Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº107, 2024-1, (Ene-Mar) pp. 80-100
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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(CC BY-NC-SA 4.0)
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Hacia una hermenéutica del texto: Un diálogo entre Gadamer
y Lotman
Towards a Hermeneutics of the Text: A Dialogue between Gadamer
and Lotman
Johan Méndez Reyes
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9349-223X
Universidad Politécnica Salesiana - Ecuador
Grupo de investigación ATARAXIA
Email: reymanjoh@gmail.com
Mónica Chávez González
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3201-7400
Universidad Tecnológica ECOTEC - Ecuador
Email: monica.ch.gonzalez707@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11139462
Resumen
Los trabajos sobre la comprensión e interpretación del texto y su significado continúan
siendo temas de gran relevancia en una amplia gama de disciplinas como la filosofía, la
literatura, la lingüística, la historia y la psicología. En el ámbito de la filosofía, el texto se
convierte en un espacio ideal para la reflexión gracias a su capacidad para revelar ideas,
valores y experiencias humanas. La hermenéutica se dedica al estudio del texto como
objeto principal, pero sus aplicaciones se extienden a otras áreas como la filosofía del
lenguaje, la antropología, la ontología, la teoría del conocimiento y la epistemología. Este
trabajo tiene como objetivo analizar y comparar los planteamientos de Gadamer y Lotman
sobre el texto, con el fin de establecer un diálogo hermenéutico que nos permita
comprender mejor su concepción sobre este importante tema. Este análisis se aborda
desde una metodología cualitativa, utilizando el método hermenéutico, concluyendo que
este se centra en la interacción entre el texto, contexto y el lector. Para Gadamer, esta
interacción es un diálogo entre dos horizontes de mundo: el del autor y el del lector. La
fusión de horizontes permite una comprensión profunda del texto y su contexto histórico.
Por su parte, Lotman define el texto como un sistema complejo con múltiples niveles de
significado. Esta polisemia invita al lector a participar activamente en la construcción del
significado, aportando su propia experiencia. En esta perspectiva, se evidencia una
relación entre el concepto de texto-semiosfera propuesto por Lotman y la hermenéutica
filosófica de Gadamer; ambas áreas de estudio se centran en la interpretación de símbolos
y signos, así como en la elaboración de significado mediante la interacción entre el
individuo y su entorno.
Palabras clave: texto, hermenéutica, interpretación, Gadamer, Lotman.
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Recibido 11-01-2024 Aceptado 15-03-2024
Mendez, J.; Chávez, M. Revista de Filosofía Vol. 41, Nº107, 2024-1, (Ene-Mar) pp. 80-100 81
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Abstract
Work on the understanding and interpretation of text and its meaning continues to be
highly relevant topics in a wide range of disciplines, such as philosophy, literature,
linguistics, history and psychology. In the field of philosophy, the text becomes an ideal
space for reflection due to its ability to reveal ideas, values and human experiences.
Hermeneutics is dedicated to the study of the text as the main object, but its applications
extend to other areas such as the philosophy of language, anthropology, ontology, the
theory of knowledge and epistemology. This work aims to analyze and compare the
approaches of Gadamer and Lotman on the text, in order to establish a hermeneutical
dialogue that allows us to better understand their conception on this important topic. The
research is approached from a qualitative methodology, using the hermeneutic method. It
is concluded that the hermeneutics of the text focuses on the interaction between the text,
context and the reader. For Gadamer, this interaction is a dialogue between two world
horizons: that of the author and that of the reader. The fusion of horizons allows a deep
understanding of the text and its historical context. For his part, Lotman defines the text as
a complex system with multiple levels of meaning. This polysemy invites the reader to
actively participate in the construction of meaning, contributing their own perspective and
experience. In this perspective, a relationship is evident between the concept of text-
semiosphere proposed by Lotman and Gadamer's philosophical hermeneutics. Both areas
of study focus on the interpretation of symbols and signs, as well as the creation of
meaning through the interaction between the individual and their environment.
Keywords: text, hermeneutics, interpretation, Gadamer, Lotman.
Introducción
El estudio del texto y su interpretación es un tema que no pierde vigencia para
diversas disciplinas; en el ámbito filosófico, el texto ofrece un espacio privilegiado para la
reflexión. La hermenéutica lo estudia como objeto principal, pero sus implicaciones se
extienden a la filosofía del lenguaje, la literatura, la antropología, la ontología, la teoría del
conocimiento y la epistemología.
La interpretación de un texto requiere comprenderlo en profundidad, lo que genera
preguntas sobre la verdad de las interpretaciones. ¿Qué criterio hay para determinar que
una interpretación sea verdadera y otra no? ¿Es la verdad un atributo de la interpretación?
¿Hay razones para que una interpretación deba ser considerada verdadera? Si no hay
razones para considerar una interpretación como auténtica, se podría caer en el
relativismo hermenéutico; sin embargo, desde una perspectiva relativista, esto no sería un
problema.
La búsqueda de la verdad en la interpretación del texto es un desafío complejo que
no tiene respuestas fáciles, puesto que existen diferentes perspectivas sobre esta y cada una
ofrece una aproximación particular al problema; algunos aspectos se basan en la idea de
una verdad objetiva y universal, mientras que otros enfatizan la naturaleza subjetiva y
contextual de la verdad.
Es importante explorar estas diferentes perspectivas para comprender mejor las
implicaciones de la verdad en la interpretación del texto, esta exploración puede abrir
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nuevas posibilidades para el estudio del texto y su significado, además de contribuir a un
diálogo interdisciplinario sobre la verdad.
Este trabajo tiene como objetivo analizar y comparar los planteamientos de
Gadamer y Lotman sobre el texto, con el fin de establecer un diálogo hermenéutico que
permita comprender mejor su concepción con respecto a este importante tema. La
investigación se aborda desde una metodología cualitativa, utilizando el método
hermenéutico. Dentro de este contexto, Hans-Georg Gadamer y Yuri Lotman abordan el
tema del texto y la interpretación, aunque desde perspectivas distintas: Gadamer desde la
filosofía hermenéutica y Lotman desde la semiótica.
Gadamer, discípulo de Heidegger, se aleja de la filosofía de la ciencia para explorar
problemáticas humanísticas, como la interpretación de textos, que se reflejan en su obra
Verdad y método (1960). Este autor expone los fundamentos de una hermenéutica
filosófica que fusiona la ontología de Heidegger con la tradición hermenéutica; además, en
un artículo titulado Texto e interpretación (1994), incluido en la obra mencionada
anteriormente, Gadamer explica cómo la interpretación de un texto se fundamenta en la
ontología, manteniendo una postura intermedia entre el objetivismo y el relativismo. Esta
reflexión se basa en un diálogo con la filosofía francesa posterior a Sartre y proporciona
una base sólida para comprender la interpretación de un texto en su contexto ontológico.
Por otra parte, examinaremos la obra de Lotman, centrándonos en su artículo
titulado El texto y su función, que se encuentra en su obra La semiosfera II. Semiótica de
la cultura, del texto, de la conducta y del espacio, donde el autor argumenta que el
término 'texto' se utiliza de manera polifónica; aunque se puedan recopilar diversos
significados atribuidos por diferentes autores al término 'texto', lo relevante radica en que
este es ampliamente empleado en la actualidad en el ámbito de las ciencias humanísticas.
