Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ 
caminos para realizar esta decisión y optar por concentrar los esfuerzos y 
los recursos según las prioridades que se derivan del nivel de afectación 
de  la  vida  (de  los  más  vulnerables  y  vulnerados,  de  las  esclavitudes 
modernas o del deterioro de la “casa común”). 
En tiempos de predominio de enfoques educativos centrados en la 
competitividad, el éxito o  la capacidad de interactuar (hacerse uno) con 
las  máquinas,  un  enfoque  educativo  rehumanizador  de  bases  éticas, 
centradas en hacer posible el camino del humano hacia su propia morada, 
representa un desafío de especial vigencia y necesidad en las sociedades 
contemporáneas y  replantea el problema de la felicidad como búsqueda 
de  la  realización  humana. Las sociedades actuales, en su mayoría, están 
fuertemente  marcadas  por  el  rendimiento  -como  lo  señala  Byung-Chul 
Han-, por la prisa o la eficacia (en detrimento del sentido) y, en definitiva, 
por  la  supervivencia.    En  ellas,  los  seres  humanos  resultan  medidos, 
valorados  y  recompensados  (o  sancionados)  en  relación  con  tales 
parámetros  y  su  actuación  se  ve  reducida  a  su  funcionalidad  como 
productor, consumidor o seguidor de redes y tendencias.  
En una realidad social fragmentada y con apremiantes exigencias 
de  respuesta  en  tiempo  real,  la  capacidad  de  elección,  planteada  por 
Amartya Sen y Martha Nussbaum como capacidad humana fundamental, 
se  convierte  en  poco  más  que  la  hipótesis  de  una  situación  ideal  pero 
difícilmente  alcanzable.  Con  ello,  en  definitiva,  algunas  de  las 
dimensiones  constitutivas  de  lo  humano,  tales  como  la  esperanza,  la 
capacidad de futuro y la búsqueda de felicidad, se reducen igualmente a 
espacios  individuales,  refugios  de  privacidad  y  zonas  de  artificialidad 
tecnológica,  lo  que  contribuye  a  la  fragmentación  de  la  experiencia 
unitaria de la persona y a la fractura de su estructura comunicativa.  
Esta  realidad  hace  muy  difícil  que  la  vida  personal  -
constitutivamente articulada al ser con otros- pueda alcanzar su plenitud 
como  lugar  de  articulación  y  unidad  armónica  de  todas  las 
dimensiones intrapersonales, interpersonales, ecológicas y espirituales. 
Más  allá  de  algunas  perspectivas  psicológicas,  que  privilegian  la 
capacidad de adaptarse y no sufrir, o de las tendencias a la búsqueda 
de  “islas  de  bienestar  individual”,  estas  dimensiones  pueden  darle 
contenido  y  sentido  al  antiguo  tema  de  la  felicidad  y a  la  educación 
como camino a la propia morada que convoca la activación de fuerzas 
humanas  para  aprender  a  ser  felices.  De  ello  se  ocupa  el  presente 
volumen sobre Persona y felicidad.