
mente en la confguración del sistema de partidos y en el comportamiento de los
actores políticos. Para comprender a cabalidad los fenómenos de estabilidad y
posterior fragmentación descritos, es indispensable detallar el marco que rige la
contienda política
2.1. CARACTERES DEL SISTEMA ELECTORAL EN COSTA RICA
Reúne caracteres institucionales, normativos y legales que le conferen una
fsonomía propia:
•
Un Registro Único de población con doble función: civil y electoral. Los
eventos importantes del ciclo vital de la población se registran automáti
-
camente. (Alfaro Redondo, 2020)
•
Normas estrictas para regular la vigencia de los documentos de identidad
(el vencimiento de la documentación ofcial y su no renovación por más
de un año, elimina al votante del registro electoral).
•
El marco jurídico establece condiciones mínimas para la postulación de
candidatos que refuerzan la presencia de los partidos políticos como ins
-
tituciones sociales de primer orden (solo los partidos políticos pueden
postular candidatos) (Rosales Valladares, 2018).
•
El sistema electoral de Costa Rica establece el límite mínimo del 40% de
los votos válidos (balotaje) para declarar un ganador en primera vuelta.
De lo contrario, los candidatos con la mayor votación acuden a una se
-
gunda ronda para declarar un ganador. (Lehoucq y Rodríguez Cordero,
2004) (Rosales Valladares, 2018)
•
El máximo órgano legislativo es la Asamblea Legislativa, de una sola cá
-
mara y formado por 57 escaños.
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3. ANÁLISIS DEL EVENTO ELECTORAL DE 2018
Las elecciones generales fueron convocadas en dos rondas, a celebrarse el 4 de
febrero y el 1 de abril de 2018. Para comprender la dinámica y los sorpresivos resul
-
tados de este evento, a continuación, se describen los elementos contextuales más
relevantes, el perfl de los actores políticos y el comportamiento del electorado.
3.1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Para analizar la oferta partidaria en Costa Rica, es útil recurrir a la distinción teó
-
rica de Alcántara (2004) entre instituciones partidistas y máquinas partidistas. El
escenario político costarricense, al igual que el de gran parte de la región, se compone
de una mezcla de estas dos lógicas organizacionales. En este contexto, se presentan
al evento los partidos políticos de Costa Rica: partidos de derecha, centro, centro-
izquierda e Izquierda, que se disputan las elecciones presidenciales y legislativas.
Cuadro 1. Partidos y adscripción ideológica.
N°
Partido político
Adscripción ideológica
1
Partido Renovación Costarricense (PRC)
Derecha a extrema derecha
2
Partido Restauración Nacional (PRN)
Derecha - neo pentecostal
3
Partido Accesibilidad sin Exclusión (PASE)
Derecha.
4
Partido Nueva Generación (PNG)
Derecha
5
Partido Unidad Social Cristiana (PUSC)
Centro-derecha
6
Partido Movimiento Libertario (PML)
Centro-derecha
7
Partido Alianza Democrática Cristiana (PADC)
Centro-derecha
8
Partido Republicano Social Cristiano (PRSC)
Centro-derecha
9
Partido Integración Nacional (PIN)
Centro humanista
10
Partido Liberación Nacional (PLN)
Social-demócrata- centrista
11
Partido Acción Ciudadana (PAC) (En el gobierno para 2018)
socialdemócrata – progresista
12
Partido Frente Amplio (FA)
Izquierda
13
Partido de los Trabajadores (PT)
Extrema Izquierda
Fuente: Tello, y Vílchez (2024).
3.2. LAS CANDIDATURAS
Se presentó una variedad de 13 candidaturas con diversas características per
-
sonales y profesionales, trayectorias políticas, posiciones ideológicas y religiosas,
edades y propuestas programáticas. En total fueron 12 hombres y una sola can
-
didatura femenina (Rosales Valladares, 2018). Esta variedad no fue aleatoria,
sino un refejo del estado de desinstitucionalización del sistema de partidos.
Siguiendo a Alcántara (2004), es posible señalar que algunas candidaturas
representaban las instituciones partidistas y otras exponían las máquinas electo
-
rales o caudillistas. Por un lado, participaron candidatos de los partidos tradicio
-
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nales, como Antonio Álvarez Desanti (PLN) y Rodolfo Piza Rocafort (PUSC),
que representaban a las “instituciones partidistas” históricas, aunque ya en un
avanzado estado de desgaste y con un electorado desalineado. Por otro lado, la
contienda estuvo marcada por la irrupción de fguras que encarnaban el mode
-
lo de “máquina electoral” (Alcántara, 2004: 62), en el que la organización está
supeditada a un liderazgo personalista y a una coyuntura específca. Los casos
más emblemáticos fueron Fabricio Alvarado Muñoz (PRN), cuya candidatura
fue catapultada por el “shock religioso”, y Juan Diego Castro (PIN), un
outsider
que articuló un discurso de confrontación retórica. Esta mezcla de candidaturas
no solo evidencia la fragmentación del sistema, sino la coexistencia de lógicas
políticas distintas en un escenario de alta volatilidad.
Cuadro 2. Candidatos, Partidos políticos y trayectoria política. Datos TSJ CR.
N°
Nombre
Partido político
Trayectoria o características
particulares
1
Stephanie Campos
Arrieta
Partido Renovación
Costarricense (PRC- Extrema
derecha)
Periodista. Su partido político (evangélico) tenía dos
diputados en el período 2014-2018.