Su frecuencia creciente en la literatura científica no viene acompañada necesariamente de
una definición unívoca; más bien, el uso del término 'texto' refleja la relevancia de un
problema actual y señala un área en la que están emergiendo nuevas ideas científicas;
finalmente, se identifican algunos puntos de convergencia entre las perspectivas de
Gadamer y Lotman, en particular en lo concerniente a la comprensión e interpretación del
texto artístico y la obra de arte, a pesar de que parten de enfoques diferentes.
Texto e interpretación desde la hermenéutica gadameriana
Gadamer (1994), en Verdad y método propone una hermenéutica que va más allá de
la interpretación textual. Se trata de una hermenéutica filosófico-existencial que abarca la
experiencia humana en su totalidad, superando las limitaciones de la ciencia, la crítica
histórica y la distancia temporal; parte de la experiencia del arte y la tradición histórica
para rastrear la verdad en la filosofía, el arte y la historia. Su objetivo es un concepto de
conocimiento y verdad que responda a la experiencia humana completa. El horizonte de
esta hermenéutica es la finitud de la existencia humana, no como una limitación externa,
sino como la condición de nuestra posibilidad de ser; en ella radica la necesidad de la
comprensión e interpretación (Esquivel Estrada, 2020).
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La hermenéutica surge para resolver problemas prácticos en la jurisprudencia y la
teología; se convirtió en una herramienta necesaria de interpretación cuando el significado
semántico o pragmático de los textos legales o religiosos no era evidente.
Con el tiempo, la hermenéutica siguiendo la tendencia occidental aspiró a
convertirse en una ciencia; sin embargo, en muchos casos, estas aspiraciones se basaban
en suposiciones cuestionables a la luz de la reflexión filosófica. Un ejemplo de ello es la
creencia de que el intérprete podía llegar a la interpretación correcta mediante la
aplicación de técnicas basadas en el análisis gramatical o filológico.
La hermenéutica filosófica concibe el lenguaje como el lugar donde se configura la
comprensión del mundo, no como un simple instrumento del pensamiento. Esta visión,
denominada "lingüisticidad", es fundamental para la formación de conceptos y se basa en
la historicidad de las lenguas naturales. Este no es un concepto a priori, sino que se
encuentra en constante transformación debido a la praxis vital; las palabras sedimentan la
historia y las relaciones pragmáticas de los hablantes, otorgando sentido a los enunciados
en función del horizonte sociocultural en el que se opera. La praxis es el elemento
fundamental que da sentido a los conceptos. Los significados lingüísticos se basan en las
prácticas cotidianas y en la interacción con el mundo (Catoggio, 2012).
Esto implica que, desde la perspectiva de la hermenéutica, el lenguaje es público en
lugar de privado; en otras palabras, el lenguaje y el significado solo existen en el contexto
de la comprensión cuando esta se comparte intersubjetivamente. Esto puede ser ilustrado
mediante un razonamiento lógico; el lenguaje, en sí mismo, es un medio de comunicación.
La comprensión se manifiesta a través de él; por lo tanto, la comprensión siempre implica
un acto de comunicación, incluso cuando se lo utiliza para reflexionar internamente
(Catoggio, 2012).
Es por eso que, en un sentido amplio, la hermenéutica se define como el estudio de
la comprensión y la interpretación; mientras que, en un sentido más específico, se refiere a
la tarea de interpretar textos. Se la considera parte de la perspectiva cualitativa porque el
enfoque predominante de este tipo de tradición abarca, de manera general, la comprensión
del significado de los fenómenos sociales (Quintana & Hermida, 2019).
Los textos, a diferencia de otros objetos de estudio, exigen un método de
interpretación más especializado que no se encuentra dentro de las prácticas tradicionales
de la tradición cualitativa. La hermenéutica ofrece una alternativa específica para la
interpretación de textos y busca comprender el significado intrínseco, más al de las
palabras y oraciones. Se centra en la intención del autor, el contexto histórico y la
perspectiva cultural en la que se creó el texto (Quintana & Hermida, 2019).
Gadamer, en su trabajo Texto e interpretación (1994), argumenta que comprender
un texto especialmente cuando presenta dificultades exige un método de interpretación,
una hermenéutica. La idea de una interpretación "correcta" mediante técnicas ignora su
naturaleza circular; el intérprete, producto de su contexto, condiciona tanto la
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interpretación como la técnica empleada. El filósofo alemán contrasta esto con el
romanticismo; aunque buscaba la fusión con el pasado, lo hizo de forma lúcida,
reconociendo que la interpretación va s allá de los textos. Es una característica
fundamental de la interacción humana con el mundo.
Por ello, Gadamer (1994) considera que los planteamientos filosóficos de Heidegger
(2023) superan al romanticismo al mostrar que la comprensión es una categoría
existencial del ser humano, es una forma inherente de estar en el mundo que abarca y
trasciende la comprensión de textos. Esta enseñanza aleja los planteamientos de Gadamer
de un enfoque ingenuo de la hermenéutica.
Gadamer (2023) elabora una nueva hermenéutica filosófica, siguiendo la tradición
hermenéutica iniciada por Schleiermacher y desarrollada por Dilthey, que se inspira en la
ontología del lenguaje de Heidegger; esta, conocida como "lingüisticidad", sostiene que el
ser se nos revela a través del lenguaje y que la comprensión de este es un proceso
lingüístico. La hermenéutica gadameriana tiene importantes implicaciones para la
interpretación de textos, el diálogo, la experiencia estética y la comprensión de la tradición
filosófica.
La "lingüisticidad", para Gadamer (1994), define el carácter intrínsecamente
lingüístico de la comprensión; afirma que la comprensión plena del ser solo puede darse en
el lenguaje y en una lengua específica; sin embargo, Gadamer (1994) encontró una
objeción a esta idea en la filosofía francesa de los años ochenta, especialmente en la obra
de Derrida (2014).
Derrida (2014) argumentaba que Heidegger (2023) había caído en la misma trampa
que los metafísicos griegos, al entender la comprensión del ser como una búsqueda de su
sentido. Heidegger habría asumido que este ya estaba predefinido y solo era necesario
"descubrirlo”; de este modo, su filosofía quedaría atrapada en el "logocentrismo" de la
metafísica, al igual que las tradiciones anteriores (Gadamer, 1994).
Gadamer (1994) refuta la objeción de Derrida (2014) al destacar la naturaleza
comunicativa del lenguaje, considera que este es intrínsecamente dialógico, ya que toda
expresión de sentido busca un interlocutor. El ser humano dialoga y se confronta con la
comprensión del otro, que puede ser diferente o incluso contradictoria. Esto obliga al
individuo a ir s allá de lo que los textos dicen y atender al ser que se esconde en ellos.
En este sentido, la "lingüisticidad" no es una fossilización del sentido, sino una
oportunidad para abrirse al ser. Así lo expresa Gadamer (1994):
Lo que se manifiesta en el lenguaje no es la mera fijación de un sentido
pretendido, sino un intento en constante cambio, o más exactamente, una
tentación reiterada de sumergirse en algo con alguien (p. 324).
