Parvovirosis canina en perros geriátricos, diagnóstico por PCR / Muncha-Mullo y Maldonado-Cornejo _______________________________
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INTRODUCCION 
La Parvovirosis canina (CPV) es causada por el parvovirus canino tipo 
2 (CPV-2), el cual es un virus que afecta a los canidos; perros salvajes 
(Lycaon pictus), perros domésticos (Canis lupus familiaris), zorros 
comedores de cangrejos (Cerdocyon thous), mapaches (Procyon),) 
y lobos con melena (Chrysocyon brachyurus), causando cuadros de 
gastroenteritis graves en animales susceptibles, que pueden ir desde 
diarreas sanguinolentas hasta provocar la muerte del individuo siendo 
la mortalidad entre el 20 y 40% [15].
El CPV es de tamaño pequeño, mide 20 nanomeros (nm) y pertenece 
a la familia Parvoviridae, no posee envoltura lipídica, tiene cápside 
de forma icosaédrica, tiene ácido desoxirribonucleico (ADN) de 
cadena simple en sentido negativo [15]. La familia Parvoviridae se 
encuentra dividida a su vez en dos subfamilias clasicada por su rango 
y hospedador: La subfamilia Parvovirinnae afecta a los vertebrados y 
la Densovirinae afecta a insectos y algunos artrópodos [15].
El CPV afecta al tracto gastroentérico invadiendo las criptas 
intestinales conduciendo a un acortamiento de las vellosidades 
reduciendo la capacidad de absorción y digestión causando diarreas 
sanguinolentas [11].
Los parvovirus necesitan para su replicación, una célula en división 
rápida nuclear, en donde forma cuerpos de inclusión intracelular [15].
Se considera que el CPV-2 surgió de una mutación de un virus con 
características similares al de la panleucopenia viral felina (FPLV), el 
cual logró adaptarse a los caninos; en el mercado existen vacunas 
disponibles y a pesar de esto el CPV es el agente etiológico más 
relevante en enfermedades virales del tracto gastroentérico, sobre todo 
en cachorros. El CPV-2 es la cepa original y ha tenido varias mutaciones 
lo cual ha dado inicio a la aparición de nuevas variantes [9].
En la década de los 70 surgió el primer brote de CPV, clasicado de 
tipo II y desde ese momento ha sufrido varias alteraciones genéticas 
(mutaciones) en su hospedador nal el perro, generándose desde 
entonces nuevas cepas [15]. Más adelante, a principio de los 80, esta 
cepa original sufrió una mutación genética y apareció el CPV tipo 
2ª [15]. En el año 1984 apareció la variante CPV tipo IIb, esto como 
consecuencia de una adaptación genética por parte del virus, la cual 
ayudó a que éste pueda replicarse y propagarse de una forma más 
ecaz en caninos susceptibles y establecer periodos de incubación 
más cortos, entre 4 y 5 días (d) [15]. 
La forma de propagación del virus se dio mediante la excreción 
por vía fecal, reportándose en las heces en una proporción de 10
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partículas virales, referente a una dosis media de un cultivo tisular, la 
cual se da durante el periodo agudo de la enfermedad; en esta fase, 
los animales susceptibles se podrían infectar rápidamente por vía del 
contacto oro-fecal o con uidos de líquidos tisulares (melena) [8].
El virus (CPV) es resistente a las condiciones ambientales, lo cual 
hace que la enfermedad esté presente en las poblaciones caninas, 
debido a su fácil diseminación [8] pudiéndose transmitir a partir de 
los 8 a 12 d post infección, y excretándose por las heces de pacientes 
infectados, los cuales a su vez se convierten en reservorios del virus [8].
Entre los factores predisponentes de la enfermedad se citan, la edad 
y el estado inmunitario del perro, que determinan si el individuo se 
pueda infectar y sobrevivir tras la infección [8]. Luego del periodo de 
incubación, que oscila entre 4 a 7 d, los pacientes infectados presentan 
cuadros repentinos de vómitos, diarreas, anorexia y ebre [8].
