
   Boletín del Centro de Investigaciones Biológicas 
    Vol. 55. Nº 2, Julio- Diciembre 2021, Pp. 149-164     158 
     
 rarse  un  fragmento  remanente  del  ecosistema  original,  lo  que  sugiere  que  la 
comunidad de aves estudiada también está influenciada por la avifauna de las áreas 
naturales cercanas tales como los manglares de Ana María Campos, Los Olivitos, Las 
Peonías y hasta los del sistema lagunar El Gran Eneal, al norte de la costa occidental 
del sistema de Maracaibo, como ha sido determinado en otros bosques de manglar del 
mundo,  donde  la  diversidad  en  fragmentos  de  hábitat  es  mantenida  a  partir  de  la 
producción de  grandes bosques  distantes (Marzluff y Ewing  2001),  enfatizando  la 
importancia de la dispersión para la persistencia de las poblaciones que conforman la 
comunidad de aves. 
   
  En otro orden de ideas, Quiscalus mexicanus y Setophaga petechia fueron las 
únicas especies observadas en este estudio, con una distribución muy restringida en 
Venezuela, ya que solamente habitan los manglares del norte del estado Zulia (Phelps 
y  Meyer  de  Schauensee  1979;  Hilty  2003),  lo  que  las  convierte  en  especies 
susceptibles  de  desaparecer  en  el  país  cuando  sus  hábitats  son  perturbados  o 
eliminados y resalta la importancia de la conservación de estos manglares. 
 
  Acerca de las aves migratorias identificadas, un caso particular fue la captura de 
un individuo de Paraulata Lomiaceituna (Catharus ustulatus), en enero del año 2014. 
Según Phelps y Meyer de Schauensee (1979) y Hilty (2003), esta especie suele estar 
presente en el país entre octubre y marzo, e indican que se encuentra en Venezuela 
entre los 800 y los 2300 msnm. No obstante, el área de estudio se encuentra a nivel 
del mar. Esta paraulata también ha sido observada en hábitats costeros (manglares y 
bosques  secos)  de  otros  países  como  Costa  Rica  (Warkentin  y  Hernández  1996), 
República Dominicana (Landestoy et al. 2006), México (Solomon 2016) y Venezuela 
(Casler y Esté 1996). 
  
  Solomon (2016) sugiere que los bosques secos costeros son hábitats de mayor 
calidad que los manglares para Catharus ustulatus, sin embargo, también los utilizan 
como áreas de forrajeo para su alimentación, con el fin de recuperar sus reservas de 
grasa y de descanso en su viaje a sus territorios de invierno. En este caso, es probable 
que las aves se detengan en los hábitats costeros del estado Zulia, en su camino a los 
bosques andinos ubicados al sur del Sistema de Maracaibo, llevados por los vientos 
alisios.  Además,  en  la  región  geográfica  que  nos  compete,  la  urbanización  de  la 
ciudad de Maracaibo ha llevado a  la desaparición de los bosques secos originales, 
dejando como única opción disponible las escasas áreas naturales remanentes, tales 
como los manglares de Capitán Chico.