2
Fabricio Alvarado
Muñoz
Partido Restauración Nacional
(PRN)
Periodista y pastor evangélico. Diputado único de su
partido político en el período 2014-2018.
3
Óscar Andrés
López
Partido Accesibilidad sin
Exclusión (PASE) (Derecha)
Diputado en los períodos 2006-2010 y 2014-2018.
Candidato presidencial en 2010 y 2014 por el pase.
4
Sergio Mena Díaz
Partido Nueva Generación
(png) (Derecha)
Abogado. Candidato por segunda vez consecutiva
por el png.
5
Rodolfo Piza
Rocafort
Partido Unidad Social
Cristiana (pusc) (Centro-
derecha)
Abogado. Expresidente ejecutivo de la Caja del
Seguro Social (ccss) y candidato por segunda vez del
pusc.
6
Otto Guevara Guth
Partido Movimiento Libertario
(pml) (CD)
Abogado. Dos veces diputado y candidato
presidencial por quinta vez por el pml.
7
Mario Redondo
Poveda
Partido Alianza Democrática
Cristiana (PADC) (C-D)
Abogado. Diputado en dos ocasiones por dos
partidos distintos (pusc y padc), incluyendo el
período 2014-2018.
8
Rodolfo Hernández
Gómez
Partido Republicano Social
Cristiano (PRSC) (C-D)
Médico pediatra. Excandidato presidencial por el
pusc 2013 (renunció). Crítico del pusc actual.
9
Juan Diego Castro
Partido Integración Nacional
(pin) (C-H)
Abogado. Exministro de Seguridad y de Justicia.
Polémico jurista penal invitado recurrente en medios
de comunicación.
10
Antonio Álvarez
Desanti
Partido Liberación Nacional
(pln) (socialdem-centrista)
Ministro y diputado en varios gobiernos del
pln. Diputado en el momento de presentar su
candidatura.
11
Carlos Alvarado
Quesada
Partido Acción Ciudadana
(pac) (en gobierno) (SD-Prog)
Periodista. Ministro de Trabajo y presidente del
Instituto de Ayuda Social en primeros años del
primer gobierno del pac (2014-2018).
12
Edgardo Araya
Sibaja
Partido Frente Amplio (FA)
(Izquierda)
Abogado ambientalista. Diputado 2014-2018.
13
John Vega Masís
Partido de los Trabajadores
(PT) (Extrema izq)
Educador. Dirigente sindical y candidato por el
«único partido de izquierda».
Fuente: Tello, y Vílchez (2024).
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3.3. LA POBLACIÓN VOTANTE
Para el proceso electoral de 2018, el Registro Nacional Electoral contabili
-
zó
3.322.329 electores
, con un incremento relativo del 7.9 % respecto a 2014,
siendo la segunda vez que se habilitó el voto en el extranjero. Más allá del cre
-
cimiento demográfco, el electorado de 2018 se caracterizó por una profunda
reconfguración de sus lealtades, una clara muestra de desalineamiento electoral,
fenómeno que implica “el debilitamiento de las afnidades entre determinados
grupos políticos y sectores de la ciudadanía” (Carvalho, 2003: 1239). Esta pér
-
dida de los anclajes partidistas tradicionales hizo que las características sociode
-
mográfcas de los votantes se convirtieran en el refejo de las nuevas fracturas que
defnieron las elecciones.
Desde el enfoque sociológico del comportamiento electoral, que analiza el
voto como una expresión de la pertenencia a grupos sociales (Sulmont, 2010),
el perfl de los votantes de los dos partidos fnalistas revela la cristalización de
los nuevos clivajes. Según estudios del Centro de Investigaciones y Estudios Po
-
líticos (CIEP, Universidad de Costa Rica), el apoyo al Partido Acción Ciuda
-
dana (PAC) se concentró en el Valle Central (zonas metropolitanas), con un
perfl predominantemente femenino, votantes mayores de 55 años y jóvenes con
educación secundaria y universitaria y creyentes de la religión católica. Por otro
lado, el Partido Restauración Nacional (PRN) obtuvo su mayor respaldo fuera
del Valle Central, en las zonas rurales y periféricas, entre votantes de diversos
niveles de escolaridad y declarados no católicos y simpatizantes de los partidos
políticos aliados al PRN en segunda ronda. (Rosales Valladares, 2018).
Esta distribución no es aleatoria, sino la manifestación demográfca de los
fenómenos del “clivaje geoespacial” (urbano vs. rural) y del “clivaje ideológico-
religioso” (laico vs. conservador) que articularon la elección. El voto dejó de
responder a las identidades partidarias históricas para alinearse con estas nuevas
divisiones sociales, demostrando la capacidad de un
clivaje
para reestructurar las
preferencias de un electorado en plena transición.
3.4. LAS OFERTAS Y LOS DEBATES ELECTORALES
En enero del 2018 se intensifcó la difusión de los programas de gobierno, la
inversión publicitaria de los partidos políticos y la ejecución de múltiples deba
-
tes. De la campaña política se esperaba el abordaje de temas centrales de la salud
que habían estado en la agenda pública los últimos dos años: confictos de acce
-
so al agua, defciencia en la atención en los servicios de salud (particularmente
refejado en las listas de espera), agotamiento del sistema de pensiones, políticas
sobre gestión de residuos y el colapso vial, entre otros.