El autor de Verdad y método explora la relación entre el texto y la comprensión del
ser, afirmando que el texto es un punto crucial para entender la conexión entre el
pensamiento y el habla. El pensamiento, como comprensión del ser, se expresa a través del
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habla, que a su vez produce el texto; para acceder a la comprensión del ser, en el diálogo
con otro individuo, es necesario entender el texto que este ha creado. Si la comprensión no
es clara, se requiere de la hermenéutica, la ciencia de la interpretación, para desentrañar el
significado del texto.
La hermenéutica no se limita al análisis gramatical, esta solo se utiliza cuando falla
la "dialogicidad"; en cambio, cuando esta se da, el lenguaje se vuelve una condición
necesaria, pero imperceptible para la comprensión. “Para la óptica hermenéutica, la
comprensión del texto es lo único importante, el funcionamiento del lenguaje es una
simple condición previa” (Gadamer, 1994, p. 325). Solo se repara en las palabras en dos
casos: cuando se consideran una mera fijación de lo dicho, sin buscar al interlocutor, y
cuando se busca un fin literario
1
.
La hermenéutica no ignora la revisión gramatical del texto, pero no la considera el
punto de partida; en cambio, se inicia con un planteamiento dialógico, buscando
comprender “lo que el hablante hubiera querido decir si yo hubiera sido su interlocutor
originario” (Gadamer, 1994, p. 333). Para asegurar la comprensión, se debe dialogar con el
autor a través del texto, se simula una conversación con él, por medio de afirmaciones y
respuestas; si no se logra replicar al autor y llegar a un acuerdo comunicativo, no se ha
comprendido el sentido del texto.
La dialogicidad se erige como la clave de la interpretación, revelando su conexa, no
absoluta, relatividad. La perspectiva del autor, su resistencia a conformarse al deseo del
otro, refleja los límites inherentes a toda conversación, restringiendo así la comprensión
del texto; esta dinámica infunde al texto una genuina realidad: está presente, expresando
su mensaje, incluso cuando desafía las expectativas. A se contrarresta el relativismo
interpretativo, resaltando la importancia de la interacción en la comprensión textual.
Interpretar un texto no implica imitar su significado original. La propia
interpretación, nacida de un contexto y su horizonte, le otorga libertad al sujeto para
interpretar sin renunciar a ella. Interpretar no es dar un único significado, sino apreciar la
pluralidad que el texto ofrece (Gadamer, 1994). La comprensión e interpretación de un
texto no se basa en la manipulación o el control, como en el modelo científico, sino en la
participación activa del intérprete; se trata de abrirse a los diversos caminos
interpretativos que el texto pueda ofrecer (Quintana & Hermida, 2019).
Lo importante no es el conocimiento en mismo, sino la experiencia. Gadamer
(1994) busca una hermenéutica amplia que no pretenda establecer reglas objetivas para la
comprensión, sino que la conciba en misma de la forma más amplia posible; no se trata
de lograr una interpretación más correcta (estableciendo reglas para una interpretación
válida), sino de comprender con mayor profundidad y de forma más valiosa (Quintana &
Hermida, 2019).
1
Gadamer analiza en profundidad el texto literario como "antitexto". En este tipo de texto, las palabras se
vuelven visibles sin que ello afecte a la interpretación. Este tema, sin embargo, no se desarrolla en este
ensayo.
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Para Gadamer (1994), la hermenéutica del texto radica en la importancia de conocer
la historia, la cultura y el lenguaje para poder interpretar y comprender la realidad
expresada en ese texto; este proceso implica sumergirse en el contexto histórico en el que
emergió la obra, lo que permite una comprensión más profunda de las ideas y
pensamientos de quienes interactúan en ese diálogo hermenéutico, así como de las
prácticas y tradiciones en las que se enmarcan tanto el texto como su receptor. De este
modo, el intérprete construye una base sólida que le permite captar el entorno histórico
que dio vida al texto. Tal propuesta exige una sensibilidad especial hacia la historia, una
habilidad para dialogar con las voces del pasado y para develar los enigmas que esconde el
contexto (Quintana & Hermida, 2019).
En este sentido, la hermenéutica ofrece un criterio alternativo para interpretar textos,
con un enfoque dialéctico que involucra al sujeto en un diálogo profundo con el texto; por
tal motivo, esta corriente filosófica sigue siendo relevante para las ciencias sociales y
humanas, a pesar del predominio del modelo científico en las ciencias naturales. En la
hermenéutica, el intérprete explora la historia del texto, reflexiona sobre la interacción
entre este y sus propias estructuras de pensamiento, dialoga con él en busca de respuestas
e interpreta sus partes y su conjunto en un recorrido circular; para ello, se basa en tres
dimensiones: la lectura, la explicación y la compresión. Estas dimensiones, junto con
diversas estrategias y procesos intelectuales, permiten una comprensión profunda del texto
y el avance del conocimiento en las distintas disciplinas (Quintana & Hermida, 2019).
Es importante mencionar, aunque no se haya abordado en profundidad en este trabajo,
que, en Verdad y Método (1994), Gadamer explora la hermenéutica filosófica en tres
aproximaciones. En primer lugar, se analiza la estética moderna y su relación con el
humanismo y el subjetivismo, buscando abrir la interpretación desde el arte mediante el
concepto de "juego"; en segundo lugar, se aborda el carácter histórico de la hermenéutica,
recorriendo su evolución desde la exégesis bíblica y la crítica homérica hasta su
consolidación como saber autónomo; finalmente, examina los hitos en la filosofía del
lenguaje, explorando las ideas de autores como Aristóteles, Herder, Humboldt y Heidegger
sobre el lenguaje como revelador del mundo. Esta última sección otorga a la obra su tono
distintivo al enfocar la hermenéutica como un proceso intrínseco al lenguaje.
Texto y su función desde la semiótica de la cultura en Lotman
La semiótica de la cultura se basa en la idea de que la cultura es un sistema complejo
formado por diferentes elementos que interactúan entre ; aquellos como los textos
literarios, las tradiciones y las creencias forman parte de un polisistema, que es un
espacio de relaciones y tensiones entre diferentes campos culturales. Esta visión sistémica
de la cultura se basa en la idea de que todo lo que existe en ella tiene significado: los
objetos, las acciones y las palabras son signos que forman parte de un continuum
semiótico, la semiosfera (Lotman, 1996), que es el espacio donde se produce la
significación. (Hernández, 2008).
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Es por este motivo que la semiótica de la cultura nos ayuda a comprender cómo se
produce la significación dentro de ella y cómo, los diferentes elementos culturales,
interactúan entre sí; esta perspectiva nos permite analizar a la cultura como un sistema
dinámico y de constante cambio. La teoría de la semiosfera de Lotman (1996) evidencia su
postura frente a los fenómenos culturales, que establece una clara distinción entre el
mundo natural y el creado por el hombre, lo que reproduce la antigua dicotomía entre
naturaleza y cultura (Hernández, 2008).
Si bien, la semiosfera tiene su origen en el contexto cultural, también depende de la
realidad no significante, opuesta a su naturaleza, para realizar procesos de interpretación y
traducción de mensajes, así como la conversión de no-textos en textos culturales. Este
conjunto de formaciones sígnicas se puede conceptualizar como un espacio semiótico
abstracto, delimitado e irregular, que precede a cualquier lenguaje particular, ya que es
una condición sine qua non para su existencia (Hernández, 2008).
