
Jorge J. Villasmil Espinoza
Presentación 
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moneda  de  reserva  internacional.  Este  orden  inicial,  si  bien  imperfecto, 
sentó las bases para décadas de expansión  comercial e  interdependencia 
económica creciente entre las naciones del hoy llamado Norte Global. 
Tal como indica Mazower (2020), con el desmoronamiento estrepitoso 
de  la  Unión  Soviética  a  inicios  de  la  década  de  1990,  Estados  Unidos 
emergió como la única superpotencia global, inaugurando lo que algunos 
académicos  denominaron  “el  momento  unipolar”.  Este  período  se 
caracterizó por  la promoción  intensiva del  modelo estadounidense como 
paradigma universal, con el libre mercado, la democracia representativa y 
los derechos humanos como pilares ideológicos centrales. La expansión de 
la OTAN hacia el este europeo, la proliferación de tratados de libre comercio 
y  la  intervención  directa  en  diversas  regiones  del  mundo  ejemplicaron 
este nuevo posicionamiento global estadounidense. 
En palabras de Stiglitz (2015), el avance de la globalización económica 
bajo  auspicios  norteamericanos  fue  respaldado  por  doctrinantes  que 
argumentaban sobre “el n de la historia” (Fukuyama, 2006), sugiriendo que 
el modelo liberal-democrático occidental había triunfado denitivamente 
como forma óptima de organización sociopolítica. Este orden hegemónico, 
sin  embargo,  comenzaría  a  mostrar  suras  signicativas  con  el  ascenso 
económico de China, la crisis nanciera de 2008 y el resurgimiento de Rusia 
como actor  geopolítico relevante,  erosionando gradualmente  el liderazgo 
indiscutido que Estados Unidos había ostentado durante casi dos décadas.
En  el  marco  dialéctico  de  este  proceso  histórico  contemporáneo,  la 
administración  Trump,  tanto  en  su  primer  mandato  como  en  el  actual, 
ha  impulsado  una  estrategia  proteccionista  que  busca  recongurar  las 
relaciones  comerciales  globales  mediante  la  imposición  unilateral  de 
aranceles.  Esta  política  responde  a  diversos  objetivos  interconectados: 
económicamente, pretende reducir el décit comercial estadounidense —
particularmente con China— y revitalizar sectores industriales domésticos 
como  el  acero  y  el  aluminio;  políticamente,  apela  a  su  base  electoral  de 
clase  trabajadora  que  se  considera  perjudicada  por  la  globalización;  y 
geoestratégicamente,  busca  contener  el  ascenso  de  China  como  potencia 
rival. 
Por lo tanto, La estrategia de subida arancelaria universal, pero con 
especial  énfasis  en  productos  chinos,  persigue  recuperar  la  capacidad 
industrial doméstica y disminuir la dependencia de cadenas de suministro 
extranjeras, particularmente tras las vulnerabilidades expuestas durante la 
pandemia. Al mismo tiempo, constituye un intento de forzar negociaciones 
bilaterales donde  Estados  Unidos pueda maximizar  su  poder negociador 
individual  frente  a  cada  socio  comercial,  evitando  marcos  multilaterales 
donde su inuencia relativa podría diluirse. Por todas estas razones, este 
enfrentamiento comercial representa mucho más que una simple disputa 
sobre tarifas: simboliza una confrontación por la hegemonía económica y