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Serhii Ryk, Mykola Ryk, Svitlana Repetiy, Dolores Zavitrenko, Irina Makhnovska y Valentyna Kovalenko
Lineamientos generales para la construcción de una política de salud mental en el marco del  
 
nuevo humanismo del siglo XXI
de investigación en español, con predominio de fuentes iberoamericanas, 
responde al propósito de aanzar los vínculos académicos y cientícos que 
en la última década se han venido desarrollando entre Europa del este, en 
general, y América Latina, región que se caracteriza por poseer excelentes 
universidades y revistas de alto impacto (Dymchenko et al., 2022).      
Los problemas de las enfermedades mentales son multidimensionales y 
difíciles de abordar, por lo tanto, pueden ser interpretados legítimamente 
desde  la  psicología,  la  psiquiatría,  la  losofía,  la  sociología,  la  lingüística 
o incluso la ciencia política. De hecho, en la psiquiatría es común hablar 
de trastornos mentales más que de enfermedades propiamente dichas, ya 
que el concepto de trastorno hace alusión a un fenómeno, en este caso, de 
carácter  bio-psico-social  cuyo  origen  denitivo  no  está  completamente 
esclarecido (González y Pérez, 2007).     
No es el propósito de esta investigación discutir las concepciones actuales 
de la psiquiatría de mayor divulgación, sobre el alcance y signicado de las 
enfermedades mentales (trastornos), ni avalar posturas antipsiquiatrías. 
Basta reconocer el hecho irrefutable de que las personas que padecen: 
depresión, ansiedad, estrés, bipolaridad, trastornos obsesivos-compulsivo 
o esquizofrenia, entre otros, sufren por partida doble: las consecuencias 
propias de su condición neurodiversa que normalmente rebasan lo que una 
sociedad determinada considera como “conducta normal” y; por el otro, se 
enfrentan a los prejuicios, estigmas y desconocimientos que las personas 
comunes despliegan sobre estos temas, sin mucho fundamento.
¿Se puede suponer entonces que las enfermedades mentales son 
únicamente una problemática individual sin consecuencias políticas y 
económicas? Toda la evidencia disponible apunta a que no, ya que como 
explicó en su momento el ilustre Eric Fromm, la misma idea de normalidad 
es problemática y ha servido políticamente para adaptar a las personas y 
comunidades a un conjunto de procesos económicos y socioculturales que, 
en muchos casos, no responden a sus necesidades y aspiraciones como 
personas libres. En este sentido, toda práctica, conducta o discurso que 
atente contra la idea hegemónica de normalidad que identica, en acto y en 
potencia, a un orden de cosas, es asumido acríticamente como patológica 
o actividad subversiva (Fromm, 2001), de lo que se puede inferir entonces 
que la normalidad misma como estándar general en términos de estilo de 
vida es enfermiza, al negar las diversas posibilidades de ser y hacer en el 
mundo. 
Conviene recordar que, la concepción original de la política desarrollada 
por los antiguos griegos supone que es político todo los concerniente a la 
vida de la comunidad o la Polis, de modo que, rememorando en lo posible 
esta visión de la política y lo político donde, por lo demás, las fronteras 
propias de la modernidad entre las esfera pública y privada de la vida social 
se torna difusa, los autores de la presente investigación asumen entonces