Yuri Lotman identifica dos características distintivas de la semiosfera: en primer
lugar, su carácter delimitado, que la diferencia de los sistemas alosemióticos o
extrasemióticos; en segundo lugar, la frontera semiótica, un mecanismo de traducción que
codifica los mensajes de acuerdo con los diferentes lenguajes que albergan los textos, tanto
culturales como no culturales, actuando como un filtro intercultural bilingüe para la
traducción selectiva (Hernández, 2008).
El semiólogo ruso distingue entre texto y cultura, considerando toda producción
cultural como textual y subrayando la importancia de la diversidad lingüística en la
cultura; constituyéndose esta como un sistema de textos jerárquicamente organizados que
transmiten información y diferencias culturales, siendo inseparable su estructura interna
de sus relaciones externas.
De tal manera, la cultura, para este lingüista, es un dispositivo simbólico de
memoria colectiva que organiza y transmite información concerniente a este campo. El
texto, en su enfoque, necesita una doble codificación y es modelado principalmente por la
lengua natural, siendo la cultura una síntesis de múltiples textos. Pare ello, Lotman destaca
tres funciones básicas del texto: mnemónica, comunicativa y creativa; estas conectan el
texto con la memoria cultural y la semiosfera, que representa la cultura de todas las
culturas; de este modo, la cultura y la semiosfera se forman a partir de textos que
transmiten, transforman y generan nuevos mensajes, enlazando la memoria de la cultura
con su expresión simbólica (Hernández, 2008).
Las funciones del texto, según el autor de La semiosfera, van más allá de la simple
transmisión de información; es un ente dotado de pensamiento, interactúa con diversos
agentes del ámbito comunicativo en cinco "tratos" que revelan su capacidad informativa,
transformadora y creativa. En el trato con el destinador/destinatario, el texto funciona
como mensaje codificado y decodificado; con el auditorio/tradición cultural, actualiza y
olvida información, actuando como memoria cultural colectiva; en cuanto a la dimensión
lector/consigo mismo, reestructura la personalidad del lector; mientras que, como
interlocutor, el texto adquiere libertad y autonomía para dialogar con el lector. Finalmente,
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en el trato texto/contexto cultural, se adapta a nuevos contextos e interpretaciones,
actuando como un informante que recodifica sus códigos (Hernández, 2008).
El texto y su función (1998), Lotman emplea el concepto de texto de forma amplia,
que abarca diversas expresiones culturales. Para él un texto puede ser:
Un conjunto organizado de signos (texto lineal comunicativo) o un único signo
(texto no lineal).
Una entidad autónoma (texto cerrado) o un sistema influenciado por su contexto
(texto abierto).
Transmisor de un mensaje específico, coincidente con él o generador de múltiples
mensajes (teoría de la información).
Una estructura de textos organizados o subtextos, y también una variante de un
texto-modelo invariable.
Un fenómeno sociohistórico o un dispositivo intelectual.
El componente dinámico fundamental del sistema cultural total (semiosfera), e
incluso una representación del sistema en sí mismo (Lotman, 1998).
Es por eso, que, la cultura en su conjunto puede ser vista como un texto en el
sentido más amplio de la palabra, ya que es sumamente compleja y se organiza en una
jerarquía de 'textos dentro de textos', creando una red intrincada de significados; dado que
la palabra 'texto' proviene del latín 'texere', que significa 'tejer', la cultura se asocia
naturalmente a este significado original
El estudioso ruso analiza la relación entre el texto y su función en el estudio de la
cultura, define el texto como una señal expresada en un sistema de signos (registro) que
puede relacionarse con otros dentro de un sistema de señales de la colectividad. La función
del texto es su papel social, su capacidad para satisfacer las necesidades de la colectividad
que lo crea; se trata de una interrelación entre el sistema, la realización del texto y el
destinatario-destinado; es entendido como un objeto concreto con características propias
no deducibles de otra cosa. Su función, por otro lado, es un concepto abstracto que nos
permite interpretar el texto o identificar sus características como parte de una función
específica.
El concepto de texto en el estudio de la cultura es diferente al de la lingüística. En la
cultura, un texto no se limita a ser un enunciado lingüístico; para ser considerado texto,
debe tener una expresión adicional, significativa, dentro del sistema cultural. En las
culturas orales, solo algunos mensajes se consideran textos y se anotan, lo que les da un
significado cultural especial. La oposición puede ser entre oral y escrito, o entre no
publicado e impreso. El material en el que se registra un texto también puede ser
importante; en ese sentido, se consideran textos los grabados en piedra o metal, escritos en
pergamino o seda, impresos en libros, etc. (Lotman, 1998).
Al clasificar las culturas, según la distinción entre texto y no-texto, es crucial
considerar la flexibilidad de estos conceptos en diferentes escenarios; analizando la
dicotomía entre lo escrito y lo oral, podemos imaginar una cultura donde solo lo escrito se
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considera texto; por otro lado, también es posible que una cultura use la escritura para
asuntos prácticos, mientras que los textos sagrados, poéticos, éticos y normativos se
transmiten oralmente como normas estables. De esta manera, se entiende que la frontera
entre texto y no-texto es dinámica y depende del contexto cultural y las prácticas
comunicativas de cada sociedad (Lotman, 1998).
El texto adquiere un significado adicional, en comparación con lo que no entra en
su concepto: al contrastar dos enunciados lingüísticamente idénticos, uno con significado
textual dentro de una cultura específica y otro sin él, podemos discernir la esencia de la
semántica textual. El mismo mensaje, presentado como un contrato escrito con juramento
o como una simple promesa por alguien, con declaraciones consideradas textos por su
posición social, adquiere diferente valor en términos de autoridad.
En el ámbito donde una declaración se considera un texto (por ejemplo, una obra
poética no es texto para determinar la posición científica, religiosa o jurídica de una
comunidad, pero lo es en el ámbito del arte), se le asigna un significado de verdad.
Aunque un mensaje lingüístico habitual cumpla con las reglas gramaticales y léxicas, y sea
correcto en términos de lenguaje, puede ser falso en su contenido; sin embargo, esta
posibilidad queda excluida cuando se trata de un texto. Un texto falso es una contradicción
en misma, como un juramento, una oración o una ley falsa. No es un texto, sino su
negación (Lotman, 1998).
El texto, siguiendo la tradición de Ferdinand de Saussure (1986), se define como
una expresión del lenguaje; es una manifestación discursiva individual que, dentro de la
famosa dicotomía saussuriana, se ubica en el ámbito del habla. Sin embargo, su capacidad
para funcionar en la comunicación, es decir, para transmitir información, depende de su
construcción y reconstrucción a partir de un código primario específico: el código de la
lengua.
No obstante, desde una perspectiva de la teoría general de la cultura, el concepto de
texto se distancia del enfoque puramente lingüístico; si bien, desde la lingüística cualquier
mensaje estructurado según el código de la lengua puede ser considerado un texto, esto no
es necesariamente válido desde la perspectiva cultural. En esta misma línea, surge una
distinción crucial entre lo que constituye un texto y lo que no: entre texto y no-texto, como
se mencionó anteriormente.