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Los partidos tradicionales, como el PLN y el PUSC, trataban de posicionarse como
los más competentes para resolver estos desafíos. Sin embargo, la coyuntura electoral
estuvo marcada por otros temas que tomaron la mayor relevancia y que se desarrollaba
sobre un momento político frágil: un electorado en pleno proceso de desalineamiento
electoral, sin los anclajes afectivos de la identifcación partidaria que en años anteriores
habían otorgado estabilidad al sistema (Carvalho, 2003; Sulmont, 2010).
El tema que marco esa coyuntura fue: “los derechos de la comunidad LGBTI”. La
segunda vicepresidenta del gobierno de Costa Rica realizo una consulta ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre el cambio de nombre y sexo de
las personas a partir de su identidad de género y la necesidad de la existencia de una fgu
-
ra jurídica que regulara los vínculos entre personas del mismo sexo, para que el Estado
reconozca todos los derechos patrimoniales que se derivan de esta relación (CIDH,
2017). El criterio de la administración Solís Rivera (2014-2018) de reconocer a las
uniones legales de personas del mismo sexo los derechos legislados para parejas hete
-
rosexuales, incluido el derecho al matrimonio, generó una campaña casi monotemática
La reacción fue inmediata. La candidatura de Fabricio Alvarado Muñoz, del
partido evangélico Restauración Nacional (PRN), capitalizó el rechazo conser
-
vador a la resolución, convirtiéndose en el vehículo político de un segmento so
-
cial altamente movilizado. Su ascenso se explica perfectamente desde el modelo
sociológico, que postula que el voto, más que una decisión individual aislada, es
un acto de conformidad y pertenencia a un grupo de referencia (Kuschick Ra
-
mos, 2004; Galais, 2019). Por su parte, el candidato ofcialista, Carlos Alvarado
Quesada (PAC), vio cómo su apoyo crecía no por los méritos de su gobierno,
sino como una contrarreacción del electorado liberal y secular que percibía el
avance del PRN como una amenaza (Díaz, 2018).
En efecto, el debate en torno a las políticas públicas necesarias para el país, quedo
relegado para dar paso al centralismo del tema ideológico y religioso, lo que Rosales
denomina “shock religioso” (Rosales, 2018: 61). Para un votante que operaba bajo
una racionalidad limitada y sin la guía de su antigua fliación partidista, la controver
-
sia sirvió como un poderoso heurístico (Sulmont, 2010: 19). La compleja tarea de
evaluar a más de una decena de candidatos se simplifcó a una pregunta binaria: ¿se
estaba a favor o en contra de la resolución de la Corte? Este atajo cognitivo explica
la extraordinaria velocidad con que las intenciones de voto se realinearon, dejando
obsoletas las encuestas y relegando a los partidos históricos a un papel secundario.
Así, la campaña de 2018 se transformó en una narrativa de polarización abrupta,
donde un debate sobre derechos humanos eclipsó toda la agenda programática, de
-
mostrando cómo, en un sistema de partidos desinstitucionalizado, el descontento y
la identidad pueden converger para redefnir una elección en cuestión de días.
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Cuadro 3. Demografía electoral, 1ª vuelta. Datos TSE CR.
Indicador
Cifra
Población Total
4,947,490
Habitantes Inscritos
3,322,329
Total Votantes
2,054,702
Porcentaje De Participación
65.66 %
Votos Válidos
2,028,410
Votos En Blanco
4,509
Votos Nulos
20,293
Fuente: Telloy Vílchez (2024).
4. LA PRIMERA VUELTA
El 4 de febrero de 2018, Costa Rica acudió a las urnas para celebrar la primera
vuelta de las elecciones presidenciales y legislativas en un clima de alta tensión y
una volatilidad sin precedentes. En esta ronda, ningún partido obtuvo el míni
-
mo de 40%
de los votos válidos. La segunda vuelta (balotaje) ya
estaba proyecta
-
da
desde hacía varios
meses pero, según las encuestas, con otros candidatos. Sin
embargo, entre las sorpresas más signifcativas destacan la identidad de los fna
-
listas que desafó todos los pronósticos y confrmó la profunda crisis del sistema
de partidos tradicional. El candidato más votado fue Fabricio Alvarado Muñoz,
del partido de corte evangélico Restauración Nacional (PRN), seguido por el
ofcialista Carlos Alvarado Quesada, del Partido Acción Ciudadana (PAC), a
pesar del bajo índice de popularidad del gobierno saliente.
Este resultado fue el hecho que evidencio el colapso. Los dos partidos que ha
-
bían estructurado la política costarricense durante medio siglo, el Partido Libera
-
ción Nacional (PLN), que mantuvo su mismo nombre y bandera durante nueve
períodos (36 años, discontinuos) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC)
que, con varios nombres, composiciones y banderas, pero manteniendo su núcleo
básico, gobernó en seis períodos (24 años, también discontinuos), quedaron rele
-
gados a un tercer y cuarto lugar, respectivamente. Este hecho es una manifestación
empírica del desalineamiento electoral, un proceso donde los vínculos históricos
y la identifcación partidaria, que según el modelo de la Escuela de Michigan ac
-
túa como ancla del voto, se erosionan hasta volverse inoperantes (Carvalho, 2003;
Sulmont, 2010). Figuras que las encuestas habían posicionado como favoritas,
como el abogado de discurso confrontativo Juan Diego Castro, también fueron
superadas ante el inesperado accionar de un electorado sin lealtades fjas.
