Landeo, A., Orihuela, V., Orihuela, F. Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 762 - 778                                          766                                                    
 
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Destaca el hecho que las actuales prácticas docentes sobre todo en Latinoamérica se 
caracterizan  por  ser  practicistas,  en  cuanto  realización  de  técnicas  carente  de  reflexión 
epistémica  que  las  cimenten;  notablemente  individualistas.  Es  acompañado  esto  por  los 
remanentes de una educación orientada exclusivamente a capacitar para el trabajo. Explica 
la vigencia de planes de estudio inconexos de los contextos donde acontecen, sin objetivos, 
métodos  y  estrategias  claras;  donde  la  improvisación  media  las  prácticas  educativas. 
Invariablemente, determinan las fallas pedagógicas de las sociedades contemporáneas.
   
El ejercicio docente actual se caracteriza por la confluencia del conductismo como 
enfoque psicológico, el dogmatismo positivista como basamento epistémico y el utilitarismo 
como  limitante  concepción  antropológica.  La  educación  a  modo  de  conducción  de  la 
conducta  solicita  la  acrítica  como  condición  de  quien  copia  y  reproduce  conductas  sin 
reflexionar las razones de estas; invariablemente produce individuos mansos, incapaces de 
apropiarse dialógicamente con otros de los medios que hacen cultura.  
El  positivismo  da  cuenta  de  una  educación  que  se  enfoca  exclusivamente  en  la 
condición  fáctica  de  la  existencia,  reduciendo  las  consideraciones  a  la  materialidad  que 
suscitan las relaciones entre los fenómenos; en tanto, desconsidera la ética como reflexión 
que atiende las relaciones humanas y la política como las estrategias que pueden subvertir 
las  situaciones  injustas  de  convivencias  por  justas.  El  utilitarismo  impulsa  sociedades 
egoístas donde los conformantes son incapaces de confluir; acontecen como correlatos que 
emplean  la  otredad  como  medios  en  función  de  lograr  placer  a  través  del  consumo  de 
objetos. 
Por  supuesto,  las  prácticas  docentes  deseadas  se  enfrentan  críticamente  a  las 
reducciones  fanáticas  del  conductismo,  el  positivismo  y  utilitarismo  en  beneficio  de  la 
educación como  práctica  de  humanización  cuando  median  las  disposiciones éticas  entre 
quienes se encuentran en los hechos educativos. Resalta aquí el papel del  docente como 
mediador de las estrategias debidas al formar a los seres humanos en las características que 
las mejores sociedades ameritan.    
En  las  concepciones  equívocas  docentes  se  consideran  como  un  ingeniero 
educacional, conocedor de técnicas que modelan modos de vida. Con el objeto de doblegar 
la  voluntad,  cuando  no  se  práctica  el  castigo  físico  se  emplea  la  amenaza  de  las  bajas 
calificaciones.  
Las  prácticas  docentes  a  desplazar  son  aquellas  que  limitan  el  diálogo  como 
confluencia humana, la crítica como expresión de la reflexión, la amenaza y castigo como 
modeladora de la conducta requerida. En esto, la apropiación de la educación como entidad 
que  coordina  mejores  sociedades  es  posible  al  practicar  el  diálogo  como  entidad  que 
estructura los encuentros. Aquí el papel del docente es determinante para provocar el giro