Medina, H. Revista de Filosofía, Vol. 41, Nº109, 2024-3, (Jul-Sep) pp. 137-149                               140 
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598 
 
 
Pero con la filosofía no pasa lo mismo, es una disciplina que anda en lo oscuro, que 
no  tiene  observación,  ni  experimentación,  ni  mucho  menos  una  ley  o  axioma  que  la 
demuestre. Durante siglos se ha mantenido y ha sido importante por el simple hecho de amar 
el conocimiento, la sabiduría, el pensar y el analizar sobre estructuras, el hombre, el ser y el 
mundo, nada más, pero no existe, hasta el momento, una prueba fehaciente que nos conduzca 
a que el sistema o método es una realidad, una verdad y sirva para hacer avanzar el mundo. 
No, no ha sucedido. 
 
La filosofía nace de la curiosidad por saber del mundo, preguntarnos el Porqué, el 
porqué del mundo, el porqué de esto, de aquello, de decisiones tomadas, del cosmos, de la 
metafísica,  todo  ello,  con  los  presocráticos,  los  primeros  padres  de  esa  sabiduría,  nos 
mostraron  un  camino  pedregoso  y  enmontado  el  cual  los  siguientes  hombres  de  siglos 
tendrían  que  despejar.  Aunque  la  ciencia  de  alguna  forma  ha  avanzado  también  por  la 
curiosidad, por el amor al saber, la filosofía tiene algo de especial y es ese pensamiento incierto 
que nos engolosina a armar métodos certeros para llegar a la verdad, lo que no tiene la ciencia 
que cuenta con herramientas y laboratorios palpables, los filósofos trabajamos con la mente 
y has con la conciencia si se quiere. 
 
Podríamos preguntarnos cómo es que Tales de Mileto se cuestionó por primera vez 
que el origen del mundo era el agua, que puso un primer granito de arena para las siguientes 
teorías;  y  además,  fue  importante  porque fue  el primer  filósofo  que  no  dio  explicaciones 
basadas en mitos, sino lo lógico, la razón y fue de gran ayuda, poniendo la primera piedra para 
toda  la  evolución  de  la  filosofía.  Además,  contó  con  agregados  matemáticos.  Caminar, 
sorprenderse, imaginar, pensar y dejar que un poco de intuición llegue a concluir una verdad 
o teoría, así me imagino a Tales y a muchos de los presocráticos que hubo. 
 
Y así, llegando a experimentar razones a través de observaciones lógicas, intuitivas, 
de duda, de pregunta, caminando por la oscuridad sin ver nada, tanteando con las manos para 
ver qué hay adelante y seguir caminando, porque no hay una luz. Y los filósofos han estado 
así,  tanteando  durante  siglos,  por  instantes  buscando  el  interruptor  para  la  luz,  y  no  lo 
encuentran,  casi  llegando,  pero  continúan  más  bien  tanteando  en  la  oscuridad  para  no 
tropezarse. Aunque, me atrevería a decir que, con el paso de los siglos, el filósofo ha tenidos 
las herramientas necesarias, con todos los métodos y sistemas que ya se han realizado, para 
ser  capaces de encender la luz y  ver todo con  claridad,  ha  habido escaramuzas y grandes 
hombres han llegado a intentarlo, pero fracasan. 
 
Cabe preguntarnos, ¿la filosofía es para encontrar el interruptor y saber la verdad, o 
simplemente ese el objetivo, el fin último de ella, que se ande tanteando para no tropezar, con 
sabiduría, conocimiento e intuición? ¿Si llegara a encontrar el interruptor y se prendiera la 
luz y supiéramos la verdad de todo, se acabaría la filosofía, ya no sería interesante para el 
hombre y habrá acabado su evolución? Creo que no se debería encontrar el interruptor, no es 
primordial para la filosofía, no es el fin para encontrar la verdad, simplemente la filosofía está