La campaña estuvo determinada por varios “eventos” como fenómenos im
-
predecibles de alto impacto en la opinión pública que actuaron como cataliza
-
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dores del cambio en las votaciones. Por un lado, escándalos de corrupción como
el “cementazo”, presumible estafa y escándalo de corrupción político–económi
-
ca que involucraba representantes y fguras públicas y privadas. Este caso domi
-
nó la campaña durante varias semanas y profundizó el desprestigio de la clase
política, alimentando la desconfanza y abonando el terreno para el “voto casti
-
go”, un comportamiento electoral de evaluación retrospectiva que penaliza a los
gobernantes por su mal desempeño (Fiorina, 1981, citado en Rodón, 2019: 16)
Sin embargo, el factor decisivo fue la respuesta de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) sobre el matrimonio igualitario, emitida ape
-
nas tres semanas antes de la elección. Este evento activó un potente clivaje ideo
-
lógico-religioso que polarizó a la sociedad. Para un electorado que opera bajo
una racionalidad limitada y sin los atajos cognitivos de la fliación partidista, la
postura frente a la resolución de la CIDH se convirtió en el heurístico principal
para tomar una decisión (Rodón, 2019: 42). La contienda se simplifcó a una
elección entre dos bloques de valores, en línea con el modelo sociológico de la
Escuela de Columbia, donde la pertenencia a un grupo de referencia —en este
caso, religioso-conservador o secular-liberal— se volvió más determinante que
cualquier otro factor (Galais, 2019: 10).
Esta dinámica explica el drástico cambio en las encuestas. La mayoría de los aná
-
lisis, mostraron que para mediados de diciembre del 2017 el candidato del PLN
Antonio Álvarez se mantenía en primer lugar, con una intención de voto superior
al 40% necesario para triunfar en primera ronda, con Juan Diego Castro, del PIN,
en segundo lugar. En esas fechas y coincidiendo con el inicio de la llamada “tregua
electoral de fn de año”, Castro se vio desplazado del segundo lugar y Álvarez logró
mantenerse liderando, pero por debajo del 40%. Tras el fallo de la CIDH, Fabri
-
cio Alvarado del PRN y, pocos días después, Carlos Alvarado del PAC tuvieron
un rápido crecimiento, especialmente Fabricio fue
más acelerado, para terminar
en primer y segundo lugar respectivamente, como encarnaciones de los dos polos
del nuevo conflicto que los llevó a la segunda vuelta, demostrando cómo, en un
contexto de alta volatilidad, un solo tema de gran resonancia emocional puede
reconfigurar por completo el escenario político
Cuadro 4. Resultados Electorales Consolidados (Primera y Segunda Vuelta 2018).
Candidato
Partido
Votos 1ª
Vuelta
% 1ª
Vuelta
Votos 2ª
Vuelta
% 2ª
Vuelta
Escaños
obtenidos
Carlos Alvarado Quesada
PAC
464,474 |
21,63%
1,322,908
60,59%
10 /3
Fabricio Alvarado Muñoz
PRN
537,992
24,99%
860,388
39,41%
14 /13
Antonio Álvarez Desanti
PLN
400,757
18,64%
17 /1
Rodolfo Piza Rocafort
PUSC
343,597
15,98%
9 /1
Fuente: Tello, Urbaneja y Vílchez (2024).
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Crisis, clivaje y volatilidad: Un análisis de las elecciones presiden-ciales de 2018 en Costa Rica
4.1. GEOGRAFÍA ELECTORAL
La geografía electoral de 2018 reveló una marcada división territorial en Cos
-
ta Rica, producto de su propia geografía y desarrollo histórico. Lo cambiante y
abrupto del terreno costarricense, así como sus procesos históricos han confgu
-
rado realidades socioeconómicas diversas concentrando la casi totalidad de las
zonas urbanas en un corredor montañoso al centro del territorio y confgurando
unas zonas de carácter rural–artesanal esparcidas por las costas atlántica y pací
-
fca del país y las áreas fronterizas.
Este fenómeno se alinea con el concepto clásico de clivaje centro-periferia,
una de las divisiones estructurales que, según Lipset y Rokkan (1967, citados
en Rodón, 2019), han moldeado los sistemas de partidos en las democracias oc
-
cidentales. En este caso el desarrollo se ha concentrado históricamente en el
corredor montañoso central del país, el Gran Área Metropolitana, dejando a las
zonas costeras y fronterizas en una situación de relativa periferia.
El análisis espacial del voto demuestra que esta división no es meramente eco
-
nómica, sino también política y cultural. Como señala Rodón (2019), la geo
-
grafía es un factor clave en el comportamiento electoral porque “la gente tiende
a vivir o a relacionarse con gente que se asemeja, lo cual puede crear efectos en
cuestiones políticas, como la polarización ideológica” (Rodón, 2019: 61). El re
-
sultado de 2018 es una manifestación clara de este principio: En este caso a las
zonas urbanas e industriales se asocia la elite política de la nación, la población
con mayores recursos, con mejor acceso a la formación educativa y mayor infor
-
mación. Esto defne un perfl más cónsono con las opciones de carácter liberal y
desarrollista. Por el contrario, las zonas más rurales se asocian al voto más con
-
servador. Así, el Partido Restauración Nacional PRN (Derecha neo-pentecos
-
tal) obtuvo una mayor votación en las zonas más rurales y de menor nivel socioe
-
conómico y el Partido Acción Ciudadana PAC (socialdemocracia-progresista)
fue mayormente votado en las zonas urbanas y en los niveles socioeconómicos
medios y altos. De este modo, la geografía no solo describió la distribución del
voto, sino que se convirtió en la expresión visible del nuevo clivaje ideológico-
religioso que polarizó al país.