Esta distinción entre textos y no-textos se origina en la necesidad de cada cultura de
seleccionar la información que debe ser preservada y transmitida a las generaciones
futuras; de este modo, el texto se define como un mensaje que se consolida en la memoria
colectiva de la comunidad en cuestión.
En efecto, para Lotman (1998) cada cultura, en función de su tipo de memoria,
selecciona de la masa de mensajes lo que considera "textos"; es decir, lo que debe ser
incluido en la memoria colectiva. La cultura surge en el momento en que la colectividad
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humana comienza a conservar y transmitir su propio conocimiento, esto es, su patrimonio
informativo.
Si el rasgo fundamental del texto es su pertenencia a la memoria colectiva, el no-
texto se caracteriza por su fugacidad; es un mensaje intercambiado entre un emisor y un
receptor reales que comparten una misma situación comunicativa; en cambio, el texto es
un mensaje que se transmite a través del tiempo. Sus destinatarios son los miembros
presentes y futuros de la colectividad, no individuos específicos.
Antes de la escritura, la transmisión oral de los textos requería técnicas especiales
para la memoria. Las fórmulas rítmicas, los rituales codificados, los proverbios y los mitos
son ejemplos de estas técnicas para construir textos verbalmente. Con la llegada de la
escritura, su función principal se convirtió en registrar la información textual, lo que llevó
a identificar los textos con la lengua escrita y los no-textos con la lengua oral.
Un "texto" escrito, al igual que uno oral, puede ser relegado a la categoría de no-
texto si la información que transmite no es lo suficientemente importante para la memoria
colectiva. Los textos, en comparación con los no-textos, representan el nivel social y
supraindividual de una cultura; por consiguiente, los textos disfrutan de un prestigio y una
autoridad particulares: se les considera portadores de la "verdad" de esa cultura; además,
representan el nivel más elevado de codificación del lenguaje y sirven como modelos
metalingüísticos que imponen estándares filológicos y comunicativos dentro de la
comunidad.
A pesar de su utilidad práctica, la distinción entre texto y no-texto es
completamente convencional y depende de los equilibrios establecidos entre los diversos
grupos sociales dentro de una cultura dada. Los mensajes que son reconocidos como textos
y se les otorga la dignidad de ser textos en un grupo específico pueden ser considerados
como no-textos por otros grupos dentro de la misma comunidad; por ejemplo, los textos
producidos en el ámbito de una corporación de artesanos en el siglo XIII podrían haber
sido considerados no-textos por los refinados caballeros de la corte de la ciudad,
simplemente debido a sus propios criterios y percepciones culturales.
Además, la categorización como texto o no-texto no es absoluta, sino que es
reversible. En ciertas circunstancias, cuando la cultura oficial y sus normas textuales se ven
amenazadas, lo que previamente se consideraba periférico (junto con sus no-textos) puede
ganar una relevancia textual especial.
Desde la perspectiva del estudio cultural, solo se reconocen como mensajes aquellos
que son considerados textos; siguiendo por esta idea, se puede afirmar que la cultura se
compone de un conjunto de textos o constituye un texto complejamente construido.
Debido a la tensión constante entre dos tendencias en la cultura, la semiotización y
la desemiotización, tanto el texto como el no-texto pueden intercambiar sus roles en
cuanto a su función cultural. Esto abre la posibilidad de analizar los rasgos de la variedad
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textual del mensaje lingüístico de forma independiente. El significado textual puede ser
cuestionado o incluso negado por el subtexto.
El concepto de texto desde la hermenéutica del arte y la semiótica artística: un
dialogo entre Gadamer y Lotman
En este último apartado, destacaremos algunos puntos de convergencia entre ambas
posturas, a pesar de sus diferentes enfoques filosóficos. Gadamer realiza un recorrido por
la conciencia estética moderna, explorando la conexión entre los conceptos de "juego" e
interpretación tomados de la estética contemporánea. El juicio estético se configura como
el a priori del sentimiento vital. La obra de arte exige ser experimentada de tal forma que
transforme al espectador, incitándolo a reflexionar profundamente sobre su significado y
su impacto. El arte es representación, y en verdad, autorrepresentación. La obra de arte se
presenta como una objetividad que requiere la mediación, tanto del creador, como del
espectador para su comprensión completa.
En contraste, Lotman concibe el arte como un sistema de comunicación o lenguaje
secundario, construido sobre la base del lenguaje natural; además de ser modelizante, es
decir, generador de modelos de lo real, el arte se caracteriza por ser un lenguaje semiótico
complejo, que se distingue del lenguaje natural por su capacidad para crear mundos
posibles y significaciones nuevas.
Gadamer (1994) destaca que la vivencia forma parte integral de un curso vital y la
considera forma esencial de la vivencia en general. En el arte, la vivencia separa la obra de
su conexión con la realidad, proporcionando una plenitud de significado y una experiencia
de un todo infinito. En Wilhelm Dilthey (1944), según Gadamer (1994), se redefine el
concepto de "vivencia". Por ejemplo, la poesía de Goethe solo se comprende como vivencia.
El filósofo alemán utiliza tardíamente el término para referirse a lo dado de forma
inmediata y como base última para cualquier construcción imaginativa; ara él, la unidad
fundamental de la conciencia no es la sensación (como en el positivismo), sino la vivencia,
que representa la unidad esencial de lo experimentado. La vivencia se sitúa en el núcleo de
la vida y se contrapone al concepto, implica una inmediatez difícil de conceptualizar y se
refiere a las experiencias personales ligadas a la totalidad de la vida, de ahí su origen
autobiográfico.
Lotman (1998)
2
aborda ideas similares a las de Gadamer (1994) desde una
perspectiva semiótica, sugiere que el concepto de biografía del escritor, junto con otros
relacionados como autoría y propiedad literaria, no es universal ni atemporal, sino que
está influenciado por condiciones hisricas y biográficas específicas. El semiólogo ruso
sostiene que la biografía del escritor es un producto cultural que surge de la interacción
entre el autor, su obra y el contexto histórico-cultural; no es una representación exacta de
su vida, sino una construcción influenciada por las necesidades y expectativas de la
sociedad.
2
Cfr. Su artículo La biografía literaria en el contexto histórico-cultural, en: (Lotman, 1998).
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Para Lotman (1998), la biografía del escritor es un texto que requiere interpretación,
ya que su significado no es fijo y puede variar según el contexto en el que se lea; estas ideas
de la biografía del escritor tienen importantes implicaciones para la crítica literaria al
cuestionar la idea de biografía como una verdad absoluta. Nos alienta a analizar las
biografías de manera crítica y reflexiva, considerando el contexto en el que fueron creadas.
Para Gadamer (1994), la obra de arte no simplemente imita la realidad, sino que
representa simbólicamente la vida. El "arte vivencial", auténtico según él, surge de la
experiencia personal del artista y se distingue por la convergencia de lo perceptible y lo
imperceptible. La vivencia estética es una experiencia profunda que emana de la
contemplación de una obra de arte; esta vivencia no se limita a lo sensorial, sino que
abarca todo el ser humano, incluyendo sus emociones, pensamientos y valores.
