Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40                                                                                       39   
 
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unas libertades sexuales entre la desmesura y la fuerte restricción moral, posteriormente, 
con el auge del cristianismo, una sexualidad reprimida y llena de tabúes, y al final de la Edad 
Media, un erotismo artístico, también llamado amor cortés en el que los poetas vieron un 
modo de vida a partir de la creación de una estética-ascética amorosa.  
          Más adelante, en la época moderna, el erotismo se concibe cada vez más alejado de los 
fines trascendentes de la moral cristiana. En la obra filosófico-literaria de Sade el erotismo 
es un arma para transgredir los valores morales, los preceptos religiosos y los tabúes. Y en 
el psicoanálisis de Freud, el eros es concebido como un instinto de vida (físico y psíquico) 
que permite la felicidad y el quebrantamiento de todas las torturas morales que hicieron de 
las prácticas eróticas un sentimiento culposo y vergonzoso en la cultura occidental desde la 
religión cristiana.  
          Las reflexiones sobre el erotismo en la modernidad evidenciaron el enfrentamiento 
constante entre quienes defendían una moral sexual asociada a la perfección espiritual y 
racional, por encima y en detrimento de lo corporal y, aquellos que criticaron fervientemente 
tales pretensiones morales, religiosas e ideológicas para proclamar los derechos de la carne. 
No obstante, en el siglo XX autores como Erich Fromm, Denis de Rougemont, Octavio Paz, 
y Mario Vargas Llosa entendieron la importancia de ver en el erotismo una actividad, que si 
bien tiene que ver con la sexualidad animal, va más allá, pues es también una búsqueda 
psicológica y voluntaria de unidad, que forja  la  creación  artística  como  refinamiento  del 
sentir y dota al hombre de una estética que lo humaniza y que lo hace considerar su erotismo 
cada vez más alejado de la sexualidad rudimentaria.  
         Después de mostrar la hostilidad construida entre los que defienden el erotismo en 
tanto  corporalidad  o  espiritualidad,  en  este  artículo  se  evidencia  cómo  el  pensamiento 
filosófico de finales del siglo XX intenta reconciliar tal disputa, proponiendo al eros como 
un aspecto afirmativo en la vida del hombre. Estas posturas, reivindican el carácter creativo 
del eros, desligado en parte (pero sin excluir) de esa sexualidad simple y rudimentaria con 
la que se confunde en la actualidad. Asimismo, retornan al erotismo ese carácter sagrado del 
cual ha sido desligado por los preceptos políticos, ideológicos y religiosos-particularmente 
de  la  Iglesia  católica-,  que  han  convertido  todas  las  formas  en  que  se  manifiesta  en 
inmoralidades. 
          El  hombre  aunque  racional  no  ha  dejado  de  ser  animal,  es  más  bien,  un  estado 
intermedio entre la racionalidad adquirida y su naturaleza pérdida. El hombre no podrá 
nunca ser totalmente racional, ni totalmente animal, sino la conjunción de ambas cosas, por 
ello, por más prohibiciones que establezca la razón a la sensibilidad no podrá eliminar la 
violencia de su animalidad, y por más transgresiones que levanten las prohibiciones, no 
podrá volver a su naturaleza primera, es a pesar de todo un ser racional. Lo que puede hacer 
entonces  el hombre  es  experimentar  el  vértigo  producto  de  la  comunicación y  unión  de 
ambos mundos; el animal y el racional a través de la actividad erótica.  
          En Occidente por mucho tiempo no se comprendió la necesidad de comunicar estos 
dos mundos, y con ello los dos aspectos del hombre: el animal y el racional. La civilización