4.2. FRAGMENTACIÓN
El colapso del bipartidismo tradicional en Costa Rica no dio paso a un nue
-
vo orden estable, sino a un escenario político desintegrado. La fragmentación,
considerada como “uno de los elementos más destacables del sistema de partidos
y del comportamiento electoral” (Szmolka, 2007: 1), se manifestó en las eleccio
-
nes de 2018 en dos niveles interconectados: en la oferta de los partidos políticos
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y en la dispersión del voto popular. Este fenómeno es crucial para comprender la
dinámica del presidencialismo, pues impacta directamente en la gobernabilidad
al determinar si el poder se encuentra disperso o concentrado (Sartori, 1987,
citado en Szmolka, 2007: 2).
A nivel de los partidos, la contienda de 2018 presentó trece agrupaciones de
diversas orientaciones compitiendo por el poder. Esta proliferación de la oferta
no es casual, sino que responde a un sistema con bajas barreras de entrada para la
conformación de partidos, como los bajos requisitos de afliación en compara
-
ción con otros países de la región (Dazarola, 2023: 6). Este diseño institucional,
sumado a la crisis de los partidos históricos, facilitó la aparición de “máquinas
electorales” construidas en torno a liderazgos personalistas, en lugar de “institu
-
ciones partidistas” con un anclaje social profundo (Alcántara, 2004: 62).
Desde la perspectiva de los votantes, esta amplia oferta se tradujo en una frag
-
mentación del voto. En un contexto de desalineamiento electoral (Carvalho,
2003), donde las lealtades partidarias se han disuelto, el electorado se encontró
sin los anclajes tradicionales del PLN y el PUSC. Al romperse el bipartidismo, la
intención de voto se diversifcó y se esparció entre las nuevas opciones que mejor
representaban las posturas del emergente clivaje ideológico-religioso. Esta disper
-
sión del sufragio es el correlato directo de la alta volatilidad electoral; un electora
-
do sin ataduras es, por defnición, un electorado cuyo voto se fragmenta entre los
contendientes que logran capturar su atención en una coyuntura específca.
4.3. IDENTIFICACIÓN PARTIDISTA
La elección de 2018 se desarrolló en un escenario marcado por una profunda
crisis de la identifcación partidista, concepto central del modelo socio-psicológi
-
co de Michigan que la defne como una “adhesión afectiva duradera” que orienta al
elector (Sulmont, 2010: 3). En Costa Rica, esta tendencia de disociación o pérdida
de la identidad partidista venía confgurándose desde la elección de 2002, vincu
-
lada a una creciente pérdida de credibilidad en las ofertas electorales y en la trans
-
parencia de la acción gubernamental. Este fenómeno de desalineamiento electoral
(Carvalho, 2003: 1239) dejó a una vasta porción del electorado sin los anclajes
tradicionales del PLN y el PUSC, convirtiéndolos en votantes “de opinión”, más
fuidos y susceptibles a lA fuctuación de la coyuntura.
Según diversos análisis, a partir del ciclo electoral de 2002 y hasta 2014, el
electorado costarricense mostró la confguración de una creciente disociación o
perdida de la identidad partidista vinculada a la desconfanza de credibilidad de
las promesas de campaña como en la transparencia de la acción de la gobernanza.
Paradójicamente, las elecciones del 2018 lograron convocar al 65% de la pobla
-
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Crisis, clivaje y volatilidad: Un análisis de las elecciones presiden-ciales de 2018 en Costa Rica
ción votante y confgurar un nuevo eje bipartidista de facto, protagonizado por
el PAC y el PRN (Socialdemocracia-progresismo/Derecha neopentecostal) que
deja atrás a los partidos tradicionales (PLN y PUSC).. Sin embargo, este nuevo
eje no representaba la restauración de un sistema de lealtades estables, sino la ma
-
nifestación de una polarización coyuntural, que se ajustó en torno al emergente
clivaje ideológico-religioso. La capacidad de este nuevo conficto se traduce en
una representación parlamentaria diversa pues al ser un sistema electoral de re
-
presentación proporcional, busca activamente una alta proporcionalidad.
Este diseño institucional busca minimizar la desproporcionalidad, es decir, la
desviación entre votos y escaños, que tiende a ser más acentuada en los sistemas
mayoritarios. En la práctica, esto signifca que a los partidos pequeños o a las
fuerzas emergentes les resulta más fácil obtener representación parlamentaria
(Dazarola, 2023: 7). El ascenso del partido evangélico Restauración Nacional,
que en un solo ciclo electoral pasó de tener un único diputado a conformar una
bancada de 14, es un ejemplo claro de cómo el sistema proporcional permite que
nuevas fuerzas políticas capitalicen rápidamente un agudo descontento social
o la activación de un nuevo clivaje, como ocurrió en 2018 (Szmolka, 2007). El
sistema, por tanto, no solo refejó la división del electorado, sino que facilitó que
esa fractura se expresara con toda su complejidad en la Asamblea Legislativa.
4.4. ABSTENCIÓN
La comparación demográfca entre las elecciones de 2014 y 2018 muestra
un leve incremento de la abstención. Al comparar los resultados electorales del
2014 con los de esta 1ra vuelta del 2018, se observa el incremento de la absten
-
ción. (Ver cuadro 5)
Cuadro 5. Resultados 2014 y 2018. Datos TSE CR.