El CPV afecta a perros de cualquier edad presentándose en 
cachorros con mayor frecuencia, en pacientes adultos que han 
sido vacunados se han encontrado casos positivos, sin embargo la 
enfermedad en estos pacientes no es tan agresiva y en pacientes 
geriátricos inmunocomprometidos se han reportado casos con cuadros 
gastroentéricos hemorrágicos [14].
Las vacunas son una herramienta indispensable en Medicina 
Veterinaria que ayudan a controlar la presencia de enfermedades 
infecciosas en los animales de compañía, sin embargo existen factores 
que pueden interferir en una correcta inmunización como por ejemplo, 
la inmunización en cachorros menores a 5 semanas (sem) de edad ya 
que los anticuerpos maternales pueden interferir en la inmunización, 
de aquí la importancia de cumplir con un correcto calendario de 
vacunación para que la vacuna tenga un efecto adecuado y pueda 
proteger de las enfermedades infecciosas a lo largo de la vida del 
paciente [10].
Existen casos de animales positivos para CPV pese a tener vacunas 
dentro de su calendario de salud, sin embargo no han sido colocadas 
dentro del tiempo establecido, estos pacientes han logrado superar a 
la enfermedad en menor tiempo y con mínimas complicaciones frente 
a pacientes con presencia del virus y sin calendario de vacunación [6].
Los factores de riesgo para que un animal pueda infectarse del CPV 
están relacionados a la alimentación, los animales que consumen carne 
cruda, huesos y alimento casero, animales con cargas parasitarias 
gastroentéricas, mal estado de salud, y la falta de un calendario de 
vacunación [2].
La transmisión de CPV también se puede dar por fómites tales como: 
platos, zapatos, juguetes, bebederos, jaulas, entre otros, que tuvieron 
contacto con heces o vómitos de perros enfermos [16]. Tras la ingestión, 
la replicación viral primaria se da en los órganos linfoides orofaríngeos, 
ganglios linfáticos mesentéricos y el timo. El virus se generaliza de los 
sitios primarios de la replicación por vía sanguínea hacia las células 
del intestino delgado y células epiteliales de la lengua, cavidad oral 
y esófago [1]. Otros órganos blanco del CPV son pulmones, hígado, 
riñón, además posee cierto tropismo por las células hematopoyéticas 
[1]. En cachorros se ha visto que las células del miocardio también se 
ven afectadas por el virus CPV [1].
La necrosis que se produce en las células del intestino delgado, 
generan un colapso de las vellosidades, generándose un colapso, de 
la cual se pierde la integridad del epitelio intestinal; al perderse esta 
integridad, se facilita la translocación bacteriana y la producción de 
endotoxinas como consecuencia de la pérdida de la barrera epitelial 
del intestino delgado, causándose así, una bacteriemia generalizada 
con la lamentable muerte del paciente como consecuencia de una 
falla multiorgánica [1].
Una vez que la CPV se instaura en el paciente, los signos clínicos 
pueden ir desde una infección leve que pasa casi desapercibida, 
hasta una infección aguda que puede ser mortal. Los principales 
signos que se presentan son: la anorexia, letargia y pirexia la cual 
puede progresar dentro de 1 a 2 d presentándose vómitos y diarreas 
sanguinolentas, lo cual se acompaña de dolor abdominal y cuadros 
de deshidratación que pueden oscilar entre 7 y 10% [12].
La CPV puede presentarse de forma cardiaca, siendo ésta otra 
manera en la que ha sido reportada aunque solamente en cachorros 
menores de 12 sem de edad, pudiéndose dar casos también en animales 
adultos, sobrevivientes a la infección, a los cuales se le generó una 
miocarditis secundaria al proceso viral, los cuales luego puedan sufrir