Santilli, N. Revista de Filosofía, Vol. 42, Nº Especial 2025, pp. 109-121 114
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
interpretar las cosas es producto de una ideología sexista socialmente establecida, que obliga
a las niñas a comportamientos más tranquilos y sumisos, de modo que los rasgos autistas,
que pudieran ser diagnosticados, tienden a no reconocerse, incluso ante la mirada
escrutadora de los profesionales, quienes, influenciados igualmente por sus prejuicios
referentes al género, encasillan a las mujeres dentro de estas expectativas patriarcales.
Por otra parte, es de hacer notar que las niñas tienen mayores probabilidades de
recurrir a conductas imitativas, buscando con ello copiar las habilidades sociales de los
adultos a fin de mantener las amistades. Empero, esta conducta se complica durante la
adolescencia, cuando los síntomas del TEA son reconocidos por las propias niñas y
comienzan a ocultarlos para evitar que se detecte su condición. El otro asunto es que, puesto
que las relaciones entre adolescentes femeninas requieren de habilidades sociales más
orientadas hacia lo emocional, o mejor dicho, a la gestión emocional de los problemas, las
mismas representan un desafío muy fuerte para las que tienen TEA.
Al llegar a la adultez, las mujeres con TEA manifiestan no haber encajado
socialmente, pues muchas de ellas no recibieron un diagnóstico temprano, acumulando
comorbilidades como la depresión, la ansiedad y otras anomalías psicológicas, resultantes
del deseo de ser como los demás. Este no encajar socialmente abarca lo personal, lo
profesional, lo sexual y la vida social en general. Este desajuste va acompañado de
sentimientos de desgaste, fractura de la identidad, inhibición social, falta de control de las
emociones, complicaciones a la hora de tener que gestionar la vida independiente, descuido
de los hábitos alimenticios, entre otros aspectos.
En realidad, esta perturbación se experimenta desde la niñez y se prolonga hasta la
etapa adulta, configurando una estructura psíquica y emocional llena de vulnerabilidades,
que acompañan el desarrollo, lo que las hace más propensas al acoso escolar y universitario,
y a temer el contacto físico, impidiéndoles participar en actividades sociales; además,
suscitan alteraciones sensoriales, inflexibilidad a los cambios, cansancio, dificultades para
manejar los desacuerdos y autorregular su conducta.
Por eso, se hace necesaria la detección y abordaje temprano del TEA en las mujeres,
considerando ciertas características fenotípicas, como la mayor sensibilidad al tacto, al olor,