Demografía electoral
2014
2018
Población
4.736.786
4.947.490
Hab. Inscritos
3.051.386
3.322.329
Votantes1.vuelta
2.099.219
2.054.702
Participación
68.19%
65.66 %
Votos válidos
2.055.472
2.028.410
Votos en blanco
5.726
4.509
Votos nulos
43.747
20.293
Fuente: Tello, Urbaneja y Vílchez (2024).
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4.5. VOLATILIDAD: EL VOTO NÓMADA Y LA RECONFIGURACIÓN DEL ESCENARIO
POLÍTICO
Si bien la comparación demográfca entre las elecciones de 2014 y 2018
muestra un leve incremento de la abstención, el fenómeno más determinante de
la contienda fue la volatilidad electoral, entendida como el “desplazamiento del
voto entre los diferentes partidos, en dos elecciones sucesivas” (Carvalho, 2003:
1235). La elección de 2018 en Costa Rica fue la crónica de un electorado en
movimiento, cuyas lealtades, desancladas de los partidos tradicionales, migraron
masivamente hacia nuevas opciones, reconfgurando por completo el mapa po
-
lítico en un solo ciclo electoral.
Este comportamiento es la manifestación empírica de un profundo proceso
de desalineamiento electoral, donde los vínculos psicológicos y sociales que con
-
forman la identifcación partidaria se han debilitado hasta volverse casi inexis
-
tentes (Carvalho, 2003; Sulmont, 2010). Un electorado sin “identifcaciones
partidarias consolidadas es potencialmente volátil y susceptible... de provocar
cambios electorales drásticos” (Carvalho, 2003: 1238). En este contexto, el voto
dejó de ser una expresión de lealtad histórica para convertirse en un instrumento
de racionalidad práctica y un uso pragmático-utilitario.
Cuadro 6. Volatilidad del voto. Elecciones de Costa Rica 2018. Cuadro comparativo de
resultados 1ª y 2da vuelta. (Datos TSE CR.).
Partido Político
Votos 2014
Votos 2018
Variación
Absoluta
Variación
Porcentual
(%)
Restauración Nacional
27,691
538,504
+510,813
+1844.7%
Unidad Social Cristiana
123,653
344,595
+220,942
+178.7%
Integración Nacional
3,042
205,602
+202,560
+6658.8%
Republicano Social Cristiano
-
106,444
+106,444
Nuevo
Alianza Demócrata Cristiana
-
12,638
+12,638
Nuevo
Nueva Generación
5,882
16,329
+10,447
+177.6%
De Los Trabajadores
4,897
4,351
-546
-11.1%
Accesibilidad Exclusión
10,339
7,539
-2,800
-27.1%
Renovación Costarricense
16,721
12,309
-4,412
-26.4%
Movimiento Libertario
233,064
21,890
-211,174
-90.6%
Liberación Nacional
610,634
401,505
-209,129
-34.2%
Acción Ciudadana
629,866
466,129
-163,737
-26.0%
Frente Amplio
354,479
16,862
-337,617
-95.2%
Fuente: Tello, Urbaneja y Vílchez (2024).
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Crisis, clivaje y volatilidad: Un análisis de las elecciones presiden-ciales de 2018 en Costa Rica
La distribución comparativa de los votos por partido evidencia la magnitud
de este sismo electoral. El Partido Restauración Nacional (PRN) experimentó
un crecimiento de más del 1800%, mientras que el Frente Amplio, que había
sido una fuerza protagónica en 2014, perdió más del 95% de su electorado. Esta
masiva migración del voto no solo diezmó a los partidos tradicionales, sino que
confguró un nuevo eje bipartidista coyuntural entre el PAC y el PRN. Este
fenómeno demuestra cómo, en un sistema de partidos desinstitucionalizado y
ante la activación de un clivaje de alta intensidad emocional, el electorado es ca
-
paz de abandonar sus antiguas fliaciones y realinearse por completo en torno a
las fuerzas que mejor representan los nuevos polos del conficto (Ver cuadro 6).
4.6. CLIVAJE SOCIO-IDEOLÓGICO-RELIGIOSO:
El término clivaje se refere a las divisiones profundas en una sociedad, donde
los confictos sociales se articulan a través de organizaciones como los partidos
políticos, confgurando así las lealtades electorales (Sulmont, 2010: 10). La elec
-
ción de 2018 estuvo marcada por la súbita aparición de un fuerte clivaje que
enfrentó una visión cristiano-conservadora con otra laica-modernizante. Esta
fractura, latente en la sociedad costarricense, fue activada por un evento crítico:
la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el matri
-
monio igualitario.
En un contexto de desalineamiento electoral, donde las lealtades hacia los
partidos tradicionales se habían erosionado (Carvalho, 2003), esta controversia
generó una intensa polarización. La campaña se vio inundada por un imaginario
religioso que confrontó al catolicismo tradicional y a la creciente comunidad
evangélica con las corrientes seculares, un conficto encarnado en la fgura de Fa
-
bricio Alvarado (candidato del PRN). El sistema electoral proporcional de Cos
-
ta Rica sirvió como un canal institucional efectivo para que este nuevo conficto
social se tradujera directamente en opciones partidistas viables. A diferencia de
los sistemas mayoritarios que fuerzan una convergencia, el sistema proporcio
-
nal permitió a los votantes elegir partidos que representaban directamente sus
posturas en este nuevo y apasionado eje de conficto, sin tener que optar por los
“males menores” de los partidos tradicionales.
