
Interacción y Perspectiva. Revista de Trabajo Social Vol. 14 N
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2 / julio-septiembre, 2024 
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Los retos podemos diferenciarlos en dos direcciones. De un lado los asociados 
con los sesgos, efectos sobre la sociedad en general, de la toma de decisiones públicas 
fundados en algoritmos o el big data. Por otro, los aprovechamientos que podemos hacer 
de la IA para incrementar nuestro bagaje cognitivo respecto de las realidades a intervenir 
o bien  para alimentar los elementos  de juicio en  favor de la toma de  decisiones, sin 
mayor análisis que las alternativas que nos sugieren los modelos de IA alimentados con 
información  histórica.  En  ambos  casos,  hay  todo  un  campo  abierto  a  los  estudios, 
posibilidades, experimentaciones, debates, preocupaciones, temores, ansiedades, que 
apenas si mencionamos aquí para resaltarlo porque no puede faltar en cualquier revisión 
de nuestra relación  profesional  en los  tiempos  que  corren  y  porque  adentrarnos  con 
propiedad en ello requiere mayor espacio y detenimiento. Lo que está fuera de dudas es 
la urgencia de su aprovechamiento avalada por varias circunstancias: : la complejidad 
de lo social y la contingencia que lleva a aparejada, la singularidad de cada situación 
analizada (lo que es “el caso” en los escenarios clásicos de intervención) y la necesidad 
de buscar respuestas eficaces que se inserten en la dimensión más práctica y utilitaria 
de la disciplina como es la búsqueda de soluciones de casos o situaciones (Tambe y Rice, 
2018: 10-12) 
Apunte final. La familia como espacio natural de intervención 
Tal vez una de las síntesis que resume buena parte de lo que aquí he expuesto 
se orienta hacia sobre prevalencia de la familia como el espacio natural de intervención. 
Apuntaba que uno de los hechos sociales de mayor trascendencia desde la perspectiva 
de los escenarios de intervención que nos son propios se centra en los cambios ocurridos 
en la familia posmoderna. Cambios que guardan su ambivalencia puesto que al tiempo 
que se dilata y muestra su influencia sobre la vida contemporánea no regulada por el 
estado  ni  el  mercado,  también  se  comprime  en  su  membrecía  y  se  relaja  en  la 
formalización de sus vínculos. Los cambios en la institución humana más antigua con 
raíces  en  nuestra  misma  condición  animal  no  pueden desdeñarse  y  merecen toda  la 
atención,  especialmente  tratándose,  como  ya  se  ha  dicho,  de  uno  de  los  escenarios 
naturales de intervención profesional de los trabajadores sociales.  
 
En efecto, la familia se comprime en sus miembros, se reduce el número de hijos 
y se relaja en sus relaciones de pareja que ya no son para siempre ni se regulan bajo 
mandamientos religiosos. Se dilata en tanto se mantiene como la primera y primaria 
estructura de acogida que regula bajo el código simbólico del amor las relaciones de 
parentesco. Expone su fuerza como entidad prestadora de servicios de cuidados que en 
nuestros países no presta el estado ni el mercado. Incluso, más allá, actúa como recurso 
de  financiamiento  para  alargar  su  brazo  de  auxilio  y  ayuda  y  soportar  el  gasto  de 
acontecimientos extraordinarios como el nacimiento o la enfermedad intempestiva, o, 
por  ejemplo,  de  las  migraciones.  Ver  sobre  esto  último  los  estudios  sobre  el  hecho 
migratorio en Ecuador, Colombia o El Salvador que resaltan que no hay proyecto exitoso 
de  migración  en  ausencia  de  la  familia.  O  bien,  basta  pensar  por  un  instante  en  el 
esfuerzo descomunal que ha significado movilizar a través del engranaje de la industria