
Carvalho Kassar
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su vida, pero en esta oportunidad hablaremos de la pasión
de Fernández-Morán por los insectos, la motivación y la
relación con el resto de sus estudios. Allí aparece Karl von
Frisch (1886-1982).
Este ensayo revierte especial importancia, ya que quie-
nes han pretendido ocultar el legado de Fernández-Morán,
han usado sus estudios sobre abejas para intentar ridiculizar
los intereses del genio zuliano. Karl Ritter von Frisch era el
encargado del Instituto de Zoología de la Universidad de
Múnich cuando llegó el joven Humberto a estudiar Física
en esa universidad, selección que luego cambiaría por Me-
dicina. Karl había estudiado Zoología en la Universidad
de Múnich y, luego de completar sus estudios superiores
en otras universidades europeas, volvió para ser asistente
de su profesor Richard Hertwig (1850-1937), uno de los
botánicos y zoólogos más reconocidos de la época. Karl
von Frisch sería profesor de nuestro Humberto en la cá-
tedra Anatomía Comparada, como uno de los pioneros
de la “etología”, es decir, el estudio del comportamiento de
los animales. De más de cien especies que mantenía bajo
observación, menos de diez eran mamíferos. Destacaba su
especial interés por los insectos.
Aunque las ideas de von Frisch en esa época no eran
comprendidas y muchos lo tildaban de “loco”, despertó
con timidez la curiosidad de HFM, quien lo incluiría en
su categoría personal de “locos geniales”. El profesor Karl
le hablaba de la importancia de los insectos para la vida,
estudiaba el lenguaje de las abejas, de cómo girar, inclinar-
se, zumbar y batir las alas constituían una forma de comu-
nicación precisa e inequívoca, que les permitía informar a
sus compañeras la ubicación del alimento. El profesor Karl
aseguraba que existían pequeñas variaciones de este len-
guaje, como “dialectos” entre colmena y colmena. Muchos
de sus pares cientícos aseguraban que eso era “imposible”,
dado los “diminutos cerebros de estos insectos”, y estas crí-
ticas, precisamente en la cátedra de Anatomía Comparada,
sembrarían el interés del joven Humberto por las similitu-
des o diferencias del cerebro y el ojo humano.
Y es que el profesor Karl inculcaba a sus estudiantes,
sobre todo, el valor de la observación y la paciencia en la
investigación cientíca: “Descubrí que los mundos mila-
grosos pueden revelarse a un observador paciente donde el
transeúnte casual no ve nada en absoluto”.
Otras aseveraciones del “loco genial” tenían que ver con
la visión de estos insectos:
“Las abejas pueden diferenciar no solo entre ores y
paisajes, sino incluso rostros humanos, demostrando una
notable capacidad para procesar información visual com-
pleja”.
En pleno auge de las disertaciones sobre campos elec-
tromagnéticos y luz (mecánica cuántica), el profesor von
Frisch aseguraba que esos diminutos seres eran capaces de
percibir los campos electromagnéticos de la Tierra y ade-
más usar la polarización de la luz del Sol como mecanismo
de orientación. Por tanto, las abejas podían enseñarnos una
parte de la física desconocida hasta ese momento. Nuestro
joven Humberto creyó con admiración esas palabras y lle-
gó a expresar que von Frisch “me había ayudado a desarro-
llar mi dirección con su estudio sobre la visión de las abejas
y centralizó mi interés sobre el cerebro del insecto”, como
citamos al inicio de esta sección.
Son varias las menciones al profesor Karl von Frisch
y a sus textos dentro de los trabajos y en los discursos de
Fernández-Morán, con particular importancia la del li-
Karl von Frisch (1886-1982) recibió el Premio Nobel de Fi-
siología y Medicina en 1973 por sus estudios sobre el compor-
tamiento de las abejas. Compartió el galardón con otros dos
notables etólogos, Konrad Lorenz (1903-1989) y Nikolaas Tim-
bergen (1907-1988). Dominio público. Fuente: DIGIPOR-
TA Digitales Porträtarchiv. http://www.digiporta.net/index.
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