5. LA SEGUNDA VUELTA: LA CONSOLIDACIÓN DE UN
BIPARTIDISMO EFÍMERO
La segunda vuelta, celebrada el 1 de abril de 2018, se desarrolló en un am
-
biente de máxima polarización. Los dos fnalistas, Carlos Alvarado (PAC) y Fa
-
bricio Alvarado (PRN), no representaban a las fuerzas históricas del país, sino a
los dos polos del nuevo clivaje que había fracturado a la sociedad costarricense.
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5.1. GEOGRAFÍA DE LA POLARIZACIÓN
Los resultados del balotaje confrmaron la geografía electoral que se había
esbozado en la primera ronda. Las zonas urbanas, nucleadas en el Valle Central,
respondieron con un voto mayoritario hacia el PAC, refejando el clivaje centro-
periferia que a menudo caracteriza las divisiones políticas (Rodon, 2019). En
contraste, las zonas rurales y costeras, con diferentes realidades socioeconómi
-
cas, se inclinaron de forma contundente por el PRN, consolidando un mapa
político dividido no solo por la ideología, sino también por el territorio.
5.2. FRAGMENTACIÓN
La fragmentación observada en la primera vuelta se concentró y polarizó en
torno a los dos candidatos fnalistas, quienes buscaron alianzas para sumar apo
-
yos. Los resultados revelaron el surgimiento de un nuevo eje bipartidista (PAC/
PRN), pero este no se basaba en identidades partidarias consolidadas, sino en
un cálculo pragmático del electorado. La votación fue un claro ejemplo de ra
-
cionalidad instrumental, donde los votantes, desprovistos de lealtades afectivas
duraderas, emitieron un sufragio basado en la utilidad y en la elección del can
-
didato que mejor representaba su posición en el conficto central, o que peor
representaba la posición contraria (Sulmont, 2010).
Tras la fragmentación del voto de la primera vuelta y en un esfuerzo por ase
-
gurar la victoria en la segunda ronda los partidos contendientes buscaron alian
-
zas con los partidos minoritarios que les permitiera ganar las elecciones confgu
-
rando dos grandes bloques de alianzas:
1- Partido Acción Ciudadana (PAC) sumó el apoyo del Partido Unidad So
-
cial Cristiana (PUSC) y del Frente Amplio (FA).)
2. El Partido Restauración Nacional (PRN), por su parte, aglutinó una coa
-
lición más amplia que incluyó al Partido Liberación Nacional (PLN), el Partido
Integración Nacional (PIN), el Partido Republicano Social Cristiano (PRSC),
el Partido Renovación Costarricense (PRC) y el Partido Accesibilidad Sin Ex
-
clusión (PASE).
5.3. INTENSIFICACIÓN DEL CLIVAJE
El período de la segunda vuelta agudizó la polarización. La propaganda se
centró en avivar los temores de ambos lados: por un lado, el miedo a la imposi
-
ción de una agenda “globalista” y liberal; por otro, la “amenaza de arribo al poder
de los partidos evangélicos. La intensidad del conficto fue tal que el Tribunal
Supremo de Elecciones (TSE) debió intervenir, prohibiendo el uso de púlpitos
y ceremonias religiosas para inducir el voto. La marcada mezcla de religión y
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política, y la volatilidad de un electorado que debía elegir entre dos opciones
extremas, se convirtieron en los fenómenos determinantes de la elección, culmi
-
nando en el triunfo del Partido Acción Ciudadana (PAC)
5.4. VOLATILIDAD
La
volatilidad electoral
se intensifcó notablemente durante la segunda
vuelta, manifestándose no como un simple cambio de preferencias, sino como
una reconfguración profunda del panorama político. Este fenómeno fue im
-
pulsado por el masivo electorado que quedó desamparado tras la derrota de los
partidos tradicionales y otras fuerzas en la primera ronda. En un contexto de
desalineamiento electoral, donde las lealtades partidistas son débiles o inexisten
-
tes (Carvalho, 2003), estos votantes no contaban con anclajes ideológicos que
guiaran su decisión de manera automática.
La decisión en el balotaje se convirtió, por tanto, en un ejercicio de raciona
-
lidad pragmática y utilitaria (Sulmont, 2010). La aguda polarización generada
por el clivaje ideológico-religioso obligó a los electores a tomar una decisión
instrumental entre dos proyectos de sociedad antagónicos. La votación fue im
-
pulsada en gran medida por el rechazo a uno de los candidatos, más que por una
adhesión genuina al otro. Las alianzas interpartidistas, formadas por el PAC y
el PRN para captar el voto de los partidos minoritarios, actuaron como canales
que dirigieron esta migración de sufragios, exacerbando la volatilidad y demos
-
trando que, en la nueva política costarricense, el voto es un recurso fuido que
se desplaza en función de los confictos y los actores que dominan la coyuntura.
CONCLUSIONES
Las elecciones presidenciales de 2018 no fueron una contienda más para
Costa Rica; representaron el punto de quiebre donde las tensiones acumuladas
durante años fnalmente reconfguraron el mapa político del país. Aunque se
enmarcan en las tendencias de crisis de representación que vive América Latina,
estas elecciones marcaron una intensifcación crítica de la abstención, la frag
-
mentación y la volatilidad que ya se venían gestando desde el ciclo de 2014.