Por otro lado, el símbolo es fundamental para entender la relación entre la obra de
arte y la vivencia estética, ya que combina lo perceptible (lo que se percibe con los
sentidos) y lo imperceptible (lo que no se percibe con los sentidos). En cambio, en la obra
de arte, lo perceptible (forma, color, sonido) se convierte en símbolo de lo imperceptible
(idea, sentimiento, experiencia) (Gadamer, 1994).
Mientras que, la alegoría es una forma específica de simbolismo en la que se
establece una relación directa entre un elemento perceptible y un significado
imperceptible; por ejemplo, una paloma blanca puede ser una alegoría de la paz.
Tanto Gadamer (1994) como Lotman (1998), coinciden en que la descripción de una
obra de arte, al igual que la de la vida misma, nunca es definitiva ni exhaustiva, siempre
hay algo que se escapa a la interpretación. Para el discípulo de Heidegger, la obra de arte es
un horizonte que se abre ante el intérprete; cada interpretación es una aproximación que
nunca puede agotar la totalidad de la obra. Lotman (1998), por su parte, sostiene que el
modelo artístico siempre es más amplio y vivo que su interpretación. La obra de arte no se
limita a un único significado, sino que está abierta a múltiples interpretaciones.
En ambos casos, se rechaza la idea de una interpretación definitiva o totalizadora de
la obra de arte; se reconoce la complejidad y la riqueza de la experiencia estética, que
resiste cualquier intento de ser capturada en un único marco conceptual.
A diferencia de Lotman, Gadamer va más allá y relaciona la representación artística
con el juego. Para el segundo, la esencia del juego y del arte reside en la
autorrepresentación: el juego representado es el que habla al espectador a través de su
propia representación, es construcción y la construcción es juego, un juego como libre
creación. Las artes interpretativas, en particular, poseen la peculiaridad de permitir esta
libertad de configuración, manteniendo abierta hacia el futuro la identidad y la
continuidad de la obra de arte; mientras la obra de arte conserve la huella de su función
originaria, esta no se borra nunca del todo y permite reconstruirla con su conocimiento.
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Gadamer explora la relación entre la temporalidad y la intemporalidad de la obra de
arte. Para él, la verdadera temporalidad del arte es un "tiempo redimido" que se
contrapone al tiempo histórico efímero. Se trata de un reflejo en el arte de la experiencia
humana. Esta temporalidad se define como "simultaneidad", tomando el concepto de
Kierkegaard (1999). El pensador danés sostiene que, para comprender la venida de Cristo,
es necesario hacerse contemporáneo con él, viviendo un tiempo de simultaneidad que se
concentra en el instante. Hans-Georg Gadamer aplica esta idea a la obra de arte: al ser de
la obra de arte le conviene la simultaneidad.
La simultaneidad significa que algo único, por lejano que sea su origen, gana en su
representación una plena presencia; no se trata de un simple "darse a la conciencia", sino
de una tarea y un rendimiento que se exige al espectador. Consiste en atender a la obra de
tal manera que se haga simultánea, cancelando toda mediación en una actualidad total;
cada vez que la obra de arte se hace presente de esta forma "simultánea", la
experimentamos como una nueva obra. Hay una temporalidad específica del arte que se da
en la representación, pues en ella se cumple la presencia de lo representado (Gadamer,
1994).
Según Lotman, la obra de arte no se limita al texto, sino que el efecto artístico surge
de la interacción del texto con un conjunto complejo de representaciones vitales e
ideológico-estéticas externas a él; este componente extratextual es tan crucial como el texto
mismo, y sin él, la significación de la obra se vuelve incompleta. La abstracción del texto de
su contexto extratextual es imposible para una correcta interpretación; por ejemplo, un
poema no puede comprenderse sin considerar la lengua en que está escrito, el lenguaje
específico de su época, el género poético al que pertenece o el código poético de la
generación que lo creó.
El concepto de "texto" no es absoluto, sino que se relaciona con toda una serie de
estructuras histórico-culturales determinadas por factores sociales, nacionales e incluso
psicológico-antropológicos. De tal forma, entonces, que el texto también posee una
temporalidad hisrica, pero no se limita a la representación presente.
En palabras de Gadamer, la imagen artística no se limita a representar algo, sino
que posee un ser propio; esta no se anula como una copia, sino que cobra vida en el cuadro,
dejando que viva lo que representa. La representación no es una copia de la realidad, sino
una imagen autónoma con su propia realidad. Que la imagen posea una realidad propia
significa que sólo accede a la representación en la re-presentación; es decir, en la imagen,
se representa a misma y solo se da en el cuadro. El cuadro no es más que la
manifestación de la imagen originaria, es un proceso óntico, donde el ser accede a una
manifestación visible y llena de sentido.
Por otro lado, la interpretación se centra en la exégesis de los textos y no tanto en la
interpretación de cosas. La hermenéutica, de este modo, juega un papel auxiliar en la
investigación de objetos. La interpretación no se limita a comprender las palabras, sino
que busca llegar a la individualidad del autor. Comprender es un momento crucial en un
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acto vital, tanto el habla como la comprensión son considerados como artes (Gadamer,
1994).
El genio crea reglas y lo que se expresa es siempre una individualidad, una que
enuncia su vida total. Gadamer (1994) denomina a esta postura "metafísica de la
individualidad", un misterio que no se puede revelar completamente. La hermenéutica, por
lo tanto, es un arte, no una mecánica. El acto de comprender es la realización
reconstructiva del genio, introduciendo una estética del genio. El artista genial se convierte
en un modelo al que la teoría remite la producción inconsciente, donde el habla es
expresión; y el intérprete puede comprender el texto como pura expresión,
independientemente de su valor de verdad.
El sentido de un texto o una obra de arte, siguiendo con Gadamer (1994), no tiene
un final definido, sino que se encuentra en un proceso infinito de interpretación. La idea de
"prejuicios verdaderos" juega un papel importante, ya que nuestras experiencias y
conocimientos previos influyen en la forma en que interpretamos el mundo.
La conciencia hermenéutica es una conciencia histórica y por eso Gadamer critica el
historicismo: por olvidar su propia historicidad. Y propone el concepto de "historia
efectual" desde el pensamiento de Hegel (1972); este término involucra la distancia
histórica, la cual nos permite comprender el pasado desde nuestro presente. El saberse,
según Gadamer, se deriva de una "predeterminación histórica" que podemos llamar
"sustancia" con Hegel (1972). Esta sustancia soporta toda opinión y comportamiento
subjetivo, prefigurando y limitando las posibilidades de interpretación.
Ser histórico significa no agotarse nunca en el saberse. La subjetividad se nutre de la
sustancia histórica y está determinada por ella. La situación histórica es nuestro "horizonte
de mundo", el marco desde el cual interpretamos el mundo. Gadamer (1994) utiliza el
término "horizonte de mundo" para describir la relación entre el individuo y su contexto
histórico
3
.
Lotman (2023) argumenta que el significado de una obra no se limita a una única
interpretación: las relaciones intra e intertextuales generan una pluralidad de lecturas
posibles. La estructura compleja del texto y su interacción con diversos contextos
culturales permiten que cada receptor tenga una experiencia única, incluso un mismo
receptor puede encontrar nuevos significados en relecturas posteriores.
