
Mejía, L., Liñan, Y., Cujía, S.  Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 160 - 178                                               167  
 
 
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El horror del  totalitarismo  contemporáneo  remite  a  su ontología. El  capitalismo  se 
fragua con las invasiones europeas a Asia y América, se forja en el saqueo, pillaje, robo, en 
la  muerte.  Subsiste  por  el  hurto  diario  a  la  plusvalía  de  los  que  trabajan.  Se  mantiene 
porque  las  estrategias  de  extracción  se  multiplican  cada  día.  La  rapacidad  es  la  mayor 
amenaza para la continuidad de la vida sobre el planeta; pues, pronto llega el punto donde 
todo  es  saqueado,  consumido,  devorado.  A  esto  se  deben  las  crisis  permanentes  que  el 
sistema exhibe.  
Lo que la Modernidad presenta como democracia dista de manifestar los principios 
que  enarbolan.  Las  democracias  hoy  son  lugar  de  reproducción  de  la  violencia,  son 
democracias inauténticas, llamadas liberales. La democracia es  labor  a  construir por  los 
sujetos,  por  las  comunidades  de  base.  La  democracia  liberal  es  una  franca  forma  de 
totalitario, esencialmente racista. Gibler precisa: 
El Estado “democrático” nunca ha existido, o solamente ha existido en 
el  sentido  racista  donde  el  concepto  de  “ciudadano”  ha  escondido  y 
todavía esconde el concepto de blanquitud, que es decir que el concepto 
de “ciudadano” marcaba siempre la existencia del “no-ciudadano” que 
no  gozaba  de  los  “derechos”  de  la  ciudadanía;  en  otras  palabras,  el 
concepto de  “ciudadano” siempre ha escondido  la justificación racista 
de la muerte y la muerte social de los “no-ciudadanos”. Creo que hemos 
visto, en los últimos años, que tal desarticulación del Estado al servicio 
de las trasnacionales no fue el caso. Sí, han habido cambios, y muchos. 
El  Estado  se ha  reconfigurado para  adaptarse  a las  condiciones de  la 
evolución del capitalismo, pero siguen siendo inseparables.
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Por  supuesto  que  el  capitalismo  genera  racismo  y  patriarcado,  necesita  de  estas 
formas de violencia para subsistir. El marco operativo de esta realidad es la estructura a 
través  de  la  cual  se  le  roba  plusvalía  al  trabajador.  Pretender  combatir  el  racismo  o  el 
patriarcado como entidades escindidas entre sí y a la vez separadas del sistema capitalista, 
es un sinsentido. Pues se estaríapeleandocontra las consecuencias y no las causas.  
En  la  raíz  tanto  del  patriarcado  como  del  racismo  encontramos  la  explotación 
humana  como  causa.  Al  ser  el  sacrificio  humano  el  gran  relato  de  las  opresiones 
contemporáneas,  debe  desestructurarse.  No  se  debe  renunciar a  promover  acciones que 
detengan el racismo y patriarcado como crímenes de odio. Sin embargo. Gibler indica: 
El racismo y el patriarcado nacen dentro de y se reproducen dentro del 
Estado/capitalismo,  no  los  individuos,  más  bien,  los  individuos 
producidos por el Estado/capital implantan el racismo/patriarcado en 
nuevos  individuos,  o  sujetos.  Entonces,  sin  combatir  el  capitalismo, 
siempre  habrá  nuevos  individuos  y  grupos  racistas,  aún  y  cuando 
algunos grupos de elites de las personas que más sufren el racismo, los 
 
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GIBLER, John. (2017). Las Economías del Terror. En Pensamiento Crítico, Cosmovisiones y Epistemologías 
Otras, para enfrentar la guerra capitalista y construir autonomía. Cátedra Interinstitucional Universidad de 
Guadalajara. CIESAS. México., p. 95.