Estas elecciones presidenciales de 2018 en Costa Rica marcaron un punto
crítico en los índices presentes en 2014 en relación a abstención, fragmentación
partidista y volatilidad del voto, se incrementaron. La espacialidad del voto se
acentúa confgurando un clivaje geoespacial y se presenta un fenómeno inédito:
un clivaje ideológico-religioso que polariza el voto entre la liberalidad de la co
-
rriente globalista y el ascenso al poder del neopentecostalismo. Estos elementos
se analizan como el resultado de un profundo y complejo proceso sociopolítico.
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La fragmentación partidista, la abstención y la volatilidad del voto: una vez
consolidado el sistema de partidos en el periodo 1953-2002, con el subsecuente
bipartidismo tradicional (PLN y PUSC) (1986-2002), los escándalos de corrup
-
ción y el progresivo desgaste de las prácticas políticas incidieron en los procesos
de desconfguración de la identidad partidista, el incremento de la abstención y la
emergencia de nuevos partidos que desplazaron a los ya tradicionales. A pesar de
la evidente crisis de representación y la pérdida de credibilidad, el sistema político
costarricense, se canalizó a través de estructuras partidistas (el PAC y el PRN), que
lograron confgurar un nuevo eje bipartidista. Esto confrma el argumento de Al
-
cántara y Freidenberg (2009) que, si bien los ciudadanos manifestan una enorme
desconfanza, los partidos continúan siendo los actores indispensables que “hacen
operativo al sistema político”, articulando la competencia y proveyendo los canales
para el ejercicio del poder. Sin embargo, aunque los partidos persisten como es
-
tructuras indispensables, el vínculo que los unía con:
•
La volatilidad: el voto, no atado ya a las fuertes presiones de la lealtad
al partido, se expresa ahora como elemento de racionalidad practica y
un uso pragmático-utilitario. Esta volatilidad, aunque extrema en Costa
Rica, es coherente con una región donde los partidos, a pesar de su esta
-
bilidad nominal, enfrentan un electorado cada vez menos cautivo.
•
El clivaje o polarización ideológica-religiosa en Costa rica ya experimen
-
taba procesos de polarización en torno a temas económicos y de corrup
-
ción desde 1998. En esta elección se presentó un fenómeno inédito: es
-
timulado por la propaganda y los medios de comunicación, Costa Rica
se polarizo y se sintió conminada a decidir entre un partido (PAC) que
apuntaba hacia las medidas más liberales de la corriente globalista y otro
(PRN) que fue interpretado como la amenaza del ascenso al poder de las
corrientes cristianas más ortodoxas y fundamentalistas, el neopentecos
-
talismo.
•
La espacialidad del voto: consecuencia directa de la polarización, en esta
elección se confguró un clivaje geoespacial que defnió dos zonas muy
precisas; la zona interna o urbana de carácter socioeconómico medio/
alto con un incremento de votos a favor del PAC (de orientación liberal
y globalista) y las zonas rurales, costeras y fronterizas, de trazos socioe
-
conómicos más pobres las cuales votaron masivamente por el PRN (de
orientación conservadora/fundamentalista).
El proceso se explica por una concatenación de factores: primero, un pro
-
fundo desalineamiento electoral (Carvalho, 2003) producto del desgaste de los
partidos tradicionales (PLN y PUSC) por escándalos de corrupción y pérdida
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Crisis, clivaje y volatilidad: Un análisis de las elecciones presiden-ciales de 2018 en Costa Rica
de credibilidad. Segundo, sobre este terreno de lealtades erosionadas, un evento
crítico (la resolución de la CIDH) activó un poderoso clivaje ideológico-reli
-
gioso que polarizó a la sociedad (Sulmont, 2010). Tercero, un electorado ope
-
rando bajo una racionalidad limitada utilizó este nuevo clivaje como el principal
heurístico o atajo cognitivo para simplifcar su decisión de voto (Rodón, 2019).
Finalmente, el sistema electoral proporcional permitió que esta nueva fractura
social se tradujera en una fragmentación parlamentaria récord.
A pesar de esta evidente crisis de representación, el sistema político se cana
-
lizó a través de estructuras partidistas (el PAC y el PRN), confrmando el ar
-
gumento de que, si bien los ciudadanos manifestan una enorme desconfanza,
los partidos continúan siendo los actores indispensables que “hacen operativo al
sistema político” (Alcántara & Freidenberg, 2001: 19). El voto, liberado de las
presiones de la lealtad, se expresó como un elemento de racionalidad pragmática
y uso utilitario, reafrmando la imagen de un país que se debate en defniciones
para mantener su estabilidad. El devenir de estas fuertes tendencias habría de
esclarecerse en las futuras elecciones de 2022.
Todos estos elementos reafrman la imagen de un país que se debate en def
-
niciones para mantener su estabilidad en medio de procesos de crisis. El devenir
de estas fuertes tendencias habría de esclarecerse en las futuras elecciones presi
-
denciales y legislativas del 2022, evento tratado en un posterior análisis.
REFERENCIAS
Alcántara Sáez, M. (2004). Partidos políticos en América Latina: Precisiones con
-
ceptuales, estado actual y retos futuros.
Revista de Estudios Políticos, 124
,
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Alfaro Redondo, R. (Ed.). (2020).
Elecciones 2018 en Costa Rica: Retrato de
una democracia amenazada
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