Balza, R. Revista de Filosofía, Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 12-27                                                          15
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598 
problema-tema  en  muchos  filósofos  y  movimientos  intelectuales  en  la  época 
contemporánea, con especial énfasis en Ludwig Wittgenstein.         
II 
Cuando Kant se pregunta ¿qué puedo saber (conocer)?, le da un giro a la pregunta 
¿cómo conocemos?, pues ya no se pregunta sólo por la relación sujeto-objeto, y cómo el 
primero aprehende al segundo o cómo el segundo determina al primero, sino, hasta dónde 
es  posible  esa  relación;  hasta  dónde  el  sujeto  y  el  mundo  —fenoménico—  pueden 
encontrarse  —o  manifestarse—  sin  que  falte  el  sentido,  lo  cognoscible  y  un  orden 
categórico.  Lo  que  significa  que  ese  mundo  cognoscible  y  posible  en  el  orden  de  la 
experiencia  humana,  dentro  del  problema  del  conocimiento  en  Kant  y  a  partir  de  la 
pregunta que se hace, no podemos pensarlo ya como algo ilimitado que desborda el juicio, 
el  entendimiento,  los  conceptos,  la  intuición  o  las  categorías,  sino,  como  una  totalidad 
posible que adquiere su forma en los límites de la razón pura que se impone como límite en 
esa relación (sujeto-objeto); pues, más allá de esa totalidad posible no hay nada que pueda 
ser  objeto  de  nuestra  intuición  sensible  y,  por  tanto,  de  nuestros  límites  epistémicos. 
Cuando preguntamos qué puedo saber y no cómo, se está asumiendo el presupuesto de un 
límite epistémico; y, con ello, se está retornando a la naturaleza propia del conocimiento, 
aquella en cuya base se impone, inicialmente, un orden fenoménico posible.  
Kant gira la pregunta hacia al ámbito interno de lo que es posible para el sujeto, y 
saca el problema del conocimiento del ámbito externo, aquel que hasta el momento estaba 
centrado  en descubrir y explicar  cómo dos cosas  “independientes” se  ponen en contacto 
(sujeto  y  objeto).  Kant  nos  devuelve  a  la  interrogante  inicial  y  principal,  la  que  debió 
esclarecerse  primero antes  que  la  interrogante  sobre  el  proceso  del  conocimiento:  saber 
cómo  se  da  el  conocimiento parte,  esencialmente,  por saber  —primero—  hasta  dónde  el 
sujeto  le  es  permitido  tener  un  sentido  del  mundo  —fenoménico—.  Dejar  a  un  lado  un 
problema epistémico  externo,  y ubicar  el problema en  la  propia naturaleza  interna [y  a 
priori] del conocimiento, se llega bien a considerar que:  
(…) parece natural que  tan pronto como  se ha abandonado el campo  de  la 
experiencia,  no  se levante un  edificio  con  conocimientos que  se poseen  sin 
saber de dónde y sobre el crédito de principios, cuyo origen no se conoce, sin 
antes  haber  asegurado,  por  medio  de  cuidadosas  investigaciones,  la 
fundamentación de dicho edificio; y que, por lo tanto se habrá lanzado hace 
tiempo  la  cuestión  de  cómo  el  conocimiento  puede  llegar  a  todos  esos 
conocimientos a priori, y qué extensión, validez y valor pueden tener. Nada, 
en realidad, es mas natural, si por natural se entiende lo que debiera ocurrir 
equitativa y racionalmente. Más si se entiende lo que ocurre de costumbre, 
entonces nada más natural y más comprensible que el que esa investigación 
no se haya hecho en tanto tiempo.