
900
Juan Carlos Araujo-Cuauro
Venezuela en Oclocracia ¿Un problema más cultural y educacional que económico o ideológico?
Es allí donde se produce el retroceso de los componentes básicos de toda 
democracia; como la protección de los derechos humanos, se degradan y 
surgen dispositivos autoritarios. En Venezuela esto se da en medio de una 
monumental crisis cultural y educacional más que económica e ideológica, 
que arrasa con todos aquellos avances y aportes de los anteriores gobiernos 
democráticos,  conocidos  como  los  gobiernos  de  la  cuarta  república, 
que  beneciaron  a  los  sectores  populares,  lo  que  género  y  agudizo  la 
confrontación social entre las clases sociales (García, 2003).
 Como ya se ha determinado por lo antes expuesto, la oclocracia 
es,  simplemente,  aquel  sistema  caracterizado  por  el  gobierno  de  la 
muchedumbre,  es  decir,  aquel  sector  de  la  sociedad  marginal  sumido 
en  una  gran  ignorancia,  que  se  mueve  por  sentimientos  elementales  y 
emociones  irracionales,  en  contraposición  a  la  multitud,  aquel  cuerpo 
social que está integrado por los ciudadanos conscientes de su situación y 
de sus necesidades, con una voluntad formada y preparada para la toma de 
decisiones y ejercer así su poder de legitimación de forma plena.
Esta  aproximación  de  la  denición  de  oclocracia  coloca  de  realce  su 
característica  fundamental,  es  decir,  el  gobierno  de  la  muchedumbre, 
contrapuesto al pueblo, al demos  griego.  No  obstante,  debido  a  que  la 
muchedumbre, como grupo social investido con el telar de la ignorancia y 
el resentimiento social, da pie a que el dirigente oclócrata aprovecha para 
gurar como el prototipo del personaje justiciero que gira todo sus empeños 
propagandísticos y todas sus maniobras en general hacia la muchedumbre, 
recurriendo e invocando la sensibilidad  del  sentir  más  grosero,  tosco, 
rústico, basto, ordinario, inculto y elemental de ésta para legitimarse en el 
poder y alcanzar sus propios objetivos, teniendo en cuenta supercialmente 
los  intereses  reales  de  un  país,  pues  su  único  objetivo  es  la  conquista  y 
mantenimiento del poder (Bovero, 2000). 
Ante este panorama, la muchedumbre se subyuga y siente que, a través 
del oclócrata,  ejerce el poder  y que su  propia situación personal  mejora, 
aunque esté desplomándose en la más profunda crisis de miseria, pero jamás 
pierde la esperanza en términos de una certeza delirante. Sus limitaciones 
educacionales,  culturales,  sociales,  económicas,  raciales  le  impiden  ver 
la realidad y queda  a  merced  de  ese  sujeto  manipulador  que  lo  controla 
mientras disfruta de su poder. Es por ello por lo que, en buena medida, es la 
muchedumbre la que sostiene y mantiene al oclócrata en ejercicio del poder 
(Romero et al., 2005).
El oclócrata asume el papel del caudillo carismático como lo hizo Hugo 
Chávez en su momento, y como lo está haciendo Nicolas Maduro Moro hoy 
en día, dotado de la capacidad intuitiva de adaptar materiales simbólicos 
a las necesidades de la muchedumbre haciéndoles creer a estos que va a 
satisfacer las más inmediatas de sus necesidades básicas para, de esa forma, 
mantener  su  adhesión  de  ese  determinado  sector  social   inmerso en la