Las ideas de Lotman (2023), sobre la pluralidad de lecturas y la renovación del
significado, se conectan con la hermenéutica de Gadamer y su concepto de comprender
una época en su horizonte histórico; ambos autores coinciden en que el significado no es
algo estático, sino que se construye en un diálogo entre el texto y el intérprete. En
consecuencia, con Gadamer, el inrprete se desplaza a la situación histórica del autor para
comprenderlo mejor; lo cual no significa una simple empatía, sino un esfuerzo por ampliar
3
La terminología filosófica ha utilizado este término, especialmente desde Nietzsche y Husserl, para
describir la conexión entre el pensamiento y su limitación finita, así como la ley que guía su progreso y
expansión en el ámbito visual del conocimiento.
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el propio horizonte y ver más allá de lo inmediato. El objetivo es lograr una "fusión de
horizontes" entre el pasado y el presente.
El lenguaje, para este autor, no se limita a ser un instrumento de comunicación, sino
que se configura como una forma de vida en misma; se trata de una conversación
constante, una tradición que se transmite a través del diálogo entre generaciones. Cada
lengua, en este sentido, se convierte en una "acepción del mundo", una manera particular
de entender y nombrar la realidad que nos rodea.
Esta visión dinámica del lenguaje se contrapone a la idea de que cada lengua es un
compartimento aislado e inconmensurable. Gadamer (1994) insiste en la naturaleza
evolutiva del lenguaje, en su constante transformación a través del diálogo; es por ello que
el lenguaje no puede ser estudiado como un objeto estático, sino como una realidad en
constante movimiento.
El lenguaje, además, se convierte en la base fundamental del conocimiento; es a
través de él que accedemos al mundo, que interpretamos la realidad y que configuramos
nuestra propia comprensión del ser. Las cosas del mundo no poseen una "objetividad" en
mismas, sino que son pre-interpretadas por el lenguaje. La ciencia, por ejemplo, se basa
en la creación de sistemas de signos externalistas que, a su vez, dependen del lenguaje para
su construcción; de esta manera, el ser que puede ser comprendido se convierte en
lenguaje. Es en el lenguaje donde se articula nuestra comprensión del mundo y de nosotros
mismos, este se convierte en una condición inseparable del ser, en una dimensión
fundamental que nos configura como seres humanos (Gadamer, 1994).
La interpretación no es un acto aislado, continuando con la línea del filósofo
alemán, sino un proceso continuo de comprensión; se explica que el inrprete no se limita
a descifrar un significado preexistente, sino que participa activamente en la construcción
del significado. Este proceso de comprensión se realiza desde el "horizonte de mundo" del
exégeta, el cual está compuesto por las experiencias, conocimientos y prejuicios que
configuran nuestra visión del mundo.
El texto que se interpreta también posee un "horizonte de mundo", que es el
contexto histórico y cultural en el que fue creado. La auténtica interpretación se produce
cuando se da una "fusión de horizontes" entre el intérprete y el texto; esto significa que el
primero debe comprender el texto desde su propio horizonte de mundo, pero también
debe ser capaz de abrirse al horizonte de mundo del texto. Esta fusión de horizontes
permite superar el relativismo de cada época y de cada intérprete. El intérprete no solo
comprende el texto en su contexto histórico, sino que también puede encontrar nuevos
significados relevantes para su propio presente (Gadamer, 1994).
Para entender un texto, debemos permitir que nos instruya. El contexto histórico no
es meramente un marco, sino un "horizonte de sentido" que va más allá de nuestra
experiencia individual; se asemeja a un "gran texto extraño" que requiere de la
hermenéutica para su interpretación. Nuestros prejuicios constituyen opiniones
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provisionales, aunque no podemos eliminarlos por completo, debemos reconocerlos y estar
abiertos a revisarlos. La comprensión implica formular hipótesis que luego confirmamos o
descartamos; de modo que, para comprender un texto es esencial anticipar su totalidad. Al
igual que la vida, el texto está dirigido hacia un todo: solo al entender el conjunto podemos
comprender las partes (Gadamer, 1994).
En la obra de arte se produce una interacción entre el mundo y el espectador,
contemplamos el mundo en la obra de arte y, al mismo tiempo, la obra de arte nos invita a
contemplar el mundo como si fuera una obra de arte; en este proceso, aprendemos a
comprendernos mejor a nosotros mismos. La experiencia estética implica la vivencia de
una totalidad infinita. La obra de arte no es una simple representación de la realidad, sino
que es una realidad en misma, su significado no está predefinido, sino que se abre a
múltiples interpretaciones (Gadamer, 1994).
La obra de arte pertenece a la historia, y el espectador también forma parte de ella.
El encuentro con la obra de arte es un proceso inacabado que se renueva en cada
interacción, la comprensión de esta requiere entender el contexto histórico en el que fue
creada, lo que implica entender la vida del artista, la época en la que vivió y la historia
universal; de la misma manera, la comprensión de la historia requiere entender las obras
de arte que se han creado en ella, puesto que todas son un reflejo de la sociedad y la cultura
de una época y nos ayudan a comprenderla mejor.
Esta visión de Gadamer sobre la relación entre arte, historia y comprensión
comparte similitudes con las ideas de Lotman, quien sostiene que la obra de arte se
renueva constantemente para el intérprete y que cada nueva interpretación tiene validez.
Para Lotman (2023), un texto es una suma de relaciones estructurales que han
encontrado expresión lingüística. Esta definición resalta dos características fundamentales
del texto: su sistematicidad, donde el texto posee un sistema o conjunto de relaciones
estructurales invariantes, y su unicidad, ya que en el lenguaje natural y en el texto verbal
solo existe un sistema (una sola gramática). La sistematicidad es única y exclusiva, por lo
que no se admiten violaciones a las reglas del sistema.
Lotman (2023) diferencia entre "lengua" y "habla". La lengua es el sistema abstracto
de reglas gramaticales, mientras que el habla es la realización concreta de la lengua por
parte de un individuo; en ella se admiten variaciones en cuanto a la realización del sistema
(las propias del habla), pero no las que afecten al sistema en sí mismo (a la lengua).
El texto artístico, según Lotman (2023), se caracteriza por la presencia de múltiples
niveles o subestructuras; cada uno de ellos posee su propia organización interna y sus
reglas específicas. A diferencia del lenguaje natural, donde la transgresión de las reglas es
un error, en el texto artístico las infracciones son una posibilidad creativa; un mismo
elemento puede insertarse en diferentes subestructuras del texto. Lo que es extrasistémico
(fuera de las reglas) en una subestructura puede ser parte de otra; esto permite al artista
crear significados complejos y ambiguos. El principio de sistematicidad no se elimina en el
texto artístico, pero se vuelve plural. La creación artística necesita de cierta organización
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estructural para ser comprensible; sin embargo, esta organización no es única ni
excluyente, como en el lenguaje natural.
El arte, para Lotman (2023), se define por una tensión constante entre dos fuerzas:
la tendencia a seguir un sistema determinado y la tendencia a violarlo. Esta violación, a su
vez, no es caótica, sino que representa la implementación de otro sistema. La eliminación
de una de estas dos fuerzas sería fatal para el arte; es decir, si se excluyera la transgresión,
el arte se convertiría en un mero conjunto de reglas, sin posibilidad de innovación;
asimismo, si se eliminara la sistematicidad, el arte se tornaría incomprensible, pues no
habría un marco para interpretar sus signos.
Es en esta tensión, entre lo sistémico y lo extra-sistémico, donde reside la
creatividad artística; el artista juega con las reglas, las transgrede y las reinterpreta para
crear nuevas formas de expresión y nuevos significados.
Lotman (2023) destaca la polifuncionalidad del texto como una característica
fundamental, lo que significa que este no se limita a una única función, como la artística.
La búsqueda de la especificidad del texto artístico no implica que solo pueda cumplir una
función, por lo que en la obra de arte solo hay arte. El arte puede cumplir diversas
funciones no artísticas; además, señala este mismo autor, la existencia de una dependencia
mutua, necesaria entre las funciones artísticas y no artísticas. Las funciones artísticas no
podrían existir sin las no artísticas y viceversa. El modo en que se combinan ambas
funciones o la preeminencia de una sobre otra varía según el contexto histórico y la cultura
dominante.
De tal forma, según Lotman, el texto artístico es una estructura delimitada e
inmanente, compuesta por signos organizados jerárquicamente; esta organización no es
lineal, como en los textos verbales, sino que se basa en una "sintagmática de la jerarquía":
los signos se encuentran interconectados como las muñecas rusas, uno dentro del otro.
El texto artístico presenta diferentes niveles de codificación y decodificación, esto
quiere decir que contiene diversos digos que se entrecruzan, se superponen y establecen
complejas relaciones de equivalencia; la comprensión del texto artístico requiere del lector
una competencia semiótica para decodificar estos diferentes códigos. Esta competencia se
adquiere a través de la experiencia y el conocimiento cultural.
En este sentido, Lotman afirma que tanto la polisemia y la densidad semántica son
características fundamentales del texto artístico. Su poder para concentrar una gran
cantidad de información en un espacio pequeño le permite ofrecer diferentes significados a
distintos lectores, cada uno de acuerdo con su capacidad de interpretación; es por ello que
el texto artístico también se caracteriza por su posibilidad de renovación. En cada lectura,
el lector puede descubrir nuevos significados y diversidad de información; esta
característica lo asemeja a un organismo vivo que se encuentra en constante interacción
con el lector, enseñándole y desafiándolo a reinterpretarlo.
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Un texto artístico, como se mencionó anteriormente, tiene la capacidad de generar
múltiples interpretaciones (Lotman, 2023). Al igual que señala Gadamer (1994), la obra de
arte siempre tiene algo que comunicarnos; sin embargo, un mismo texto puede dar lugar a
una gran variedad de lecturas individuales, casi una por cada lector. Este fenómeno explica
la presencia de dicotomías como artefacto/objeto estético, texto cerrado/texto abierto,
texto invariable/variable y texto/espacio textual; aquellas bifurcaciones que buscan
clasificar las diferentes formas en que un texto artístico puede ser interpretado y
experimentado.
Conclusión
Las ideas de Lotman y Gadamer, pese a provenir de dos corrientes de pensamiento
diferentes, ofrecen perspectivas que convergen en la comprensión del texto; ambos autores
coinciden en la importancia del contexto histórico y cultural, así como en la interacción
entre el lector y el texto, aunque lo abordan desde perspectivas diferentes.
Gadamer se centra en la interpretación como un diálogo entre dos horizontes de
mundo: el del lector y el del texto; este intercambio es el que permite una comprensión
más profunda del texto y del mundo que lo rodea. La fusión de horizontes es un concepto
clave en su hermenéutica, ya que implica la apertura del intérprete a la perspectiva del
autor y al contexto histórico de la obra.
Lotman, por su parte, define el texto como un sistema de relaciones estructurales
con una multiplicidad de niveles y códigos; esta complejidad permite al artista crear obras
con una gran riqueza de significados. La polisemia del texto artístico invita al lector a
participar activamente en la construcción del significado, aportando su propia perspectiva
y experiencia.
Ambas posturas convergen en la importancia del diálogo entre el lector y el texto.
Gadamer, con su teoría de los horizontes, explica que el lector llega a la obra con un marco
de conocimiento y experiencias que influye en su comprensión. La fusión de horizontes se
produce cuando el lector se abre a los nuevos significados que la obra le ofrece, ampliando
su propio horizonte. Lotman, por su parte, destaca la polisemia del texto artístico, su
capacidad de ofrecer múltiples significados; aquella que permite la fusión de horizontes, ya
que el lector puede encontrar en la obra nuevos significados que no había considerado
antes.
La estructura del texto artístico, según Lotman, se distingue por su complejidad;
cada detalle del texto y él en su conjunto se insertan en múltiples sistemas de relaciones,
adquiriendo así una multiplicidad de significados. Esta "polisemia" o "poliglotismo"
estructural es un factor fundamental que permite a la obra de arte dialogar con lectores y
sociedades distantes en el tiempo y el espacio; la capacidad de diálogo se basa en la
renovación constante de la información que ofrece la obra. El texto artístico produce
nuevos significados, actualiza algunos aspectos de su estructura y, temporalmente, deja de
lado otros.
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El texto, para Lotman, no es una entidad estática, sino un logos que se expande y se
transforma por mismo. Esta idea lo acerca a una tradición de pensamiento que
reflexiona sobre el logos y su relación con la realidad, desde sus orígenes en la civilización
occidental. La semiótica de Lotman hunde sus raíces en el estructuralismo lingüístico y
estético de Saussure, Jakobson y otros. A partir de estas bases, Lotman se embarca en un
viaje intelectual que lo lleva a explorar la cultura y la realidad en su conjunto.
En efecto, para Lotman, el texto entendido como un sistema de signosse
convierte en la puerta de entrada para comprender la semiosfera, un espacio donde
interactúan diversos sistemas semióticos; ella, a su vez, puede verse como un "texto
ampliado", donde los objetos, las acciones y las relaciones sociales adquieren un
significado cultural. Esta inversión de la relación texto-semiosfera permite a Lotman
analizar la cultura como un sistema complejo de significación.
Para Gadamer, la interpretación de un texto no se limita a descifrar su significado
literal, sino que demuestra que el texto también posee un "horizonte de mundo", que es el
contexto histórico y cultural en el que fue creado. La auténtica interpretación se produce
cuando se da una "fusión de horizontes" entre el intérprete y el texto; donde el primero
debe comprender el texto desde su propio horizonte de mundo, pero también debe ser
capaz de abrirse al horizonte de mundo del texto. Esta apertura permite superar el
relativismo de cada época y de cada intérprete, dejando claro que el último no solo
comprende el texto en su contexto histórico, sino que también puede encontrar nuevos
significados relevantes para su propio presente.
En este sentido, existe un paralelismo entre el concepto de texto-semiosfera de
Lotman y la hermenéutica filosófica de Gadamer; ambas disciplinas se interesan por la
interpretación de los signos y los mbolos, y por la construcción de significado a partir de
la interacción entre el texto, sujeto y el mundo.
Referencias bibliográficas
Catoggio, M. (2012). La regla hermenéutica como sistema de significación y producción de texto.
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REVISTA DE FILOSOFÍA
Nº 107 2024 - 1 ENERO - MARZO
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en marzo de 2024, por el
Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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